Hola, antes que todo, una disculpa por la demora en esta entrega, pero ya al fin puedo publicar este final. Fue muy emotivo para mí escribirlo.
Y como mencioné en mi página de FB hace una o dos semanas; este capítulo viene con una bella SORPRESA al final. Así que, les daré más detalles en las N/A :3
*Créditos de la imagen de este capítulo a Len Barboza*
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
-¿Madre...?
-Inu-Yasha... -Fue todo lo que pudo pronunciar.
Su nerviosismo se presentó cual niña acababa de ser descubierta haciendo algo indebido. Izayoi no sabía cómo reaccionar ante la presencia de su hijo en aquella situación. Miró hacia atrás y vio a su esposo con semblante tranquilo y una leve sonrisa que parecía de orgullo al ver por primera vez a su pequeño cachorro.
InuYasha clavó la vista a lo que estaba tras la espalda de su madre, frunció el ceño y caminó con lentitud hacia allá. El silencio sepulcral que se produjo en la habitación, fue truncado por las pisadas del pequeño hanyō. Aunque el único ruido que Izayoi oía, era el sonoro percutir de su propio corazón.
-Inu-InuYasha... Yo puedo expli...
-No te preocupes, Izayoi. Él no puede verme... tampoco puede oírme -interrumpió su esposo sin perder de vista a su cachorro que se acercaba hacia su ubicación a paso seguro. Se hizo a un lado y lo dejó pasar.
»Sólo tu mujer te podrá ver, oír y sentir, porque el incienso también está conectado a ella. En cuanto a otras personas: sólo podrás verlas y percibir la energía espiritual, más no podrás sentir su tacto.« Recordó la advertencia de Haruko.
InuYasha se detuvo frente a la mesita y señalando con su dedo el incensario que seguía humeando en una débil línea vertical, dijo:
-Esta es la esencia con la que estaba soñando... viene justo desde aquí.
Tōga fue junto a él y se puso en cuclillas para quedar a igual altura. Observaba y admiraba con presunción el perfil de su hijo al comprobar la similitud con él: ojos dorados, cabello plateado y sus orejas, pese a ser casi lo único diferente; las miró con fascinación.
-¿Te... molesta, hijo? -preguntó temerosa, pues no podía por ningún motivo apagar aquel incienso.
-No -respondió el pequeño mirando a su madre, dedicándole una tierna sonrisa-: De hecho me agrada -añadió.
Izayoi esbozó un intento de sonrisa emocionada, pero en seguida la conmoción la superó: se llevó las manos a la boca y a sus ojos, asomaron unas lágrimas que sin permiso descendieron rápidamente por sus mejillas.
-¿Estás bien, madre?
Izayoi asintió con la cabeza. El nudo en la garganta le impedía hablar y el peso de todos los sentimientos que surgían en su interior la hicieron llevar inconscientemente sus rodillas al suelo. Porque, cargar con ese impactante momento no era para nada fácil. Es decir, tenía frente a ella a las dos personas que amaba más que a su propia vida pero... aún así, no podía gritar de emoción porque su esposo logró conocer a su hijo; y tampoco podía llorar de dolor porque su pequeño no se podía enterar de la presencia de su padre junto a él.
¡Por Dios!... Era una escena tan hermosa y tan despiadada a la vez, que sólo podía igualarlo a renacer y enseguida morir desangrada.
InuYasha no pasó por alto el actuar de su madre, así que, fue hacia donde ella, y la observó unos breves instantes ahí: hincada en el suelo, con los ojos aguados como muchas mañanas. Intentó dilucidar lo que sucedía, pues desde hace unos días, él olía en ella la fragancia salada de sus lágrimas. Y cuando por la mañana él preguntó acerca de su padre y ella lo abrazó; pudo notar un leve temblor en el cuerpo de su progenitora. Aquello le hizo comprender la razón de esa tristeza y pensó que pese a sus cinco años, él era el hombre de la casa y debía proteger a su madre.
ESTÁS LEYENDO
Hasta que mi esencia se desvanezca
Romance[LEMON] Han pasado cinco años desde la muerte de Inu no Taishō. Izayoi vive sola con InuYasha y ha intentado ser fuerte por él. Sin embargo, todo esfuerzo de calmar su alma y acallar su dolor durante tantos años se viene abajo, cuando una peculiar a...