|Capítulo 20|

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Capítulo 20

ALICE

—Ayden.

—Alice.

Me reí sin poder evitarlo y me lancé sobre él. Ayden me rodeó por la cintura y me apretó más a su cuerpo. No llevaba nada puesto encima, por lo que, su piel desnuda chocó con mis manos, cuello, y cabeza. Y se sentía bien. Demasiado.

Suspiré contra su pecho, y lo apreté más contra mí.

— ¿Qué haces aquí? —escuché que él me preguntaba dejando un beso sobre mi cabello. Solté una honda respiración y me separé de él.

—Estaba estresada, —murmuré haciendo un puchero. Él se echó a reír, —y no tenía nada que hacer en la residencia. Bruce no sé dónde está, y Calu está en no sé qué practica forense.

—Soy tú mejor opción, lo entiendo, —se burló quitándose del medio y dejándome ver el interior de su departamento. Por un momento solo lo curioseé. No había venido nunca porque los dos años que tenía viviendo el Londres los había pasado lejos de él.

No sabía que se me había metido en la cabeza pero luego de pasarme literalmente toda la noche intentando terminar el proyecto de la maqueta se me ocurrió venir y hacerle una visita sorpresa a mi novio.

Ya habían pasado dos días desde la conferencia de medicina. Y aquel era el primer día que lo veía desde entonces. No le había contado nada de lo sucedo en ese callejón cuando Owen estuve ahí para ayudarme. No quería preocuparlo por algo que no había pasado a mayores. Pensar en eso todavía me sentaba como un trago amargo, es decir, ¿qué hubiese pasado si Owen no hubiese ido por ahí?

No quería ni pensarlo.

—Idiota, —musité riendo, me agaché para tomar entre mis manos la maqueta muy avanzada. Ayden la miró entre mis manos y luego miró mi cara. La había traído, porque, por supuesto, era él quien me ayudaría a terminarla. Y lo entendió porque de nuevo soltó una risa suave. Se veía demasiado relajado y eso me agradó.

Por supuesto me había salvado de ir a la dichosa inauguración. Sofía me había dejado en paz. Y no había tenido que ir. Quizá porque todo había salido según lo planeado Ayden se había quedado en su departamento un jueves.

Él salió de su departamento y me la quitó de las manos. Luego, y detrás de mí, entró al lugar.

Vale. Que el lugar era exactamente como Ayden. Y era gigantesco. Y ordenado. Tenía las paredes pintadas de gris. Frente a mi tenía un juego de sala que consistía prácticamente en un sofá largo y ancho del mismo color que las paredes, y dos más pequeños. Una mesita marrón en el medio y un televisor de no sé cuántas pulgadas frente a todo eso.

Y detrás de eso había una especia de cocina. Tenía algunos tonos negros que me encantaron a la primera. Igual que las escaleras a nuestra izquierda. Las mismas que seguro llevaban a las habitaciones.

Era perfecto.

—Wow, —murmuré pasmada todavía viendo el lugar. Escuché la risa de Ayden detrás de mí. Por el rabillo del ojo miré cómo dejó la maqueta encima del sofá y luego caminaba hacia mí. Lo sentí casi de inmediato detrás de mí.

Colocó sus manos sobre mis caderas y apoyó su barbilla en mi hombro izquierdo.

— ¿Te gusta? —me preguntó en un susurro. Tragué grueso, y asentí con la cabeza. Dios, debía incluso darme vergüenza. Mi habitación en la residencia era un asco comparado con aquello.

—Es...muy organizado, —susurré distraída. Elevé mis manos a la altura de las suyas y las entrelacé con las mías. Sus manos siempre estaban calientes, al contrario de las mías, que eran un témpano de hielo la mayor parte del tiempo.

Desastres impulsivos ©️✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora