OCTUBRE DE 2011

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San Francisco, California

Incluso desde lejos alcanzo a ver lo joven que está.  Más joven que la primera vez que lo vi.

Sus amigos y él llevan un par de horas dando vueltas por Lafayette Park en Skate, y ahora están despatarrados sobre el césped, bebiendo Gatorade a grandes tragos y pasándose una bolsa de Doritos.

—Disculpa. Las cabezas de ocho adolescentes de dieciséis años se vuelven hacia mí con expresión de extrañeza y luego de curiosidad.

— ¿Eres  Kellin? —pregunto  y  espero  a  que  él  asienta,  aunque  estoy  segura  de  que  es él.  Lo reconocería en cualquier parte—. ¿Puedo hablar contigo un momento, en privado?

Él frunce el ceño, pero se pone de pie y coloca su skate con las ruedas hacia arriba para evitar que se deslice cuesta abajo. Mientras me sigue hacia el banco más cercano, lo veo mirando hacia atrás a sus amigos y encogiéndose de hombros. Se sienta en el extremo opuesto, lo más lejos posible de mí.

Todo en él me resulta tan conocido, tan familiar, que casi me apresuro a arrimarme a él, como habría hecho con tanta naturalidad cuando era más joven. Pero dieciséis años se han interpuesto entre nosotros, los suficientes para que me quede en mi lado del banco.

—Hola —digo con voz temblorosa y enrollo un mechón rizado en torno a mi dedo antes de detenerme y bajar las manos a mis costados, presionando los listones de madera con las palmas.

—Hummm...  ¿Hola?  —responde.  Me  estudia  el  rostro  en  medio  de  un  silencio  incómodo—.Perdona, ¿nos conocemos de algo?

El  instinto me  impulsa a decir que  sí, pero en cambio me contengo, aprieto  los  labios y  sacudo  la cabeza. Él no me conoce. Todavía.

—Me llamo Anna. Ten. —Llevo la mano al interior de mi bolso, extraigo el sobre blanco cerrado y se lo tiendo con una sonrisa. Él agarra la carta y la hace girar entre sus dedos varias veces.

—He pensado que lo mejor sería explicarme por escrito. —Lo que voy a decir a continuación es lo más importante. Después de tanto practicar, debería tener esta parte muy clara, pero aun así repaso cada palabra en mi mente, solo para asegurarme—. Es muy fácil que meta la pata hoy y, si lo hago, es posible que nunca lleguemos a conocernos.

Yergue la cabeza de golpe y clava en mí sus ojos desorbitados. Nadie le ha dicho algo parecido antes y, después de oír esta declaración, sabe que estoy enterada de su secreto.

—Más vale que me vaya. —Me levanto—. Léela cuando estés solo, ¿de acuerdo? —Lo dejo sentado en el banco y echo a andar cuesta abajo. Mantengo la mirada fija en un velero que surca la bahía de San Francisco para no volverme hacia atrás. Después de torturarme durante años pensando en este momento, debería sentirme aliviada, pero no es así; simplemente empiezo a echarlo de menos otra vez.

Lo  que  acabo  de  hacer  podría  cambiarlo  todo,  o  podría  no  cambiar  nada. De  todos modos,  debía intentarlo. No  tengo nada que perder. Si el plan no da  resultado, mi vida  seguirá  siendo  igual: segura, cómoda, totalmente normal.

El problema es que no es la vida que elegí en un principio.

Time Between Us.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora