Éramos tan frágiles.
Estábamos envueltos entre las sábanas de tal manera que no sabíamos ni en qué pensar.
Yo tenía las manos heladas y a él le ardía todo el cuerpo, éramos la combinación perfecta.
¡¡¡ESTÁS FRÍA!!! - Me gritó casi llorando.
No te preocupes, ahora te robararé todo el calor -le dije riéndome.
Va, ven aquí tonta, sabes que te amo, ¿no? - Me preguntó sonriéndome.
Yo también te amo, y no poco - le contesté sin pensármelo dos veces.
Tanto él como yo sabíamos perfectamente que lo nuestro era único, y no lo digo por decir, sino porque yo sé cada cosa que se le pasa por la cabeza con tan sólo mirarle a los ojos, con cualquier gesto que haga sé perfectamente que me va a decir o hacer. Y viceversa. Nos conocemos tan bien, sexualmente, mentalmente, físicamente...
Cada lunar suyo, cada marquita por muy insignificante y poco visible que sea, conozco la historia de cada una de ellas.
Sus manos suaves acariciándome toda y su respiración recorriéndome.
Sé hasta cuando tiene ganas de cagar, joder. Y no me da asco.
