La noche pasó sin mayor percance, dando paso al día.
Koharu despertó de golpe tras escuchar unos fuertes golpes provenientes de la puerta, por poco se cae de la cama debido al susto, afortunadamente reaccionó a tiempo y lo evitó. Se levantó algo mareada, sobándose la cabeza por el ligero malestar que adquirió por los movimientos bruscos, y después de casi caerse de nuevo debido a la diferencia entre esa extensa cama y el pequeño futón de su casa en la tierra, se dirigió a la puerta, palpando su entorno para no tropezar con nada, para ver de quién se trataba.
Cuando abrió se encontró con lo que su borroso campo de visión identificaba como un hombre muy alto y fornido, vistiendo una brillante armadura, en palabras mucho más simples, un caballero del reino.
—a-ah— la pelirroja dijo sorprendida. —¿s-sí? —
—buen día, señorita— el hombre saludó educado. —he venido a escoltarla al jardín real para iniciar el entrenamiento, el rey y los demás héroes ya se encuentran ahí—
—a-ah... ya veo— la pelirroja asintió una vez procesó y comprendió la situación. —e-esto, en un segundo voy, necesito peinarme—
El hombre asintió pacientemente.
—entendido, la esperaré en el pasillo—
Koharu volvió a asentir y cerró la puerta una vez el hombre se alejó. Soltó un suspiro algo pesado, pues aquella interacción fue inesperada, y con cuidado se dirigió hacia su cama, sentándose en esta.
Miró la mesita que se encontraba a un lado y, después de rascarse los ojos ligeramente para orientarse lo mejor que podía (pues todavía se encontraba mareada, acababa de despertar después de todo), tomó su liga para el cabello, para seguido a esto hacerse su típica cola de caballo que tanto le gustaba.
Se estiró y regresó la mirada al lugar, en busca de otra cosa, sonrió una vez logró localizarlo.
Un pequeño, casi minúsculo estuche con un par de compartimentos, lo abrió, para después sacar de estos un par de discos transparentes y con sumo cuidado colocárselos en ambos ojos.
Así es, Koharu usaba lentes de contacto, y estaba más que agradecida consigo misma por no haberse olvidado del estuche en su casa al salir, como ya varias veces le había sucedido.
Había comenzado a usarlos poco antes de cumplir los 16 años, casi al mismo tiempo en que decidió dejarse crecer el pelo. Y es que su apariencia en esos tiempos realmente no era la mejor, a los ojos de cualquiera que no la conociera (o sea prácticamente todo el mundo), parecía un pobre chico nerd desaliñado, cosa que no le favorecía mucho, de hecho no lo hacía en lo absoluto, a la hora de ir a comprar las cosas que le gustaban, además a pesar de estar completamente acostumbrada a aquella apariencia la verdad es que no le agradaba del todo, así que después de pensarlo un poco decidió cambiar y comenzar a arreglarse lo más pronto posible, y, con algo de esfuerzo logró conseguir su look actual.
Se estiró nuevamente, y dedicó una última mirada a la mesita al lado de la cama, sobre la cual recién notaba la presencia de una prominente bolsa de tela, cuidadosamente cerrada con un cordón que formaba un moño en la parte que sellaba.
Se sorprendió puesto que en ningún momento había notado aquella bolsa antes de ponerse sus lentes de contacto, ¿de verdad era tan ciega sin ellos?
Rió por su torpeza y suspiró, tomando la bolsa para tratar de identificar su contenido, se sentía como... monedas.
Muchas monedas, bastante pesadas de hecho.
Con curiosidad y para asegurarse de no estar equivocada, abrió la bolsa para revisar correctamente el contenido y, efectivamente, eran monedas.
Montones de monedas de oro, brillando con intensidad.

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Nuevos caminos
AdventureKoharu Oshima es una chica un con gustos un tanto únicos. Un día al regresar de comprar cosas para satisfacer su peculiar hobbie, muere, sin embargo poco después despierta sana y salva en un lugar completamente desconocido para ella. ¿qué hará una v...