LOTTIE CARSON

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Me parte el corazón devolverte esto, pero así quedamos igualados por que tu ya tienes el corazón roto, o eso creo. De todos modos, me resulta imposible volver a mirar a Lottie Carson, por razones obvias, así que si no te devolviera, quedaría olvidado por ahí, en algún montón de basura, en vez de que te contemple cuando abras la caja y te haga llorar con su sonrisa, su hermosa sonrisa, la famosa sonrisa de Lottie Carson.

-¿Cómo? -exclamaste contemplando a la anciana, que bajaba por la avenida.

-Lottie Carson -dije.

-¿Quién?

-La del cine.

-Sí, la vi en la última fila. Con el sombrero.

-No, esa es Lottie Carson -repetí-. Al menos, eso creo. La que aparecía en la película. Greta.

-¿De verdad? ¿Estás segura?

-No -admití-, por supuesto que no. Pero podría ser.

Salimos y tu entrecerraste tus ojos y frunciste el ceño.

-No se parece en nada a como sale en la película.

-Eso fue hace años y años -dije-. Tienes que usar la imaginación. Si fuera ella, significa que se coló en el Camelian para verse a sí misma en tierras salvajes, y nosotros somos los únicos que lo sabemos.

-Si fuera ella -repetiste-. Pero ¿cómo puedes estar segura?

-No hay manera de estar seguros -dije-. Al menos ahora. Pero ¿sabes qué? tuve una corazonada durante el gran beso del final.

Sonreíste y supe en qué beso estaba pensando.

-Tuviste una corazonada.

-No me refiero a ese beso -respondí sintiendo de nuevo tus manos que apartaban cariñosamente mi pelo de nuestros rostros-. El beso de la película.

-Espera un minuto -exclamaste, y entraste de nuevo al cine.

La puerta osciló hasta cerraste y te contemplé a través del cristal manchado como en una película desenfocada, en una copia sin remasterizar. Te acercaste apresuradamente a la puerta, te inclinaste y luego, rápido, rápido, rápido franqueaste de nuevo la puerta, me cogiste de la mano y cruzamos alocadamente la Décima hasta la tintorería. Mire la hora en el reloj de la pared, sobre los percheros que revisan cuando están buscando tu prenda. Me di cuenta de que la película había sido cortada y de que disponía de mucho tiempo antes de la hora a la que le había dicho a mi madre que estaría en casa y a la que le había dicho a Austin que  le llamaría con todos los detalles.

La ropa se movió como si estuviera en un simulacro de incendio, desfilando en una ordenada exhibición de moda y envuelta en plástico, luego se detuvo y un horrible vestido se reunió con un cliente en un abrazo arrugado. Pero empujaste mi mejilla, tu mano tan cálida sobre mi piel, y vi lo que querías que viera. Afiches los llaman, lo sé por el libro Cuando las luces de apagan breve historia ilustrada del cine.

Habías birlado el afiche del Carmelian. Este es original, antiguo, se nota en los tonos, y reposaba rugoso y feliz en tu mano. Lottie Carson, con la ventisca al fondo, preciosa en su abrigo de piel, la Belleza Cinematográfica de Estados Unidos.

-Esta chica -dijiste-, esta actriz y la señora que bajaba por la calle, ¿aseguras que son la misma persona?

-Mírala -exclamé, y tomé la otra esquina del afiche.

Tocarlo me cortó la respiración, yo sujetaba una esquina, tú, otra, una tercera mostraba el logotipo de Bixby Brothers Picture y la ultima había desaparecido, ¿ves?, rasgada y abandonada en una chincheta del vestíbulo cuando lo robaste para que pudiéramos contemplar juntos a Lottie Carson.

-Si fuera ella -volviste a decir.

-Los ojos son los mismos -aseguré-. La barbilla. Mira el hoyuelo.

Miraste hacia el final de la manzana, luego a mí y luego la fotografía.

-Bueno -dijiste-, esta es sin duda ella. Pero la señora que baja por la calle podría no serlo.

Deje de mirarla y volví la vista hacia ti, Dios mío, qué belleza. Te besé. Puedo sentir mi boca sobre la tuya, noto la sensación de lo que sentí entonces, aunque ya no lo sienta más.

-Aunque no fuera -murmuré contra tu cuello cuando se acabo; la calienta de la tintorería carraspeó para llamar nuestra atención cuando salía con su horrible vestido desmayo sobre el codo, y yo me aparté de ti-, deberíamos seguirla.

-¿Cómo? ¿Seguirla?

-Vamos -te animé-. Podremos comprobar si es ella. Y, bueno...

-Es mejor que verme comer -añadido ate leyendo mis pensamientos.

-Si quieres, podemos almorzar -dije-. O si es necesario, no sé, ¿volvemos a casa o algo así?

-No -aseguraste.

-¿Que no quieres o que no tienes que regresar a casa?

-No, quiero decir, sí, bueno, lo que tu quieras.

Te dispusiste a cruzar de nuevo hacia su lado de la calle, pero te agarré del brazo.

-No, quédate aquí -dije-. Deberíamos seguirla a una distancia prudencial.
Eso lo había sacado de Media Noche Marroquí.

-¿Qué?

-Será fácil -aseguré-. Camina despacio.

-Es mayor -admitiste.

-Tiene que serlo -continúe-. Tendrá unos..., no sé, era joven en Greta en tierras salvajes y eso fue en..., veamos -le di vuelta al afiche y busque algún dato biográfico.

-Si fuera ella -dijiste.

-Si fuera ella -repetí, y cogiste mi mano.

Y aunque no fuera, quise murmurar de nuevo contra tu cuello, aspirando tu aroma a vainilla. Vamos, es lo que pensé, mientras la película dejaba su estela de vapor en mi mente. Veamos a dónde nos conduce esto, está aventura acompañada del zumbido de la música y la ventisca de nieve teatral, con Lottie Carson abandonando indignada el iglú, y sus lagrimas de felicidad se congelarán como diamantes en su hoyuelo bajo esa luz que solo Mailer era capaz de conseguir. Vamos, vamos, deprisa hacia el final feliz con Lottie Carson escondiendo el anillo de compromiso en un bolsillo del abrigo justo cuando la palabra ~FIN~ revolotea en la pantalla, enorme y triunfante, y se produce el grail, gran beso. Esa fue la señal para mí, cariño.

Tuve una corazonada de adónde nos conduciría aquel día, 5 de octubre, Una corazonada avivada por el reverso de este afiche, la edición promocional de Lottie Carson, una cronología de su Vida y su trabajo. Su cumpleaños estaba cerca -tenía casi ochenta y nueve años-. Eso fue lo que pensé mientras descendía abstraída por la calle. Fue el 5 de diciembre lo que visualicé al caminar juntos el 5 de octubre, vamos, vamos juntos hacia algo extraordinario, y comencé a hacer planes, pensando que llegaríamos tan lejos.

Y POR ESO ROMPIMOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora