El ruido sordo y hueco lo ha producido la caja, Lauren. Eso es lo que te dejo. La encontré en el sótano y la cogí cuando nuestras cosas ya no cabían en el cajón de mi mesilla. Además pensé que mi madre podría encontrar alguna de ellas, por qué le gusta fisgar entre mis secretos. Así que metí todo en la caja y esta dentro del armario, encima amontoné algunos zapatos que nunca me pongo. Cada uno de los recuerdos del amor que compartimos, los despojos y tesoros de esta relación, como la purpurina en los desagües cuando un desfile ha terminado, toda arremolinada contra el bordillo. Voy a tirar la caja entera de nuevo en tu vida, Lauren, cada objeto tuyo y mío. Voy a tirarla en tu porche, Lauren, aunque es a ti a quien estoy tirando.
El ruido sordo y hueco me hará sonreír, lo admito. Algo poco habitual últimamente, ya que en los últimos tiempos he sido como Aimeé Rondelé en El cielo también llora, una película francesa que no has visto. Interpreta a una asesina y diseñadora de moda que solo sonríe dos veces en todo el metraje. La primera, cuando sacan del edificio al matón que liquidó a su padre, pero no estoy pensando en esa vez. Es en la del final, cuando consigue por fin el sobre con las fotografías y, sin abrirlo, lo quema y sabe que todo ha terminado. Recuerdo la imagen. El mundo vuelve a ser lo que era, es lo que dice su sonrisa. Te quise y ahora te devuelvo tus cosas, las saco de mi vida como a ti, es lo que dice la mía. Se que no puedes imaginarlo, tú no, Lauren, pero tal vez si te cuento toda la historia la entenderás esta vez, por que incluso ahora quiero que lo comprendas. Ya no te quiero, por supuesto que no, aunque todavía quedan cosas que mostrarte. Sabes que me gustaría ser directora de cine, sin embargo, tú nunca fuiste capaz de ver las películas que surgían en mi cabeza, y por eso, Lauren, por eso rompimos.
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Escribí mi cita favorita en la tapa de la caja, una de Hawr Davies, una verdadera leyenda, y estoy escribiendo está carta con ella como escritorio, así que puedo sentir a Hawr Davies fluyendo a través de cada palabra. La camioneta de la tienda del padre de Austin traquetea, y por eso algunas veces la escritura me sale temblorosa, así que mala suerte para cuando la leas. Llame a Austin está mañana y nada decirle: {{¿Sabes qué?}}, él me respondió: {{Me vas a pedir que te ayude a hacer un recado con la camioneta de mis padres}}.
-Eres bueno adivinando-le dije-. Has estado cerca.
-¿Cerca?
-Bueno, sí, es eso.
-Está bien, dame un segundo para buscar las llaves y te recojo.
-Deberían estar en tu chaqueta, de anoche.
-Tú también eres buena.
-¿No quieres saber cuál es el recado?
-Me lo puedes decir cuando llegue allí.
-Quiero contártelo ahora.
-No importa, Mila-aseguró.
-Llámame la desesperada-le dije.
-¿Cómo?
-Voy a devolverle las cosas a Lauren -anuncié tras un profundo suspiro, y entonces Austin suspiró también.
-Por fin.
-Sí. Mi parte del trato, ¿no es así?
-Cuando estuvieras lista, sí. Entonces, ¿ha llegado el momento?
Otro suspiro, más profundo pero más tembloroso.
-Sí.
-¿Te sientes triste?
-No.
-Mila.
-Está bien, sí.
-Bien, tengo las llaves. Dame cinco minutos.
-Está bien.
-¿Está bien?
-Es que estoy leyendo la cita de la caja. Ya sabes la de Hawr Davies. Las intuiciones se tiene o no se tienen.
-Cinco minutos, Mila.
-Austin, lo siento. Ni siquiera debería...
-Mila, no pasa nada.
-No tienes por qué hacerlo. Es solo que la caja es tan pesada que no sé...
-Está bien, Mila. Y por supuesto que tengo que hacerlo.
-¿Por qué?
Austin suspiró del otro lado del teléfono mientras yo continuaba la tapa de la caja. Echaré de menos ver la cita cuando abra el armario, pero a ti no, Lauren, a ti no te echaré de menos.
-Por que, Mila -respondió Austin- las llaves estaban justo en mi chaqueta, donde has dicho que estarían.
Austin es una persona buena de verdad, Lauren. Fue en su fiesta de cumpleaños dónde tú y yo nos conocimos, aunque no es que él te hubiera invitado, por que entonces no tenía ninguna opinión sobre ti. No os invitó ni a ti ni a nadie de tu pandilla de deportistas gruñones a la celebración de sus amargos dieciséis. Yo salí temprano del instituto para ayudarle a preparar el pesto de diente de león, elaborado con queso gorgonzola en vez de parmesano para añadirle un extra de amargor y servido con ñoquis de tinta de calamar de la tienda de su padre. También mezclé vinagreta de naranja sanguina para la macedonia de fruta y cociné aquella enorme tarta de chocolate negro con un 89 por ciento de cacao en forma de gran corazón oscuro, tan amarga que no pudimos comerla. Tú simplemente te presentaste sin invitación acompañada de Andrew, Trevor y todo esos para esconderos en un rincón y no tocar nada, excepto unas nueve cervezas Scarpia's Bitter Black. Yo fui una buena invitada, Lauren, tú ni siquiera le deseaste un amargo a tu anfitrión un {{amargo cumpleaños}}, ni tampoco le llevaste un regalo, y por eso rompimos.
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Y POR ESO ROMPIMOS.
FanfictionLa relación de Camila y Lauren ha terminado. Después de tanto tiempo, de tantas experiencias juntas, ella ha decidido ponerle punto y final a su noviazgo. Y para que quede claro que no existen dudas al respecto ni posibilidad de segundas oportunidad...