URIEL SCHWARZ

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Todo estaba listo para la gran noche.

Los invitados ingresaban por la puerta de cristal saludándose los unos a otros, dirigiéndose simpáticas miradas y gestos amables. Todos elegantes, vestidos y disfrazados con las mejores sedas y telas de la temporada. Sin duda alguna, los medios de publicidad se habían encargado de esparcir la noticia. Mi nombre no solo estaba en los periódicos; iluminaba letreros, decoraba las portadas de las revistas de arte más vendidas del país, resonaba en los parlantes de las radios y creo que, hasta brillaba en la placa de oro que habían grabado días antes para adornar la estancia.

Nunca antes había imaginado que algo tan grande iba a ocurrirle, mucho menos involucrar, a un sujeto como yo, que hasta hace poco creía haber estado en un oscuro y profundo agujero negro. Ahora estoy tan relajado como nunca antes lo había estado. Me cruzo de piernas e intento respirar lentamente como he aprendido. Saludo con la mirada a un par de bellas damas que me sonríen. Acomodo nuevamente la corbata; creo que ya van más de diez veces que lo hago, pero bueno... hay cosas que se me escapan como agua entre los dedos. Al menos sé que lo hice intencionalmente. Entonces me pongo de pie. Camino en dirección hacia la bella mujer que lleva un largo vestido negro con escote, e interrumpo la conversación que tiene con él. Un viejo anciano que me ha dado las llaves y herramientas necesarias para vencer a mis sombras. También lo saludo al estrecharle la mano, como todo un verdadero caballero, aunque no es mi estilo. Él se mofa y me guiña el ojo. La mujer me da un cálido beso en la barbilla y me susurra al oído que dentro de poco comenzará el espectáculo.

         Me limito a responderle con una vaga sonrisa, sé que ella me entiende. Y sé también que al finalizar el evento le pediré que sea mi esposa.

El anciano me da una palmada en el hombro y me pone en alerta. Me doy la vuelta y veo que todo el salón está lleno de personas; unos cuantos conocidos y otros extraños. Todos ubicándose en las mesas y sillas disponibles.

Las cortinas del telón están ocultando el centenar de obras de arte que se van a subastar. En el escenario apenas hay un podio de madera recién barnizado; lo sé porque he sentido el aroma desde que llegué. Y acaban de instalar un curioso micrófono en forma curva sobre él. Las luces se vuelven más tenues de lo que estaban y entonces comprendo que llegó la hora.

         —Te están esperando —me dice el anciano.

Miro a la bella mujer del vestido negro y le acomodo detrás de la oreja uno de los mechones de su pelo.

Sin darme cuenta el maestro de ceremonias rompe el ruido del salón y lo sustituye por un perpetuo silencio

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Sin darme cuenta el maestro de ceremonias rompe el ruido del salón y lo sustituye por un perpetuo silencio.

         —Buenas noches damas y caballeros —empieza como lo había ensayado horas atrás en el espejo del baño de varones—, esta noche estamos reunidos para...

En ese momento sus palabras no penetran en mis oídos. Me vuelvo en redondo, cierro los ojos lentamente y respiro profundamente. Encuentro el silencio, veo la luz y sonrío.

A LA LUZ DE MIS SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora