La lluvia

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Bruno es un chico alto, bastante fornido para nunca haber hecho ejercicios, aparte de los del libro de matemáticas del instituto. Su mirada siempre se mantiene alegre, activa, y es algo que encaja perfectamente con su sonrisa, siempre dispuesto a socializar. Su cabello trigueño, y sus ojos verdes casi parecen un cliché de esos de galán de novela, aunque en realidad es todo un holgazán y poco popular entre las chicas por su despiste casual. Las chicas les gustan los hombres maduros, le dice siempre su madre, pero eso no lo hace cambiar. Ama los videojuegos, con los que pasa más parte de su tiempo que con sus propios estudios. Siendo así, todos se sorprendieron el día que Sofía decidió salir con él, hace un año ya.
Parecian bastante incompatibles, pero al contrario, no hay nadie mejor para soportar los desplantes de ella, que tan frecuentes solían ser. Y no solo paciencia, la chica, aparte de su buen humor, le encanta utilizar su gran don de la palabra y contar durante horas, los sucesos de su vida, como si no fuera suficiente el hecho de compartirlos en todas sus redes sociales.

-Bruno! Me estas escuchando?-
-Sí, si...- Hoy estaba diferente, su mente despistada, estaba más bien concentrada, abstracta en diversos pensamientos. Hacia una semana del suceso; había invitado a casa a un amigo, un colega de la escuela, a jugar algunos juegos en su nueva pc. Pero todo se volvía confuso, cuando sin recordar exactamente el porqué, termina revisando unos dibujos de su amigo, donde encuentra una escena homosexual. Nunca antes había visto ese tipo de material, y no es que le molestara, pero tampoco salpicaba su curiosidad, hasta ese momento; ni el mismo sabía, había muchas cosas que no entendía, porque chicos? las mujeres son geniales. Mira a su novia, que no paraba de hablar; sus labios tan redondos, sus ojos afinados, su cabello, largo cuidado, y su cuerpo... delgado, esbelto y prominente, qué más podía pedir?; pero, su olor... casi no lo distinguía entre el reguero de colonias caras que Sofia solía usar.
Se acercó a ella y la olió, lo que causó que Sofia lo empujara hacia atrás y lo mirara enojada.
-Qué haces Bruno?!, me has tenido todo el día como querías, te llevo contando lo que hice ayer con mis amigas y no paras de estar en las nubes. Qué te sucede?-
Bruno estaba apenado de su acto inconsciente, sabía que estaba distraído, pero quien lo culpa, se sentía acabado de pasar un trauma, necesitaba consejo.
-El otro día pasé un rato con un amigo, jugamos en mi casa,- El tono telefónico de Sofia interrumpe a Bruno.
-Me alegro amor, que bueno- Responde la chica, haciendo señas y mirando su teléfono. Él asintió y automático contestó,
Era tan pesado, ella hacía la mayor parte de su vida, pegada a ese teléfono. No era la primera vez que Bruno pensaba en desaparecerlo, pero que importaba, ella siempre encontraría la forma de escapar de él.
Pasaron cinco minutos, ocho, luego diez, y ella no para de hablar, repitiendo la misma historia que Bruno ya había escuchado a medias. Mientras pasaba el rato, él miraba su plato, su estómago seguía rugiendo, aquella hamburguesa no había sido suficiente, mientras que el plato de Sofia estaba casi sin tocar, ya frío x el tiempo, pero igual de apetitoso a los ojos del chico. Mirando a su novia distraída aún, trató de robar un pedazo de aquel pan; pero sorprendido infraganti, Sofia le da una ligera palmada haciendo retirar sus manos.
-Ya comiste una hamburguesa, vas a terminar engordando- Tomó el plato desechable y lo arrojó a un latón cercano a ambos. -Ay mija, ahora voy para allá, yo también te tengo una sorpresa, besos- Colgó el teléfono y lanzó una sonrisa.

Bruno la miraba, embobado, despistado y sobre todo hambriento.
-Voy a ver a mi amiga, hoy pareces cansado, ve a casa y relájate, te llamo más tarde-
Como siempre, todas las conversaciones parecian monólogos, porque sin esperar respuesta, le dió un beso en la mejilla, y recogiendo su bolso, salió de la cafetería. Bruno miraba como salía, tan fugaz; esta vez ella tenia razón. Se encontraba agotado, había pensado demasiado, más de lo habitual, y se sentia agobiado.
Caminó a casa sin notar nada a su alrededor.
Sus padres habían vuelto a salir, y mirando la nevera, tomó unos dulces, un refresco y se tiró en su cama para ver algo en la tele. Luego de aplacado su hambre, su apetito seguía voraz, y su mente más despierta, dispuesta a mortificar más sus pensamientos. Las chicas son geniales, se repetía, para enfatizarlo o para convencerse. Sus pensamientos tenían un culpable, Leo, el chico extraño de clases. Quién imaginaría su secreto?, aparte de su timidez parecía un buen muchacho. Él era delgado, parecía estar hecho de cristal, capaz de romperse en cualquier momento. Su cara, más delgada, escondida entre timidez y retachos grises de cabello, reproducia una expresión pasiva, pero alegre. Aquel día mientras jugaban, su risa era dulce, melosa, casi armónica. Él era el culpable, no había dudas, y su mente confusa ante la curiosidad, solo tenía dudas. Eso era todo, se repetía, curiosidad por su amigo, las chicas son geniales.
Tomo su teléfono y escribió un mensaje a Leo: "quieres jugar, la pasamos genial, puedes pasar cuando quieras".
Pasó un rato, y su mensaje quedó en visto. Cansado, sus ojos se cerraron y quedó completamente dormido.
El sonido mantenido del timbre lo despertó, qué hora era? Las cinco y media, miró su móvil encendido por una notificación, era un mensaje, pero el sonido del timbre urgía más.
Salió directo a la puerta, para descubrir, que detrás, se encontraba Leo. Su rostro asomado en sorpresa, y medio confusión de acabar de despertar.
-Hola,...- Leo parecía feliz, aunque difícil identificar sus expresiones, más que todo, seguía preocupado que contaran su secreto, y había acudido a la invitación para averiguar más, incluso después de aquel penoso accidente de la ereción de su compañero. Su mente también confusa, pero sobre todo asustada, había ideado traer uno de sus videojuegos favoritos en ofrenda y muestra de paz.
-Te traje esto- Mostró un cartucho, bastante cuidado y reluciente, -Es mi juego favorito- imito una sonrisa, casi escasa y forzada.
Era un videojuego en su versión limitada, con una cubierta bastante llamativa y colorida. Bruno abrió los ojos al verlo, una sonrisa muy grande se alzó, pasó al otro a la sala y comenzó a mirar el cartucho. Sabía el gran valor que tenía, y la emoción de jugarlo hizo que tomara la mano del otro y lo llevase al cuarto, donde enseguida lo probó y encendió los mandos.
-Es genial, como puedes tener uno de esa serie?!-
La expresión de Leo también cambió, contagiado de la emoción, se sentía cómodo y feliz. Ambos jugaron un rato, alegres, era un juego cooperativo y aunque Leo lo conocía de memoria, nunca lo había jugado en compañía.
-Perdona lo del otro día- Interrumpió Bruno sin apartar la mirada de la tele, ni dejar de jugar -nunca había conocido un chico como tú, y no tengo nada en contra, de veras- Se trababa en sus palabras tratando de encontrar las más adecuadas, -pero de verdad me gusta jugar contigo-
Leo hizo un gesto tímido de afirmación -igual es genial jugar contigo-
Aunque Bruno no apartó su mirada de la pantalla, sentia la sonrisa cálida de su amigo, una sensación de suavidad. La partida duró una hora, pero la conversación no se detenía, era amena, hablaban de personajes, de características y técnicas de juego. El móvil de Bruno sonó un par de veces, pero distraídos ambos, quedó en olvido.

Se hicieron las ocho, y asustado por la hora, Leo salió casi corriendo para su casa. Había sido una buena tarde. Sus padres aun no regresaban, por lo que Bruno, aprovechando la soledad, se sirvió un plato gigante y volvió a su cuarto, asombrado al descubrir que su amigo había dejado el videjuego. Avanzo a su cama, para encontrar el movil, que tenia un mensaje de Leo, de hace varias horas donde decía que pasaría a jugar, y varias llamadas de Sofia. Olvidó que hablaría con ella en la tarde. Apurado llamó de vuelta, pero el número estaba ocupado, seguro en sus llamadas eternas con sus amigas, pensó, y le escribió un mensaje a Leo:
"Llegaste bien?, se te quedó el juego con el apuro" Dejó el movil de lado pero este sonó al instante: "Si, llegué bien. El juego es para tí, fue muy divertido, juguemos otro día" Bruno sorprendido y apenado, le volvió a escribir: "Como dices, es una edición de colección, no puedo aceptar algo así!" Esta vez Leo demoró un minuto en contestar: "No te preocupes, me gustaría que lo tuvieras" Aunque apenado, Bruno estaba alegre; era muy buen juego así que lo tomó como un préstamo. Volvió a despedirse de su amigo, y luego de zamparce su cena, volvió a quedar dormido.

Era un olor conocido, dulce, placentero, y muy cálido. Caía una lluvia fuerte por la ventana, pero la taberna estalla llena porque la noticia de nuevas misiones atraía a diversos jugadores. Volvía a sentir el olor, cerca del cartel de misiones. Caminó hasta él, pero ya estaba en otro lugar, seguía lloviendo, pero en vez del frío del agua, sentia el calor del verano. El olor se hacia más fuerte, incluso más delicioso, y... húmedo...

Bruno despertó, el sol había salido, y su ropa, húmeda como en un día de lluvia.

El aroma de los chicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora