Prólogo

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DISCLAIMER
• Ni South Park ni sus personajes me pertenecen. Créditos a Matt Stone y Trey Parker.
• Fanfic sin fines comerciales.
• Cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia.
• Créditos del fanart de la portada a EmilyArtStudio-s en Tumblr.

ADVERTENCIAS
• R+18
• Slash, BL.
• Smut, Romance, Angst, Violence. Traumas, problemas psicológicos, abuso de sustancias, mención a una no efectuada violación, manipulación, acoso. Si te molestan estos temas, por favor, no leas. A veces se me pasa la mano describiendo cosas y termino ofendiendo a la gente. Siento eso mucho.
• Cosas posiblemente mal escritas y sin sentido porque hice esta historia al toque, mis reyes.
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-¡Oh!... Craig...

Cartman cerró los ojos con pesadez. No había ni siquiera tocado la puerta de los baños cuando oyó un gemido agudo apaciguado por otra voz que dijo algo que no entendió. Eran Tweek y Craig, obviamente. Maldición, que no debió ir a esa hora en la que decían, algunos veteranos de la prepa, que los degenerados e hipersexuales iban a coger ahí porque no había casi nadie en los pasillos cercanos. ¿A quién mierda se le ocurría? Seguramente los dos tuvieron la asquerosa idea de desestresarse y hacerlo en los putos lavabos.

Cómo sea, no iba a ir a los otros baños que quedaban al otro lado de la cabrona escuela. Además, no era nada, solo Tweek y Craig. Iba a generar una pequeña discusión y ya. No se tenía que preocupar.

–Permisa.– dijo, tranquilamente abriendo la puerta y encontrándolos con los pantalones a medio culo. Siguió derecho sin voltear directamente a ver lo que hacían, escuchando cómo Tweek se ahogaba con su propia saliva.

–¡Tweek! ¿Estás bien, cariño?– y cómo Craig trataba de ayudar al pobre rubio.

Cuando entró a un cubículo, cerró la puerta con seguro y se tapó fuertemente la boca con la mano, no por la risa que le dió la reacción de ambos, sino por la presión en el pecho que sentía en situaciones similares desde sus doce años, esa que le había dicho que no debía de entrar a los baños.

–¡Cart-Cartman, hijo de putA!... ¡Me las vas a pagar!– sorprendentemente, fue Tweek al otro lado quien pateó la puerta.

Sentia que su corazón se iba a salir de su lugar, que sus pulmones iban a colapsar y que sus ojos se iban a inundar de lágrimas. El dolor era insoportable en su bajo vientre, reiría por lo gracioso de la situación, pero no podía.

Los chicos se fueron luego de un momento, balbuceando cosas que no se dió tiempo de escuchar. Esperó un momento para soltar un fuerte gemido de desesperación. Se sostuvo de lo que pudo y miró hacia sus pantalones.

«Oh, no.»

–¡Caraj...– intentó gritar, pero la presión fue tan fuerte que ni siquiera eso pudo hacer. Se deslizó sobre la pared lentamente hacia el suelo, su mano derecha empezando a hacerse paso en sus pantalones y sus calzoncillos, mientras que la izquierda tomaba papel para su nariz, que había empezado a sangrar.

Otra vez, y en esta ocasión, en la puta escuela.

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Su cabello había terminado por ser un desastre, su suéter rojo mal acomodado y sus pantalones... demasiado arreglados para ser de las últimas horas de escuela. Se metió al salón repentinamente, atrayendo la atención de miradas espectantes por algo más interesante que la clase, las ignoró como siempre.

–Eric, ¿porqué tardaste demasiado?– lo regañó su profesor, que por fortuna no era el señor Garrison o ya hubiera hecho un comentario demasiado sugerente sobre su estado.

Sin mirar a nadie, fue hasta su lugar y sacó un papel de su mochila. Era su momento de usar ese permiso olvidado entre sus cosas.

Volteó y rápido caminó hacia el profesor, entregándole la carta. No dijo nada y no quería decir nada en frente de los pendejos de sus compañeros, solo esperó a que la leyera.

Terminando, el profesor lo miró consternado.

–Vaya... Entiendo, emmm... puedes irte.– recibió su permiso. Con pesar fue hasta su banca y metió de una vez toda la basura que había encima de su pupitre.

Odiaba el silencio que se hacía cada vez que había un tema más relevante que las clases en el salón... o al menos lo odiaba en ese momento. ¿No podían mirar al frente y apresurar al profesor a terminar la explicación? No, por putos.

Se colgó su mochila y prácticamente corrió hacia la puerta. Se sentía sucio, decepcionado de su cuerpo; llegaría a su casa y se daría un buen baño, luego lavaría su ropa, sus sábanas, sus cobijas y al final todo su cuarto, para distraerse y no pensar en...

–Cartman...- la voz de Stan lo detuvo. Volteó a verlo, la mano del chico titubeó en tomarle el brazo, pero finalmente lo hizo, su cara preguntándole si se encontraba bien.

A Cartman le hubiera resultado extraño eso de Stan en un pasado, pero su propio comportamiento también había cambiado para mejor un poco en los últimos años. Desvió la mirada, quitó bruscamente su brazo del agarre y se fue.

La noche estaba fría y la Luna aún no había salido por completo. Tener clases en la tarde era lo peor (o lo mejor) que le había pasado en la vida. Por supuesto, después de la cagada que le dió Dios con respecto a su vida sexual.

–Carajo...– sostuvo fuertemente la correa de su mochila, empezando a sentir la debilidad en su ser. Super dramático. 

Nadie lo sabía, o al menos no muchos, lo que Cartman tenía que sufrir día a día. No era una enfermedad incurable ni le impedía tener una vida normal, más bien era, como había dicho su médico, pasajera y muy, muy dolorosa.

Le marcó a la madre de Kyle para que fuera por él, porque su madre seguramente estaba "trabajando". Le explicó lo más que pudo la situación y que ya se iba aproximando a la salida.

¿Volvió a ocurrir, Eric?.– le preguntó titubeante Sheila al otro lado de la línea.

–Sí... lo hizo.– y colgó el celular, sin preocuparse por la próxima pregunta de la señora.

Bueno, al menos solo Liane, Sheila y Shelly sabían de su condición, sin contar a unos cuantos adultos más que no habían abierto la boca ni mencionar el tema con nadie. Y Kenny, pero él no diría nada.

Porque qué vergüenza sería que sus demás amigos supieran que la excitación para él no la sentía como tal, sino como un cuchillo clavándose en su pecho, luego en su pene y después en su trasero. Tan rara enfermedad, transtorno o lo que fuera que había dicho el doctor, que él desgraciadamente había sufrido.

Primero me muero antes de tener eso.– recordó lo que le dijo Kenny. Sabía que el rubio sí era capaz de suicidarse, pero él no podía.

Y aunque ya se había acostumbrado un poco, y Liane mencionando que uno nunca se acostumbra al dolor, lo que lo mantenía tan mal en ese momento, era que lo había vivido en la escuela por primera vez, y peor aún: al ver a dos tipos gays cogiendo.

Así que no estaba bien.

Y si Stan lo sabía leer luego de 14 años de conocerse, sabría que su expresión no fue de molestia, sino de confusión. Y supuso que un viaje muy extraño empezaría desde ese momento.

Sonaba marica al decirlo.

(000)
Bueno, así comienza esta historia. Si tienen alguna duda, no duden en preguntar. Si tienen alguna sugerencia, también no duden en decirla.

Sin embargo, he de decir que la narración será diferente a este primer capítulo, así que lo advierto, creo.

Cómo sea, es todo por ahora. See ya next!

Tensiones [Stanman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora