e p i l o g o

1K 81 32
                                    


Mayo

El calor era insoportable desde cualquier lugar porque el día anterior había llovido un poco y la tierra aún estaba húmeda, aunque eso sólo hacia el bochorno más insufrible. El sol quemaba la piel dejando marcas rojas a su paso, pero había un poco de viento fresco anunciando al verano, eso traía consigo tardes lluviosas y mañanas llenas de niebla.

Londres era una locura con el clima últimamente.

La gran Suburban color blanco estacionó fuera de la plaza comercial, el aire acondicionado de dentro se apagó y del vehículo bajaron tres pequeños críos haciendo un alboroto.

Mike, que era el mayor, tomaba por la mano a Thomas, el moreno era un destructor de sólo cuatro años con ojos color café y largas pestañas rizadas; a su vez del otro brazo colgaba el travieso de Charlie que con dos años, tenía un historial más temible que cualquier bravucón del colegio de su hermano mayor, con el cabello color chocolate y lacio hasta la muerte tenía cierto toque de ternura, aunque fuese la encarnación del diablo, el pequeño tenía una mirada fría y manipuladora, igual a la de Zayn cuando estaba de malas, ojos mieles con destellos grises.

Pero eran los bebés de Zayn y no importaba lo que la gente dijera y si fuera cierto o no. Para él eran unos angelitos.

El clan de niños Payne vestía siempre conjuntos iguales: pantaloncillos cortos en diferentes tonos neutros, Vans en colores oscuros y camisetas que los dejaban transpirar libremente. Junto a ellos, su papá Zayn sostenía en brazos a Emma, la menor de la familia, su hermana pequeña, su tesoro.

Tenía apenas ocho meses y era un encanto de bebé, siempre sonriendo coqueta a todo el mundo, balbuceando en las mañanas a sus padres y dando amor por doquier en abrazos y húmedos besos. Era una réplica de Liam, posiblemente sólo heredando los ojos de Zayn.

— ¿Vas a comprarme un equipo de natación nuevo? ¿A qué sí, papá? — alardeó Thomas brincando por las líneas amarillas del paso de peatones.

Ya veremos, cariño — con maestría dejó a su bebé en el asiento del carrito de compras, asegurando muy bien los cinturones.

Pero papi dijo que me compraría uno nuevo para nadar en la piscina — la  mirada del moreno se posó en su esposo, que ya tapaba nervioso la boca de su hijo y sonreía avergonzado.

Liam... — regañó molesto.

Sus hijos no eran precisamente un grupo de angelitos caídos del cielo, aunque el moreno no estuviera ni cerca de admitirlo en voz alta porque él siempre defendería que sus bebés estaban bien educados.

Aunque en el fondo no importaba porque Zayn se esforzaba montones por educarlos bien y que fueran de un modo más amable y cortés, pero entonces Liam iba a hablar sobre una broma que tenía planeada, haciendo que lo que Zayn dijera pareciera basura y eso terminaba en sus hijos metidos en problemas junto con su marido.

No entendía como en el vecindario no los odiaban ya.

Sólo lo mencione — se justifico rápidamente.

Los años pasados no había sido un camino de rosas precisamente, desde que tuvieron a su primer hijo las cosas cambiaron para ambos. Hubo muchos desacuerdos en un principio, porque nadie te enseña como ser padre, también el hecho de que Zayn se embarazó de nuevo muy pronto y también el que Liam supiera y tuviera bien presente que su esposo había cambiado mucho desde la infidelidad, aún era su Zayn y lo amaba por eso, pero ya no era el niño ingenuo del que se enamoró, había madurado y eso, muy a pesar del castaño, le dolía.

Aunque el ojimiel era cariñoso con él y con sus hijos, nada de eso se compraba con lo empalagoso que acostumbraba ser cuando novios.

Liam era feliz, por supuesto que sí, pero no podía evitar pensar en esos años, donde lo tenía todo y no lo sabía; su pequeño error le cobraba factura a diario, causándole un malestar en el pecho que sólo se iba cuando Zayn le repetía una y otra vez que ya no dolía, se amaban y eso era lo más importante.

Still Loving YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora