-II-

14 0 0
                                    

La niebla de Zosma ya me era familiar, llevaba ya unos años viviendo allí, escondida con Morgana. Ese pueblo perdido donde todos parecían huir de su pasado era ideal para ocultarnos. Era difícil lograr que una niña de cabello rojo y grandes ojos azules pasará desapercibida, era muy inusual y llamativo mi aspecto físico como para arriesgarnos a vivir en algún lugar más habitado y que ellos nos encontraran.

Morgana había logrado conseguir una cabaña en las afueras de la ciudad, lejos de todos, y así yo podría moverme por ella sin problemas, sin miedo a ser reconocida. Ella se hallaba sentada en el sillón leyendo una de las múltiples cartas que recibía de Talfan gracias a un ave que ellos conjuraban con magia.

-No lo logró- dejo escapar como un suspiró resignado mientras la leía para sus adentros.

-¿Qué ocurrió?- pregunté curiosamente, sentada en la chimenea jugando con el fuego, haciendo figuras con mi magia, que sorprendentemente era mejor cada día.

-Talfan no logró salvar al niño- me respondió algo frustrada, dejando la carta a un lado en la mesa de apoyo. Hacia unas noches atrás habíamos recibido una alerta de Talfan acerca de un posible niño con magia ya descubierto por ellos.

-¿A ese niño llamado Seith?- pregunté.

-Ese mismo, iba a venir con nosotras, pero llegamos tarde, la casa ya estaba hecha cenizas cuando llegó Talfan- explicó- Es el segundo que perdemos este año.

-¿Estará vivo?

-No sé si eso no sería peor, niña- suspiro y se sentó junto a mí, observándome como cambiaba de forma la llama- Mejoras rápido, quizás mañana podamos aprender algo nuevo, he notado que el fuego es el elemento que más te gusta.

-Sí, es divertido, pero mi favorito es el hielo, es más fácil- respondí sin dejar de manipular las llamas con toda mi concentración.

-Podemos practicar con hielo, si eso es lo que quieres.

-¡Si!- respondí emocionada- En verdad quiero.- Morgana rio con una carcajada sonora. Siempre sospeche que algunas veces Morgana se olvidaba de mi edad, ya que siempre me trataba como si fuese un adulto más.

Al mismo tiempo que mi maestra recibía cartas de Talfan, yo recibía cartas de Zul, el niño que conocí la primera noche que me salvaron. Ahora éramos amigos, e intercambiábamos pensamientos acerca de nuestro "cautiverio", ya que ambos vivíamos escondidos, el en un sótano, y yo en una cabaña de un pueblo fantasma.

En la última que había recibido de su parte, me contaba como estaba aprendiendo hechizos más avanzados que yo, pero que estaba harto de estar encerrado en ese maldito sótano, que yo tenía suerte de poder circular con libertad aunque sea por la casa, aunque sinceramente no era lo mejor del mundo.

Cada una semana nos mandábamos cartas de la misma manera que nuestros maestros, por lo que la comunicación era continua e ininterrumpida entre ambos. Digamos que a pesar de la distancia, Zul era mi único amigo en el mundo y yo era su única Sorcha cabeza de antorcha, como el me llamaba desde siempre. Nos contábamos todo lo que podíamos, como veíamos el mundo por nuestros ojos para que el otro los cerrara y pudiese verlo también. Ya habían pasado 6 años desde la última vez que nos habíamos visto, pero era como si nunca nos hubiésemos separado. A veces trataba de imaginármelo, como se vería el ahora mismo, pero era casi imposible imaginar eso, mi memoria me fallaba por momentos y mi imaginación era delirante.

-Hoy debo ir al pueblo por más comida, ¿quieres acompañarme? Creo que ya estás lista para ver otros seres vivos que no sean plantas – me dijo Morgana. Me quede estoica, ¿salir? ¿Yo? Nunca lo hacía, solamente en mis sueños – Vamos que Talfan no está aquí para impedírmelo, hagámoslo antes de que me arrepienta.

Lesath Story: La Chica de Fuego y HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora