𝚄𝚗𝚘

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Narra Joaquín:

Relajado, así me sentía. Estaba en la playa con el sol pegándome en mi espalda desnuda mientras yo seguía con mis ojos cerrados, acostado boca abajo y dándole gracias a no sé quién por haberme iluminado y darme la idea de venir antes que todo el rejunte de gente, tanto como los otros turistas como mis amigos.

Momentos como esos lo disfrutaba más que nunca, no tenía que fumarme a pendejos llorandole a sus papás porque no quisieron comprarles algo, aguantar a los tanques de leche con la música toda saturada y mucho menos escuchar el griterio por parte de la pareja que había de vez en cuando en la casa que alquilábamos.

Solo estaba, solo y en paz.

Hasta que escuché el bullicio que se acercaba y era más que nada por la voz de Mauro y Mauro.

Cuando los tuve más cerca levanté mi mirada y los vi caminar, aguantandome la risa me senté en la toalla y los esperé. Parecía que venían a vivir acá; Tres conservadoras, cada uno traía como tres toallas y dos sillones haciendo que caminaran como pingüinos por lo poco que podían moverse.

Así como llegaron tiraron todo en la arena y después que pasaron un par de minutos empezaron a ordenar todo el campamento que traían, bueno, algunos nomás, porque otros ni bien recuperaron el aliento se fueron directo al mar que ya tenía más gente.

—Che, Mauro. ¿Podes dejar de romper las bolas con la botella?—pregunté harto de que Lit me pegase con la botella en la cabeza.

—Uh bueno...—se quejó dejándola a un lado y rodando los ojos—. No te bancas nada vos—soltó una risa acomodando sus anteojos de sol y pasando una mano por su pelo.

Sonreí mirando la arena.

—Sos un hincha pelota—opiné aguantando la risa mientras acomodaba la toalla en la cuál estaba sentado.

—Eu, ustedes que están re al pedo, vayan a comprar algo para comer—llegó el santiagueño secándose el pelo ya que anteriormente estaba en el mar.

Alta paja, quedaba en la loma del orto.

— Joaco dijo que tenía unas re ganas de ir—dijo Lit antes de que yo hablase y miró el mar haciéndose el boludo.

No tenía ni ganas de ir por el simple hecho de que me daba paja caminar hasta la casita y después volver. Pero ya sabía que íbamos a empezar a discutir y no íbamos a terminar más.

—Y si, si vos estás re ocupado—opiné sarcásticamente poniéndome de pie y sacudiendo la malla de color azul que traía puesta para que no quede arena.

—Claramente estoy ocupado.

Él no estaba haciendo nada.

Mauro se había separado hace dos meses porque la piba era full tóxica, no lo dejaba hacer literalmente nada. Nosotros siempre le decíamos que no era por ahí, pero él ni pelota nos daba, después si, cuando ya no lo dejaba ni juntarse con nosotros.
Igualmente él tenía bastante onda con Emi.

Reí negando con la cabeza y miré a Rusher.

—¿Que traigo?—le pregunté mirando a los otros que estaban a bastantes metros boludeando en el agua.

—Papas fritas y panchos.—contestó con su acento santiagueño mientras buscaba la plata en la mochila.

Subí mis anteojos de sol esperando a que me de la plata. El sol pegaba fuerte y yo me imaginaba todo lo que tenia que caminar, para mi quedaba lejos, pero según Thomas quedaba re cerca, claramente me decía eso para que vaya nomás. Cuando por fin me dió la plata solté un suspiro y empecé a caminar con tremenda paja.

Eѕтe Verαɴo // Seveɴ KαyɴeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora