Hacia un año habían empezado, pero no era lo mismo. Bruno había tomado su tiempo para pensar y quedó con Sofia para romper, en la cafetería que solían frecuentar.
Esperó, como siempre, pero ella nunca se presentó, dejando un corto mensaje "Se acabó, nos vemos por ahí". Sus palabras tan secas, representaban un alivio para él, preparado para un drama aun mayor. Una sensación de libertad empujó una sonrisa, ya estaba decidido. Había pasado una semana sin ver a Sofia, alejado de todos, y solo podía pensar en un chico, Leo.
A este lo conocia poco, de su mismo instituto, siempre tímido, sentado y jugando algún juego en los tiempos de recreo. Poco sabia de él, sus notas eran buenas y recién descubría además le gustaba dibujar; pero lo que más le impresionó fue que le atraían los varones. Aunque extraño, no tardaron en hacerse amigos, compartían diversos gustos en común, y las veces que se reunían el tiempo pasaba fugaz. Leo, atento y cariñoso, dentro de su escudo de timidez, era tierno y su mirada, aunque pérdida, reflejaban un brillo que se intensificaba es algunos momentos. Su cabello, largo y descuidado, cortado en retazos cubre gran parte de su frente. Su piel, blanqueada producto de su ermitaña vida, emitía un contraste interesante. De cuerpo delgado; no era bajo, ni tampoco alto, frágil a la vista de cualquiera.
Esa tarde, Bruno habia vuelto a quedar con él, en algún lugar del parque cercano a la cafetería. Estaba impaciente. Revisaba la hora, miraba a los alrededores, pateaba alguna piedra con sus pies. Extrañamente, acostumbrado a esperar, tenía una sensación inquietante. Cada segundo era una punzada, rítmicas y en aumento, como si fuera a explotar.
-Hey- un chico tocó su hombro, con una sonrisa cálida que alivio aquella sensación de Bruno convirtiéndola en exaltación.
Se giró, y sin pensarlo dos veces, agarró entre sus brazos aquel fino contorno que conformaba la espalda de Leo; asombrado este. Podía sentir los latidos, tan fuertes que parecían truenos.
-Estas bien?- dijo preocupado, pero Bruno mantenia el silencio, agarrando aún más fuerte. Duró minutos, pero parecieron horas, las mejores...
-Te traje unas vitaminas, mi madre dice que las tome siempre, no se, supuse que algo te podría ayudar- Leo miró los ojos de su amigo, este algo más calmado, esos ojos verdes, tan llenos de alegría podían ser una estrella, pérdida en lo profundo del espacio.
Bruno sonrió, aun no sabia que palabras usar, o tal vez, tenia tantas que no podía organizarlas. Caminaron un rato, camino a casa, Leo insistía en mantener una conversación, sacando de vez en cuando algunas afirmaciones de Bruno. Estaba preocupado, conocía poco a su amigo, pero llevaba una semana sin escribir ni responder sus mensajes. Llegó a pensar que ya no quería ser su amigo, o que le había contado a otros su secreto, pero confiaba, y seguía insistiendo, esperando algún momento poder hablarle. No fue hasta hace unas horas, que la publicacion de Sofía, pública, anunciaba la separación de su relación, según ella, incompatibilidad: "hay muchas oportunidades en la vida, y tengo que alcanzar las mías" adjuntado a una foto editada con filtros y etiquetas. A Leo no le importaba eso, solo podía pensar en como se debía sentir Bruno, debía animarle de alguna manera.
-Estoy en casa- Anunció Bruno, pero estaba vacía; mejor, pensó. Encontró en el refrigerador, el lugar que más solía frecuentar a robar bocadillos, una nota explicativa de sus padres, la cual no hizo mucho caso, saco unos refrescos y subió a la habitación con su amigo.
Era el desorden de costumbre, videojuegos por el suelo, cama destendida y algunas prendas de vestir, esparcidas, producto de la indecisión de esta mañana para salir.
-Quieres jugar a ...- no pudo terminar la frase, Bruno, habia vuelto a agarrar su espalda, abrazando con su otra mano parte de la cintura de Leo, apoyándolo en su pecho y encajando su cabeza en en su mentón.
-Al fin lo entiendo,... inspiró profundo, cercano a su oreja; produciendo una reacción en el chico, atontado ante la situación. -tu olor es adictivo- agachó su cabeza, sin dejar de tocar con la punta de la nariz la piel, y recorriendo todo el lateral de su cuello.
Leo, encogido ante aquellos roces, intento apartar el cuerpo del otro, en vano, no era tan fuerte para poder ofrecer alguna resistencia. Confundido y exitado, podía sentir también el olor de Bruno, intenso, con un ácido sudoroso embriagante. Sus manos, algo temblorosas, respondieron el abrazo. Quería perpetuar ese momento, como en las historietas que solía dibujar y tanto anhelaba.
Despacio, se fueron separando, hasta conectar sus miradas.
-Me he sentido mal estos días porque te mentí, no estaba enfermo- Le contó lo sucedido con Sofia, de como, a pesar de la ruptura, sentía alivio, porque en todo ese tiempo, no podía dejar de pensar en él. Agarró su mano besando su dorso, -contigo siento algo que no comprendo del todo, pero es algo que no habia sentido en mi vida- La mirada de Leo, radiante, aun no creía lo que estaba pasando, como un sueño hermoso que se acaba repentino; se mantenia callado.
-y quiero descubrirlo- finalizó, entrelazando sus dedos.
Pasaron el resto de la tarde jugando, riendo; sentados unidos en el suelo. Bruno, agarrando fuerte desde su espalda, mantenia preso a Leo, mientras jugaban. Si era un sueño, era tan agradable que no quería despertar, se decía, pero la tarde daba paso a la noche y se hacia ya la hora de despedirse.
-Una última partida- pidió Bruno con una sonrisa pilla, traía algo entre manos.
Leo asintió, le encantaba complacerlo. -Y que tal...?,-dijo en tono juguetón -si apostamos?-
Esta propuesta infantil no debía ser tan inocente, pensaba Leo, pero como podría ganarle, se afirmaba, era mejor en ese juego, lo conocía de memoria.
-Y que apostamos?- aun dudoso dijo.
Actuó pensativo, aunque era claro que todo lo tenia ya planificado. -El que gane puede pedir algo al otro- terminó de decir, con una expresion pícara y audaz.
Leo aceptó las condiciones, estaba confiado en sus habilidades; y así empezó la ultima partida. El juego consistía en una carrera de aviones, por un circuito de tres zonas: boscosas, un acantilado con neblina y una playa tormentosa. Ambos eligieron sus vehículos favoritos, acomodados a sus preferencias de manejo. Bruno parecía seguro, y eso inquietaba al otro.
Al izar la bandera, la carrera daba inicio, Leo con ventaja de experiencia sobre el terreno, hacia piruetas evitando los altos árboles que le obstaculizaban, adelantándose del resto enseguida. Durante la segunda fase, aun con ventaja, seguía asegurando su victoria, sobrevolando la parte más alta donde la niebla era menos densa. Se acercaba la meta, el clima feroz hacía dificil el avance, y Bruno siguiendo sus pasos, a corta distancia de la playa, suspiro un cálido aire en el cuello de su compañía, que exaltado deja caer el mando y con este su posibilidad de ganar.
-Gané!- Casi gritó Bruno, recalcando su victoria, y provocando una mueca de insatisfacción del otro.
-Hiciste trampa- Le reclamó, alzando sus cejas en expresión de inconformidad.
Bruno solo senría y apretaba duro el abdomen de Leo, -No se a que te refieres, debió haber sido el viento-
No le quedaba más que aceptar su derrota, y el posible castigo al que sería sometido. Se levantaron y recogieron las cosas que estaban usando.
-Qué es lo que deseas de mí?-
Bruno se volvió a acercar, aun callado, sin poder esconder una semi sonrisa, agarró sus manos, -quédate esta noche-
Soprendido ante el pedido, nunca antes se había quedado en casa de alguien, y menos un chico. Sus mejillas se sonrojaron, donde dormiría?, que ropa usaría?, que dirán los padres de Bruno? aunque, él también lo deseaba, en el fondo, no quería separarse aún, no tan pronto, hacia poco se había convencido de la realidad de su situación y quería disfrutarla más.
-Debo llamar a mis padres primero-
Bajaron a la primera planta, dónde conversó por casi una hora con sus padres, algo preocupados pero felices de que al fin, tuviera amigos. Luego Bruno le explicó, que sus padres eran doctores, y este mes, por falta de personal en el hospital, habían realizado varios turnos extras, por lo que, probable, no regresarían esta noche. Acostumbrado, Bruno cocinó una cena improvisada, en lo que conversaban de sus familias y se conocían más.
Bruno le prestó una ropas, sencillas, de color blanco, que usaba para dormir. Como un pijama, aquellas telas, demasiado grandes para el delgado cuerpo del chico, cubrían hasta sus muslos. Bruno miraba embobado, ni Sofia con su mayor cantidad de prendas, podría compararse con la pureza y sencillez que emitía el chico. Lo exploraba con la vista, sin ser notado, y una curiosidad lo invadía. Era la primera vez que le atraía la imagen de un varón, pero este no era como los otros, no era como las chicas tampoco, el mismo no lo entendía, pero lo deseaba con claridad.
En la habitación, conversaron aun más, cada tema era aun más interesante,
-Puedo ver tus dibujos un día? Se que la otra vez debí preguntarte antes-
-Claro, me alegro que lo hubieses mirado- Dijo sin pensar, y se sonrojó de inmediato. Aunque le daba vergüenza admitirlo, estaba muy feliz.
Entre risas, Bruno lo agarró en sus brazos esta vez más delicado, y lo acostó en la cama. Nerviso, Leo solo cerró los ojos, sintiendo el brazo que agarraba su cintura y el olor agridulce que impregnaban aquellas ropas, un olor tan tierno, tan apetitoso, tan relajante; quedando dormidos en los más dulces sueños...Fin♡
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El aroma de los chicos
RomanceUn chico alegre y descuidado, atraviesa una confusión extraña después de pasar tiempo con un amigo. El aroma lo guiará x el un sendero de dudas, a una historia de amor.