Capítulo 1
Samuel Hall
Los gritos de mi madre eran desgarradores, la ví echarse al suelo y golpearlo con dolor e impotencia.
Las enfermeras, inútilmente, intentaban calmarla. ¿Cómo se hacía para mermar el sufrimiento de una madre que acaba de perder a un hijo? No sabía ésa respuesta, de hecho, no sabía ni cómo pasar saliva.
Ahí estaba yo.
Quieto y frío.
Vivo y muerto.
En medio de un pasillo de hospital, en el área de urgencias, recibiendo la noticia de que mi hermano estaba muerto. Mi Simón, la luz de la familia, el milagro de la vida se había ido.***Flashback ***
-¡Mamá! Quiero un hermanito para poder jugar -
Mi yo, de 6 años, le pedía a mis padres un compañero de travesuras. A ésa edad no era consciente del dolor que atravesaban los hermosos ojos de mi madre o la preocupación que surcaban los de mi padre, cada vez que lo comentaba.
No era consciente de lo duro y riesgoso que fué para mí mamá tenerme a mí y lo peligroso que era para ella volver a enfrentar otro embarazo. No obstante, como la guerrera que era, siguió luchando, siguió intentando traerme un hermanito, pero el camino no fué fácil.
Fueron muchos los abortos espontáneos que tuvo en el proceso.
Yo era pequeño, no entendía muchas de las cosas que fueron pasando en esos dos años de búsqueda, pero sí sentía muchas veces el ánimo pesado y triste que se sentía en el ambiente cada vez que una nueva pérdida se hacía presente.
Escuchaba a mi mamá llorar bajito, encerrada en el baño, yo sólo podía quedarme del lado de afuera de la puerta, aferrado a mi autito favorito; haciendo de inútil compañía hasta que mi papá llegaba corriendo agitadamente del trabajo.-Campeón el día está lindo fuera. ¿No quieres salir a jugar un rato? - Me decía, con los ojos enrojecidos y los hombros derrotados. Momentos como ése, por desgracia, hubo muchos y sabía que después de cada "accidente" como lo llamaban para decirme que mamá se lastimó en el baño, por eso lloraba y debían llevarla al hospital, mamá volvía cada vez con menos luz, más apagada triste y enferma.
Pero todo cambió después de un tiempo, las cosas se habían calmado. Mamá no había tenido más "accidentes" y no la escuchaba más llorar ni tampoco salir corriendo al hospital. Y un día, creo el más feliz de mi infancia, organizamos un pícnic en el jardín. Yo estaba eufórico de la alegría, era una de mis actividades favoritas y hacía mucho que no lo hacíamos. Mi mamá sonreía, se veía feliz y sana, mi padre también. Poco a poco estábamos recuperando la familia que una vez fuimos, había mucha comida sobre la manta roja, casi toda era mi favorita.
Hasta que en un momento del que estábamos compartiendo pusieron dos bonitos osos de peluche frente a mis ojos. Eran de color marrón, idénticos, salvo por un lazo que rodeaba sus cuellos. Uno era un azul muy bonito y el otro de un verde intenso. Tomé los dos con alegría y los miré en mejor detalle. El de moño azul estaba bordado en negro con mi nombre y el de verde tenía el mismo bordado pero se leía Simón en él.
Miré a mis padres frunciendo el ceño, no entendía quién era Simón.
-Cariño - dijo mi madre, acariciando suavemente mi mejilla - ¿te gusta tu regalo? Éste es tuyo - confirmó tomando al oso de lazo azul.
-¿Y éste mami? - pregunté moviendo el otro.
-Y éste es de tu futuro hermanito que viene en camino - contestó papá.
Me sentí sorprendido, iba a tener al fin mi hermanito para jugar, no iba a estar más solo.
Nos abrazamos, yo reía de felicidad y ellos del mismo sentimiento. Al fin compartíamos el dulce de la vida, fué nuestro mejor momento a partir de ése día. Pasábamos de ser una familia de tres a una de cuatro, me sentía ansioso, quería que Simón naciera rápido. La panza de mamá se volvió enorme y juntos pasamos la más hermosa espera.Había llegado el día, corríamos al hospital, pero ésta vez por un motivo diferente, mamá lloraba con una sonrisa en los labios y papá también mientras apretaba fuertemente su mano. Los dos me besaron y abrazaron antes de entrar por unas puertas a las que yo no podía ingresar. Quice llorar, yo quería estar ahí también, pero me calmé con su promesa de vernos al rato y ésta vez estaría Simón con nosotros. Me quedé con la abuela Elsa, sentados en la sala de espera del hospital. Después de mucho rato nos llamaron y nos llevaron a una habitación con bonitos colores, había flores y las luces estaban bajas, había una cama en la que mamá estaba recostada con una manta entre sus brazos. Pronto corrí hacia ellos, papá estaba a su lado y cuando estuve cerca me subió a sus brazos dejando un beso en mi cabeza y acercándome a mamá que besó mi frente.
Ahí estaba él, el integrante tan esperado, el milagro de la familia, era tierno, rosado y con cachetes gordos. Sus manitos estaban arrugadas y cerradas en puños cerca de su boca. Un gorro blanco descansaba en su cabeza, con letras verdes que escribían su nombre.
-oficialmente sos hermano mayor, mi campeón - susurró papá.
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SAMUEL
RandomÉsa noche dos jóvenes se cruzaron en la entrada de aquél hospital. Ésa noche, él estaba padeciendo el dolor más agónico y lacerante de su vida. Ésa noche, ella estaba experimentando el infierno sin haber muerto aún. Ésa misma noche, sin saberlo o b...