Capitulo 5

36 7 0
                                    

Ganar tiempo.

Hay algunos detalles más acerca de mi brillante estrategia para devolver a Kellin su lápiz, pero en esencia todo se reduce a eso: ganar tiempo. Tengo la intención de entretenerme en el camino a la clase de español para que no me dé tiempo de entregárselo antes de que empiece. Luego, cuando suene el timbre de la hora del almuerzo, me pondré de pie, me volveré para cerrar el paso a Kellin y se lo devolveré. Si todo sale tal como he planeado, charlaremos durante todo el trayecto hacia el comedor.

Tengo el corazón desbocado cuando llego ante la puerta. El timbre suena justo en el momento previsto, pero cuando entro en el aula y paso junto al señorArgotta, él da una palmada.

— ¡Práctica de conversación! —exclama—. ¡Ya se pueden ir cambiando de lugar! —añade exultante,como si anunciara una celebración.

¡DAMN! No. Práctica de conversación no. Es el peor de los pequeños ejercicios en grupo de Argotta. He calculado al segundo el momento de mi llegada, pero no me servirá de nada si Kellin acaba de nuevo en la otra punta de la habitación.

Argotta avanza entre las hileras de pupitres, agrupándonos en parejas y repartiendo fichas plastificadas que describen situaciones en las que es imposible que alguien se encuentre si viaja a España, o a cualquier otro lugar del mundo, en realidad. Me entrega mi ficha, y yo cierro los párpados con fuerza, temiéndome lo peor. Abro un ojo y leo: «Participante número uno: estás solicitando empleo como camarero/a en uno de los restaurantes más lujosos de Madrid. Participante número dos, eres el/la propietario/a del restaurante.» Miro a Gabe, mi compañero habitual, que me dedica un guiño.

El señor Argotta se detiene y da media vuelta.

Señorita Greene, haga pareja con el señor Quinn, por favor.

¿Qué? No. Lo siento, señor. No puedo hacer pareja con Kellin Quinn. Me he pasado toda la noche pensando cómo devolverle su lápiz; cómo preguntarle de nuevo —cuando no esté bajo la mirada escrutadora de Emma y Danielle— si el lunes estuvo en la pista de atletismo. Quiero saber por qué en ese momento actuó como si me conociera, y ahora me trata como a una desconocida. Me he imaginado la conversación entera, pero ni se me pasó por la cabeza que tuviera que hacerlo en español.

Me planteo la posibilidad de correr hacia la puerta, o de simular un ataque. Podría dirigirme al extremo opuesto de la clase y ocupar el asiento frente al señor Kestler, fingiendo que he entendido mal la indicación de Argotta, por su acento. Pero es demasiado tarde. Kellin ha oído las instrucciones con la misma claridad que yo, y ahora me lanza una de sus miradas tipo «tranquila, no muerdo». Alza la barbilla como ordenándome que me levante y, cuando lo hago, hace girar mi pupitre de cara al suyo.

—Hola —digo cuando los dos nos hemos sentado de nuevo.

—Hola. Anna, ¿verdad? —Kellin parece completamente relajado, y el acto de pronunciar mi nombre no parece producir en él el mismo efecto extraño que hace dos días, en el comedor.

—Sí. —Bajo la vista a la mesa, intentando no mirarlo a los ojos para no quedarme paralizada otra vez—. Kellin, ¿verdad?

Él asiente.

— ¿Te gusta que te llamen «Kell»? — ¿A qué viene eso? Dios santo.

Él sonríe.

—No. Solo... Kellin.

El rubor ataca de nuevo. Me pregunto si él siente tanta curiosidad por saber qué aspecto tengo sin la cara roja como yo por verlo con el pelo corto.

Time Between Us.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora