LA ENTRADA.

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Esta es una entrada de la primera película que vimos, mira lo que pone en ella: Greta en tierras salvajes, sesión matinal para estudiantes, 5 de octubre, una fecha que jamás dejará de ponerme nerviosa. Ignoro si es la tuya o la mía, pero lo que tengo claro es que compré las dos y esperé fuera, tratando de no caminar impaciente en medio del frío. Estuviste a punto de llegar tarde, lo que se convertiría en algo habitual. Tenía una intuición: Que no ibas a aparecer. Ese era mi presentimiento, mientras la cámara enfocaba de arriba y abajo la calle vacía en la película de aquel día, 5 de octubre, conmigo sola, en gris, caminando impaciente frente al objetivo. Y qué, pensé. Solo eres Lauren Jauregui. Aparece. ¿A quién le importa? Aparece, aparece, ¿dónde estás? Que te jodan, todo el mundo tenía razón sobre ti. Demuestra que están equivocados, ¿dónde estás?
Y entonces, desde no se sabe dónde, entraste de nuevo en mi vida, dándome unos golpecitos en el hombro, con el pelo peinado y húmedo, sonriendo, tal vez nervioso. Tal vez sin aliento, como yo.

-Hola -exclamé.

-Hola -respondiste-. Siento llegar tarde, si es que llego tarde. No me acordaba de cuál era este cine. Nunca vengo aquí. Lo tenía confundido con el Internationale.

-El Internationale? -el Internationale, Lauren, no es el Carnelian. El Internationale proyecta adaptaciones británicas de las tres mismas novelas de Jane Austen una y otra vez, y documentales sobre contaminación-. ¿Y quién te estaba esperando en el Internationale?

-Nadie -dijiste-. Estaba muy solitario. Prefiero este.

Nos quedamos quietos, el uno al lado del otro, y abrí la puerta.

-Así que ¿nunca has estado aquí?

-Una vez en una excursión del colegio para ver algo sobre la Segunda Guerra Mundial. Y antes de eso mi padre nos trajo a Taylor y a mí a ver una peli en blanco y negro, debió de ser antes de que conociera a Clara.

-Yo vengo, digamos que, todas las semanas.

-Está bien saberlo -dijiste-. Así siempre podre encontrarte.

-Ajá -respondí saboreando tus palabras.

-Vale, dime lo que vamos a ver, ¿de nuevo?

-Greta en tierras salvajes. Es la obra maestra de P. F. Mailer. Casi nadie consigue verla en la gran pantalla.

-Guau -exclamaste echando un vistazo al solitario vestíbulo. Únicamente estaban los habituales hombres con barba que entraban solos, otra pareja probablemente de universitarios y una anciana con un bonito sombrero que llamó mi atención-.Voy a comprar las entradas.

-Ya las tengo -dije.

-Vaya -respondiste -. Bueno, qué puedo comprar yo? ¿Palomitas?

-Claro. En el Carnelian hacen de las de verdad.

-Estupendo. ¿Te gustan con mantequilla?

-Lo que tú quieras.

-No -dijiste rozándome el hombro; estoy segura de que no lo recuerdas, pero yo me derretí -, lo que quieras.

Conseguí exactamente lo que quería. Nos situamos en la sexta fila, donde siempre me gusta sentarme. El mural descolorido, el suelo pegajoso. Los hombres barbudos idénticos y acomodados en butacas distantes, como las esquinas de un rectángulo. El perfil de la anciana de pie en la parte trasera, quitándose el sombrero y colocándolo junto a ella. Y tu, Lauren, con tu brazo por encima de mis hombros provocándome un escalofrío, mientras las luces se apagaban.

Y POR ESO ROMPIMOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora