1- ¿como estás querido amigo?

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10 de septiembre de 1996.

Quizá encuentres en este viejo pedazo de papel las respuestas a aquellas pesadillas.

Quizá encuentres el por qué, del porque te he escogido.

Quizá te preguntes, por qué vez aquellas manos tras la cortina, por qué él no ha dejado de mirarte tras aquellas grietas en tu habitación, por qué aún no sabes su nombre, por qué toma de tu mano, con aquella dulce mirada engañosa

Pero a pesar de tantas preguntas…  ya sabes a quienes me refiero ¿verdad?

Antes que nada, te contaré mi breve historia, al menos lo que he recordado de ella hasta hoy y sobre lo que creo, fui alguna vez. Quizá no sea mucho, pero es mi historia. También procuraré dejar un gran espacio para que cuentes la tuya y anhelo, con mis últimas fuerzas, que hayas vencido.

 

A mi defensa, empezaré diciendo que nunca fue mi intención provocarle daño a nadie, sin embargo no me arrepiento de nada, yo tenía un propósito, el propósito de estar con ella nuevamente. La idea hasta hoy me parece lejana.

No creo en el más allá ni en algún dios que le haya dado tal castigo a un pequeño niño o don para algunos y si lo hay, pues ese dios merece el infierno más que Él.

Nací en el puerto Ruiz de Gualeguay. No recuerdo cuando nací ni en qué condiciones. Sólo sé que fue entre la primavera y el verano del 56.

Tenía tan solo ocho años, cuando aquel hijo de puta supo quién sería su próximo sucesor.

Todo era perfecto, tan perfecto como un niño pobre y conformista puede imaginarlo. Jugaba en la calle hasta tarde con Jhoni, María, Malcon y José. Tomábamos leche y pan que nos daba la señora Montalvo, luego regresaba a casa, donde me esperaba un plato de fideos con queso y una madre cansada, pero alegre.

Podría decirse que era feliz, en mi inocencia, “brillante y puro”  sin maldad alguna.

Me vi hecho un barranco de agua pútrida, de la cual no beberían ni los caballos del demonio. Donde hasta día de hoy las sombras danzan amontonadas, se rozan y cogen hasta el cansancio. Me usan, y en todo momento están ansiosas por devorar mis ojos. Y sus cánticos, sus malditos cánticos indescifrables y llenos de maldiciones. Me llenan de miedos e inseguridades

Todo es mierda… y muerte.

Podrían considerarse mis últimos escritos en vida, si a esto puede llamársele así.

Deposito mis últimas esperanzas en ti.

Estoy viejo; decrépito, o al menos así me siento. Temo a las sombras, a ella, a él y a mis propias manos también.

Me encuentro a orillas del mar rojo y hace varias horas que se puso el sol, aunque el reflejo de la luna parece una bola de fuego gigantesca.

Había olvidado lo bella que es la noche.

Mis manos tiemblan, trato de prepararme para lo que está por venir, las olas del mar chocan contra la orilla y arrastran tu cuerpo hacia el centro, debajo de la luna, a sus manos.

El diario de un muerto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora