Capítulo I - Diana

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- Jane, te he dicho mil veces que no quiero salir, además, mañana tengo clase a las ocho de la mañana y necesito descansar. A este ritmo tendré que ir a recuperaciones.

- No te estoy escuchando - dijo mientras rebuscaba en mi armario - Mira, esta falda queda genial con el top que llevas ahora mismo. - Sacó una falda que, desde que empecé con Marcus, no me había vuelto a poner, y tampoco tenía ganas de hacerlo ahora.

- Eres odiosa. - Me levanté de la cama, y fui en busca de unos pantalones. - Si me vas a obligar a salir, al menos iré cómoda, no embutida en una falda más corta que mi orgullo, que es decir mucho.

- ¿Sigues dándole vueltas a lo que pasó con Marcus? Es un imbécil, y no te merecía, no dejes que te chafe la vida.

Era cierto, Marcus no me merecía. Le había regalado los mejores años de mi vida y me lo había pagado poniéndome los cuernos con la primera que se le había abierto de piernas. No contento con ello, además, fue él quién me dejó hace poco más de dos días. Era imposible no sentirme humillada, le había dado 4 años de mi juventud, mi virginidad, y él me había tratado como una basura. Desde que estaba con él me habían dejado de lado todas mis amigas (a excepción de Jane, claro) porque no me dejaba ir a ningún lugar sola ni ponerme la ropa que realmente me hacía parecer yo.

Aparté esos pensamientos de mi mente y me dirigí hacia el espejo. Me puse los pantalones, unos negros con rotos en las rodillas y me hice un moño alto del cual se escapaban bastantes mechones de pelo, pero no me importó. Jane me miró y puso los ojos en blanco.

- ¿En serio vas a ir con esas pintas? Es tu primer día de cacería, tienes que ir a la altura.

- Jane, no quiero cazar nada, ni mucho menos a nadie. Simplemente quiero pasar un buen rato con mi amiga. Bueno, realmente quiero tirarme en el sofá con un litro de helado, pero ya que no me dejas esa opción...

Jane era fantástica, no me había dejado sola ni un solo minuto desde que la llamé llorando, contándole lo que había pasado con Marcus. Decidió coger sus cosas y mudarse temporalmente a mi apartamento, ya que era lo más cómodo, pues ella compartía piso (y muchas veces cama). Busqué en la estantería de mi diminuto baño, cogí el rímel y me lo puse por las pestañas de arriba. Y nada más. En comparación con mi amiga, parecía un burrito de algo pasado de caducidad. Ella iba con un vestido rojo ceñido al cuerpo, unos tacones negros de infarto, su larga cabellera color azabache suelta tras su espalda, que le caía en unas ondas preciosas. Envidiaba lo guapa que era. Yo en cambio...

- Bueno, mira - soltó Jane en cuanto salí del baño - ya que vas a ir como una emo de los 2000, al menos déjame pintarte un poco los labios.

- No, Jane. Si quieres que este plan siga en marcha, tendremos que irnos ya, sino me vuelvo a poner mi pijama de gatos.

Jane frunció el ceño, cogió las llaves del apartamento y juntas salimos a la noche.

Llegamos al pub hacia las once y media de la noche y ya estaba a reventar. Desde lo lejos se veía una larga cola y se escuchaba la mezcla de la música de dentro y las voces de fuera. Había un ambiente cojonudo, pero solo quería darme la vuelta y volver a mi casa. Ya me estaba arrepintiendo de haberle hecho caso a Jane, y sabía que al día siguiente solo habría dos opciones: llegaría tarde a clase, o simplemente, no iría.

- Jane - la miré con ojos de cordero degollado - dime, por favor, que no tenemos que hacer toda esa cola.

- ¿Con quién te crees que estás hablando? El portero es muy amigo mío, ya sabes lo que quiero decir... - Se echó a reír, y yo puse los ojos en blanco mientras en mis comisuras se formaba una leve sonrisa. - Oye Diana - era muy raro que Jane pronunciara mi nombre completo, siempre me llamaba Di, así que le presté atención - Te quiero muchísimo.

El pactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora