Capítulo XVII

1 0 0
                                    

–¡¿Qué es eso?! –preguntó Kaylor cuando al fin paramos de huir para no perder a los caballos, y nos dimos la vuelta, mirando a los Guerreros Nevados llegar.

–Son viejos amigos, los Guerreros Nevados. –contestó Nargan, preparado para luchar, con su espada en la mano.

–¡Son Guerreros Nevados, son inmortales! ¡Nos van a matar en cuestión de segundos! –exclamó Leisek.

–¡Joder, son demasiados! –

–¡Esa boca, Leisek! –añadí.

–Se acabó... –murmuró Daylor.

Seguidamente, el elfo preparó una de sus flechas y me apuntó con su arco, disparándome la flecha en el pie, la cual se clavó sin dificultad alguna en este, y comencé a gritar de dolor.

–¡Deja de ser una princesita en los momentos importantes! ¡Vamos a morir! –dijo Daylor mirándome mientras me intentaba sacar yo mismo sacaba la flecha del pie, con mucho dolor.

Los Guerreros Nevados siguieron corriendo hacia nosotros para matarnos, y justo antes de alcanzarnos, un resplandor de luz azul iluminó toda la pradera helada, tirándonos al suelo a nosotros y al grupo de Guerreros Nevados que nos perseguían.

–¿Qué... Ha sido eso...? –pregunté levantándome del suelo, algo dolorido.

Al mirar al frente, vi a un gran caballo negro con grandes e imponentes alas, se trataba de un Pegaso.

Al mirar al frente, vi a un gran caballo negro con grandes e imponentes alas, se trataba de un Pegaso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

–Un Pegaso... El Protector de la Pradera... –murmuré mirando a la criatura, aún asombrado.

–Un Pegaso... ¡Asquerosa criatura alada! ¡Aléjate de aquí! –añadió uno de los Guerreros Nevados levantándose del suelo.

Seguidamente, la criatura corrió hacia el Pegaso, y antes de llegar a atravesarlo, el animal movió sus alas con fuerza, haciendo volar por los aires al Guerrero Nevado, el cual cayó varios metros adelante, hundiéndose en la nieve, mientras los demás se levantaban y escapaban del Pegaso.

–Santos Dioses de Throndill, es... Es... ¡Es un Pegaso de verdad! –dijo Kaylor emocionado levantándose del suelo y acercándose al Pegaso.

Sin embargo, este aleteó cuando yo lo iba a tocar, indicándome que no podía hacerlo, y aparté mi mano. Sin embargo, cuando Kaylor fue a tocarlo, este apartó su cabeza, pero después de unos segundos, dejó que el elfo lo tocase.

–¿A mí no me deja tocarlo y a él sí le deja? Eso no es justo... –añadí decepcionado mientras trataba de no mover mucho el pie.

–Mirad... Creo que Kaylor le ha caído bien. –dijo Nargan mirando al Pegaso, mientras se limpiaba la nieve de la ropa.

–A lo mejor le deja montar y todo. –dijo Leisek.

–¿Y si le pongo un nombre? –preguntó Kaylor emocionado, mientras no paraba de acariciar al Pegaso.

–Y... ¿Qué nombre le pondrás? –añadió Vylleinor.

–Déjame pensar... –murmuró Kaylor, que se quedó pensando hasta que se le ocurrió el nombre perfecto.

–Creo que le llamaré... Ivory, me gusta el nombre. –dijo el elfo mientras Daylor, su hermano, observaba la escena sonriendo.

–Sí, muy bonito, ¡¿Pero cómo me quito la flecha del pie?! ¡Duele muchísimo! –añadí agarrando la flecha con mi mano derecha.

En ese momento, Leisek se acercó a mí y agarró la flecha, y cuando parecía que iba a sacarla con cuidado, me la arrancó de cuajo del pie, haciéndome gritar silenciosamente para que mi dolor no se notase tanto.

–Arreglado. –dijo Leisek sonriendo con un poco de malicia mientras se alejaba.

–Volved a por los caballos, tenemos que salir de los Valles Helados cuanto antes. –ordenó Nargan mientras yo buscaba una forma de parar la sangre que salía de mi pie.

Kaylor se montó en Ivory, y el Pegaso relinchó y se puso sobre sus dos patas traseras, tirando al suelo al elfo.

–¿Qué pensabas que iba a pasar? –preguntó Rebekya entre risas.

–Que se iba a estar quietecito, eso pensaba. –contestó Kaylor levantándose del suelo.

Rebekya se montó en mi yegua, mientras que yo me monté detrás de ella, al no poder controlar bien al animal, pues me seguía doliendo el pie demasiado. Mientras cabalgábamos hacia el final de los Valles Helados, Rebekya me miró durante unos segundos, y fue entonces cuando vio el arañazo en la frente que me hice cuando caí de aquella montaña al llegar a los Valles Helados.

–Neith, ¿Eso es la cicatriz de una batalla? –preguntó la chica con curiosidad.

–Pues... ¡Sí! Fue de una batalla épica, de la que casi no salgo vivo, una batalla contra un gran Troll de las Montañas. –expliqué mientras me iba inventado todo sobre la marcha.

–¿De verdad? Cuéntame más. –añadió Rebekya, mientras los demás se miraban entre ellos, riéndose en voz baja.

–Pues... Verás... Estaba yo en una montaña rocosa, enfrentando a un gran Troll que me había robado mi oro. –comencé a contar mientras me lo inventaba todo sobre la marcha, gracias a mi gran imaginación.

–Y tras una larga batalla que duró más de 10 minutos... Conseguí vencer al Troll, pero me dió un fuerte golpe, y al estamparme contra una de las rocas, antes de morir, me hizo esta cicatriz en la frente. –terminé de contar.

Mientras Rebekya parecía impresionada, los demás se empezaron a reír y se miraron entre ellos, hasta que Leisek decidió hablar.

–Hubo una avalancha y se cayó desde lo alto de la montaña, y acabó enterrado en una bola de nieve. –

Tras decir eso, empezaron a reírse sin parar, y Rebekya me miró y comenzó a reírse también. Sin embargo, al verlos a todos así, no me enfadé, como haría normalmente, si no que sonreí un poco, y contagiado por la risa de los demás, no pude evitar reírme a carcajadas también. En ese momento entendí que me había convertido definitivamente en uno de ellos, cuando todos nos reímos juntos y sin malicia alguna. Por primera vez no me había enfadado por algo que habían dicho sobre mí, ni porque me hubiesen arruinado la historia, simplemente... Fui un Dragón Rojo y me reí, no de mí mismo, si no con los demás. Y la sensación fue muy buena, entendiendo que, por fin, tras muchos años de soledad, había conseguido verdaderos amigos.

Throndill: El Secreto Del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora