Un buen rato había pasado desde que Koharu salió del castillo, ahora se encontraba caminando por el pueblo en busca de algún lugar para refugiarse mientras pensaba en que hacer, ahora que estaba exiliada.
Seguía sin poder procesar correctamente lo que había pasado hacía momentos atrás, no podía creer que su propia compañera de equipo no solo haya desprestigiado sus habilidades (aunque esto era entendible, era pésima y lo sabía), sino que haya provocado su exilio al hacer acusaciones tan graves en su contra. Y es que sí, a lo mejor le hizo alguna que otra mirada extraña, pero nunca fue mal intencionada, si acaso eran unos cuantos minúsculos accidentes provocados por el poco control que poseía sobre sus instintos carnales, le pudo pasar a cualquiera, ¿no?
Siguió caminando hasta que eventualmente llegó a las afueras del pueblo, topándose con un frondoso bosque, hacia el cual miró un par de minutos antes de decidir entrar. Ahora se arrepentía un poco de no haber buscado a profundidad por un par de zapatos como los de sus (ex) compañeros, pues al menos a simple vista se veían más cómodos que sus tenis, los cuales estaban comenzando a lastimarle, pues si bien estaba acostumbrada a caminar sin parar por un buen rato (debido a las veces en que ha tenido que ir a alguna tienda a pie), las calles de Japón no se comparaban en nada al terreno rocoso que rodeaba aquel lugar.
Pasados ya unos minutos paró de caminar y se sentó sobre un tronco seco para descansar sus pies, se quitó los tenis y se estiró lo más que pudo, por fin podía descansar.
Pero el momento de paz no le duró demasiado, pues su cerebro comenzó a llenarse con todo tipo de pensamientos negativos sobre los sucesos anteriores.
Soltó un pesado suspiro mientras se cubría el rostro y trataba de retener sus lágrimas y leves sollozos se le escapaban, se sentía... triste, frustrada, impotente.
No es que aquella sensación de soledad fuera algo nuevo para Koharu, ya un par de veces había sido víctima del rechazo, de la humillación por parte de terceros debido a algún incidente. Pero jamás se imaginó que viviría algo así en este nuevo entorno (en el cual ni siquiera se imaginaba en primer lugar), mucho menos de parte de alguien en quien supuso que podría confiar, era decepcionante, doloroso, como mil puñaladas directo a su pecho.
Suspiró, limpiándose las lágrimas con la manga de su camisa, y comenzando a respirar intentando calmarse, no valía la pena ponerse mal a estas alturas, el daño estaba hecho, ahora tenía cosas más importantes de que preocuparse.
Se volvió a poner los tenis, se levantó y miró a su alrededor mientras se estiraba, en busca de algo que pudiera utilizar como fuente de comida o de agua, puesto que tenía hambre, no había comido adecuadamente desde que llegó al otro mundo (aunque el ramen instantáneo y la soda tampoco eran el alimento más sano del mundo), y ni hablar de lo que llevaba del día, ni siquiera había podido desayunar.
Hasta que algo a unos cuantos metros de distancia llamó su atención, era nada menos que un río. Se acercó a este y observó un par de segundos para comprobar si podría sacarle algún provecho, segundos después un pescado saltó del río, cosa que la alegró, ya tenía comida.
Sobre el agua no estaba segura del todo, nada podía asegurarle que fuera potable, así que no la tocaría hasta asegurarse.
Procurando recordar la ubicación del río, Koharu se volvió a adentrar al bosque en busca de ramas secas para hacer una fogata, tardó alrededor de media hora en reunirlas pues quería asegurarse de tener la mayor cantidad posible.
Pero después de agruparlas en el suelo a una distancia suficiente para no causar algún incendio o algo parecido en el bosque, le surgió una importante duda, ¿cómo encenderá la fogata?
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Nuevos caminos
AdventureKoharu Oshima es una chica un con gustos un tanto únicos. Un día al regresar de comprar cosas para satisfacer su peculiar hobbie, muere, sin embargo poco después despierta sana y salva en un lugar completamente desconocido para ella. ¿qué hará una v...