El color naranja y rojo del fuego de una chimenea ardiendo era lo único que iluminaba la habitación oscura en la que se encontraban. Habían pasado un par de horas desde que habían descubierto la muerte del rey y la reina. ¿Cuantas? La verdad es que ninguno podía decirlo con exactitud.
En cuanto todos salieron de su impresión inicial, James había solicitado llamar al general de la guardia del castillo y quien había sido su jefe hasta ese momento: Alastor Moody. O mejor conocido por muchos como Ojo Loco. Él había inspeccionado el lugar y recolectado toda evidencia posible de lo que había ocurrido esa noche. Interrogaciones, indagaciones y más se llevaron a cabo. Hasta que al fin, por lo que parecía había sido casi imposible, el castillo entero se llenó de un silencio mortal. Si sus habitantes estaban dormidos o guardando el luto como los dos jóvenes príncipes, aquello era un total misterio.
James había sido el primero en dejarse caer en uno de los sillones frente a la chimenea. Remus se sentó a su lado, le palmeo la espalda un poco en señal de apoyo. Los dos estuvieron en silencio por unos momentos. La puerta de la antesala se abrió de golpe, dejando entrar una brisa helada y al propio Sirius Black, quien entre sus manos venía cargando una botella de lo que se veía era Wiskey de fuego y tres vasos de cristal.
―Bien amigos, creo que después de lo de hoy, necesitamos un poco de esto ―dijo Sirius sirviendo un trago para cada uno de los presentes.
―¿Donde sacaste esto? Estoy seguro que las cocinas están cerradas ―inquirió James alzando una ceja y tomando el vaso que Sirius le había entregado. Parecía que era más fácil pensar en las locuras que su amigo se inventaba que en todo lo demás que ocurría a su alrededor.
―Tengo mis métodos ―informó Sirius encogiéndose de hombros, quien solo se había guardado una copia para si del gabinete de licores desde que era un jovenzuelo y comenzó su servicio bajo el ejercito del rey, justo al tiempo en el que comenzaba su amistad con James. Eso había sido de mucha ayuda para dos jóvenes que habían querido aventuras de todo tipo.
Remus no pensaba lo mismo, rodó los ojos para poner algo de humor en la conversación ―. Sabes que esa cocinera le dio su llave ―dijo dándole un sorbo a su copa.
James soltó una risa de lado ―. Ahora entiendo porque siempre parece estar comiendo cuando pasa por aquí ―Sirius se encogió de hombros sin decir nada más ―. ¿Hay alguien en este castillo con quien aun no te hayas acostado? ―. Antes de que Sirius pudiera responder, una pequeña mano femenina le arrebató su vaso. Isabell Potter le dio una mirada fría antes de beberse todo el contenido del vaso en un par de sorbos ―. ¡Isabell, pero que mierda...esa no es agua! ―exclamó James alarmado.
―Precisamente ―afirmó Isabell devolviéndole el vaso a Sirius y entregándole un sobre a James ―. Han pedido hacer una ceremonia de coronación mañana. Pedí que fuera lo más sencillo posible, pero todo el mundo se ha negado, parece mi querido hermano que mañana aparte de recibir la corona, conocerás a las futuras candidatas a ser tu esposa ―dijo mirando dudosamente la botella entre la mesa delante de ella. Parecía que un sorbo más no estaría nada mal.
―¿Tan pronto? Creí que serías algo como una reina provisional hasta que decidiera casarme ―James chasqueo los dientes. La verdad es que él no tenía planeado casarse tan pronto. Quizás en un futuro, pero aun no podía encontrar a la mujer que moviera su mundo de cabeza. Llamenlo, loco o romántico, pero su vida funcionaba bien, con diversión de cuando en cuando para ese momento.
―Bien...ve a pelear con todos los miembros del consejo y su tradición arcaica. Es tu turno hermanito ―afirmó Isabell, revelando el por qué de su mal humor en ese momento ―. No puedo ser mas de un mes tu reina, por lo que debes ir pensando en sentar cabeza.
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El reinado de un Gryffindor
RomanceAU. Con la muerte repentina de sus padres, James Potter tiene que tomar su lugar como heredero a la corona. Sus responsabilidades son claras, olvidar la vida como soldado, debe de ser soldado y rey. Pero si de responsabilidades se trata, él no es el...