-¡Ve a buscar la pelota!
Rebecca soltó la correa de su perro, y vio cómo su querido Wilbur salió disparado a buscar la pelota.
El día no podía estar mejor. Era una mañana de verano fresca pero soleada, y en el bosquecillo de ese parque no había rastros de nadie más que de ella y Wilbur. Bueno, también estaban los restos de la "diversión" de la noche anterior: latas de cerveza, vasos de plástico y restos de cohetería y cigarrillos. Caminando, de vez en cuando, se observaban zapatillas que buscaban a su otro igual para formar el par o un envoltorio de preservativo.
-Qué basural, por Dios.
La escena era muy común todos los veranos.
Era julio, inicio de las vacaciones de verano estudiantiles y, como todos los años, un gran contingente de estudiantes iban a ese parque a celebrar que hasta septiembre no tenían siquiera que pensar en la escuela.
Rebecca pensó en aquella época de cuando ella era joven. Los picnics, los paseos en bicicleta con su familia o las tardes en la playa con su novio, del otro lado del bosque. Sonrió ante la memoria de esos interminables días calurosos en los que iba con sus amigas a comprar helado para refrescarse, o a la pileta de sus primos a pasar un día con la familia completa. Las noches de cine con Robert...
De repente Rebecca notó los ladridos. Se había quedado pensando en el pasado tanto tiempo que no había notado que Wilbur no había vuelto. Sus ladridos eran casi imperceptibles desde donde ella estaba.
"Qué perro bobo", pensó la mujer. De seguro se había perdido y ahora no sabía cómo volver. Dado que no tenía otra opción que ir a buscarlo, se puso a la marcha para traerlo de vuelta.
-¿Qué te pasa que estás ladrando como un loco?- Le dijo al perro una vez que lo encontró a mitad del bosque, ladrando como un desaforado.- ¡Cálmate de una vez!
Pero el perro no se calmaba. Ladraba hacia su izquierda, en donde había un pequeño claro. Rebecca le puso la correa al perro y lo ató a una rama de árbol para que no se escapara, y luego se dirigió al claro para revisar qué había ahí que hacía ladrar a su perro.
-Mierda. Tendría que haber traído los lentes.
La mujer caminó, dado que era lo único que podía hacer considerando que no veía de lejos a la perfección. Al instante notó una fogata apagada y un par de sillas de camping tiradas.
Y luego... la vio a ella.
Una sensación de estupor, terror y asco pasó por el cuerpo de Rebecca como un rayo, ella no podía creer lo que estaba viendo. Una jovencita, una adolescente de tal vez diecisiete años estaba tirada en el piso cubierta de sangre y golpes que contrastaban con su pálida piel. Una roca al lado de la muchacha estaba cubierta de sangre al igual que la chica, además de tener pedazos de carne y cabello.
Ella estaba desnuda.
Rebecca, a unos pasos de la escena, de repente sintió unos fuertes deseos de vomitar, de llorar, de llamar a sus hijas. Se vio a sí misma, de niña, jugando a las escondidas con sus compañeros de escuela en ese mismo claro y, ya más grande, haciendo el amor con Robert.
Se apoyó en un árbol cercano, ya que las piernas no le respondían. No podían sostenerla.
Con mano temblorosa buscó su teléfono celular en el bolsillo de su campera. Marcó, con miedo, unos números que pensó que nunca tendría que marcar en su vida y esperó.
-Emergencias, ¿en qué puedo ayudar?
-Ayuda, por favor- la mujer estaba sollozando incontrolablemente, el horror de la escena la había perturbado.- Bosque... en el bosque, hay una... una nena muerta. ¡Dios mío!- Se largó a llorar sin prestar atención a lo que la operadora le estaba diciendo. En un árbol a la distancia su perro Wilbur seguía ladrando sonoramente.
Era un día tranquilo de verano, en un bosque tranquilo, en un pueblo tranquilo.
O al menos eso era lo que Rebecca había pensado hasta esa fatídica mañana de julio.
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El pájaro y otros cuentos
Mystery / ThrillerAves que buscan venganza en la espesa noche, espíritus que viven en los bosques, hermanos que se odian y sombras que aterrorizan reinos. Todos estos temas y más aparecen en los cuentos de esta antología, en donde el crimen, la venganza y el suspenso...