Capítulo 4| Confesionario

632 132 227
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Levi podía ser un experto robándome suspiros y manejar una técnica de defensa muy interesante, pero con todo, no era capaz de leer la mente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Levi podía ser un experto robándome suspiros y manejar una técnica de defensa muy interesante, pero con todo, no era capaz de leer la mente. Yo sería la única dueña de tales pensamientos caóticos, al menos hasta que encontrase la manera de dárselos a conocer sin morir en el intento.

—Nada en particular, Levi. Solo estaba buscando una buena excusa para justificar mi tardanza. —Giré la cabeza mientras le sonreía con sarcasmo.

Bajó la vista y tomó un sorbo del líquido sobrante. Me di cuenta de que la sostenía de una forma bastante peculiar: no la tomaba del asa, sino de los bordes. Además, levantaba demasiado el brazo, hasta la altura de la barbilla. Me dio la impresión de que estaba tranquilo y que ya me había perdonado, así que podía respirar en total reposo.

—Agradece que mi té no estaba tan caliente, de lo contrario sí que habríamos tenido problemas —habló con formalidad.

Si la temperatura hubiera sido elevada, ambos nos habríamos llevado un par de quemaduras como recuerdo. Me pasé la mano por la frente y sentí pesar ante dicha idea, ya que un accidente aparatoso no era la mejor forman de iniciar una relación de cualquier tipo. Al parecer tenía predisposición a generar este tipo de situaciones, Hange era un ejemplo evidente.

Hange, casi lo olvidaba. Tenía que largarme de inmediato.

—Oye, Levi. Fue divertido ver cómo encendías el garrafón para conseguir agua caliente y todo eso, pero en serio necesito irme.

—¿Acaso el té se prepara solo?

—No, supongo que tú puedes lidiar con eso. —Me crucé de brazos, enfadada ante su cambio de actitud repentino.

—Sí, tal vez, pero quiero que tú lo hagas.

—¿Qué dices? ¿Me viste cara de tu sirvienta?

—Interprétalo como quieras. Pero hasta donde recuerdo, tú misma te ofreciste a reparar el daño. Me parece justo, considerando que fue tu ineptitud la que ocasionó este percance. —Apoyó un pie en la pared, alzó la cabeza permitiéndome atisbar en su delicada barbilla.

A FOUR LETTER NAME© [VOL. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora