"Siempre me dejas queriendo más...
Las fresas y los cigarrillos siempre saben a ti."
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A Jisung le gustaba ver al chico de mirada triste que salía a fumar sentado sobre el columpio, en medio de la noche.
...
Definitivamente para Jisung no era nada divertido sentarse a la orilla del puente más alto de Seúl, si hacía algún mal movimiento, caería al agua y se ahogaría.
-¿Y si caigo?
-No caerás, sólo sostente de los tubos y relájate.-dijo Minho mientras tomaba asiento en el concreto, dejando colgar sus pies y sostenía sus brazos en la seguridad de metal que había en el puente.
El castaño lo veía un par de pasos alejados, dándose una cachetada mental al permitir que Lee lo llevara a divertirse. Entonces, se dió cuenta de que las expresiones de el mayor eran una pequeña sonrisa acompañada de ojos asombrados viendo el paisaje que se reflejaba en la cristalina agua. Kilómetros y kilómetros de agua pura. Aunque ni lo lo quisiera aceptar, eso lo relajó un poco.
Entonces se acercó al contrario a pasos lentos y se sentó a su lado. Sus piernas temblaban, su labios inferior se separó un poco del superior y se dedicó a disfrutar. El sonido de el agua chapotear, las aves cantando, un par de árboles a la orilla y el sol comenzando a desaparecer realmente lo tenían fascinado. -¿Quieres?- Minho le ofreció un par de caramelos sabor café con mantequilla. -Está bien.- agradeció y tomó uno.
Minho suspiró una vez que puso el dulce en du boca.-Hace mucho que no veía un lindo paisaje, libre de smog, libre de mierda...
Jisung asintió lentamente.
-La ultima vez que ví uno, fue en las vacaciones familiares. Papá nos llevó a mamá y a mí a una playa en México. Fue lindo
-¿Te gustan las playas?.- cuestionó el de cabello naranja -Sí. ¿A ti?
La mirada de Minho se oscureció un poco, eso asustó a Jisung. Su semblante se volvió serio y palideció, como si...
-Papá...-empezó a hablar el mayor.-Sólo una vez he ido a la playa y papá se encargó de crearme un trauma-suspiró pesadamente, pero siguió hablando-. Estábamos en una especie de paseo y me lanzó de una roca alta hacía el mar... casi muero.
Jisung sintió un nudo en la garganta al escuchar lo débiles y tortuosamente lentas las palabras que salían de los labios de Minho.
-Supongo que fue solo un accidente. ¿No?
-Tenía sólo 6 años...
Algo no andaba bien y eso claro estaba, así que Han decidió levantarse.-Creo que deberíamos irnos. Vamos a casa, mis padres no están.
Minho levantó su mirada a el contrario y asintió, guardó la envoltura del caramelo en su chaqueta y siguió al menor por el camino que atravesaron para llegar.
Pasaron por un pequeño tramo sin establecimientos, después una heladería, una tienda de útiles escolares, una licorería, un restaurante, la tienda de convivencia y finalmente llegaron al barrio donde vivía el menor.
-¿Qué hora es?
-Las... 8:34pm
-Es temprano. ¿A donde vamos?
-A mi casa, te dije que mis padres no están.
Minho río.-¿Te das cuenta de que estás dándole entrada libre a un desconocido a tu casa? Puedo ser un secuestrador o un ladrón
Jisung también río.-Sé que no lo eres, solo cállate y entra.- dijo abriendo la puerta del hogar.
El mayor se encogió de hombros y comenzó a recorrer con su mirada la propiedad de los Han. Muros blancos, muebles de madera, algunas pinturas -de probablemente un costo alto- colgadas por los alrededores y un peculiar olor a café.
Su mano fue tomada por la ajena y después de dedicarse una sonrisa, Jisung dirigió a ambos a su habitación subiendo por las escaleras y caminando por aquel pasillo donde su madre le advertía de que podría caer. Una vez en la habitación cuya puerta remarcaba "H. J" en letras negras, se soltaron de las manos y el menor se tumbó en la cama.
Nuevamente, Minho se dedicó a observar todo en silencio, caminando de un lado a otro con sus manos tras su espalda: había una computadora con un par de pequeñas -que también lucían costosas- bocinas, un armario, un escritorio donde habían por lo menos cinco envases de leche de fresa vacíos; sonrió ante ese detalle.
Por último, se dirigió al otro lado de la habitación y observó lo que más llamaba la atención; un enorme librero, con libros de todos los tipos, tamaños, colores y títulos.
-Te gusta leer. ¿No es así?
-Es algo muy entretenido, ha decir verdad.-murmuró Jisung adormilado desde su cama, a su vez trataba de fingir un acento educado y grave.
Minho asintió mientras tomaba un libro de la repisa-: "Edipo Rey".
-Es mi libro favorito.- sonrió el menor
-¿De qué trata?-preguntó el de cabello naranja dándole una hojeada rápida.
El menor se incorporó en la cama ya que comenzaba a quedarse dormido y se dirigió a el pelinaranja para tomar de sus manos el libro, sentarse de nuevo en el colchón y palmear su costado, indicándole a el mayor que se sentara a su lado. Minho obedeció.
-Edipo fue un hijo de reyes en una ciudad de la antigua Grecia. Para informarse un poco sobre cómo sería el futuro de la familia, los reyes acudieron a algo llamado "el Oráculo de Delfos", ahí se reflejó una especie de profecía sobre que el hijo, o sea Edipo, mataría a su padre, o sea el rey, y se casaría con su madre, o sea la reina. Entonces, los padres entre el miedo y la desesperación, mandan a su hijo a manos de un sirviente a un río en otra ciudad, atándolo de pies y manos con la esperanza de que muriera y librarse de su destino. Sin embargo, fue rescatado por un pastor, que a su vez lo llevó con los reyes de esa otra ciudad... ¿Me estás escuchando?
Jisung se dio cuenta de que en realidad el mayor estaba haciendo todo, menos escuchándolo. Los ojos de Minho recorrían sin pena cada facción, cada lunar, cada poro de Jisung. Al escuchar la voz ajena, salió de su trance.
-Sinceramente no.
Jisung sonrió dejando el libro de lado y recostándose nuevamente.-¿Enserio?
-Acabo de aprender tres cosas.-dijo Minho correspondiéndole la sonrisa al menor, situándose a su lado y viéndolo.
-¿Cuáles?
-Que, aunque deteste a las personas que hablan mucho, a ti te podría escuchar por horas. Que, te gusta mucho la leche de fresa, y, que no eres tan tonto como lo pensaba.
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