02| Inalcanzable

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Inalcanzable

Que no puede ser alcanzado.
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Los días en la universidad pasan tan rápido como los segundos, eso Megumi lo sabía muy bien. Había días, que de no ser por sus amigos, probablemente estaría perdido en un bucle sin fin, donde todos los días le sabían a martes y las horas a café amargo. Megumi vivía en un reloj averiado, donde el tiempo transcurría tan rápido que se hacía lento y en donde las personas iban y venían.

Pero para él eso estaba bien, siempre y cuando mantuviera su rutina todo estaría bien. Aburrido, solía pensar. Pero así era él, así siempre había sido.

Y mientras pensaba en todo aquello se arrepentía cada vez más por haber aceptado el ir junto a Itadori y Nobara a aquella fiesta.

¿Qué eran las fiestas? ¿Música, alcohol y personas? Eso fácilmente podría encontrarlo en su dormitorio, por ello, se arrepentía de estar caminando por la calle desolada mientras el ocaso les saludaba.

—¡Espero bailar con alguna chica! —Dijo alegre Itadori.

—No seas tonto, solo venimos por el alcohol gratis. Me pondré tan ebria que olvidare que mi cabello es teñido.

Megumi rodó los ojos. Siempre era lo mismo, y como todas esas veces, siempre era él quien tenía que hacerse responsable. No obstante, para cuando tomó el coraje de dar la vuelta y regresar a casa, ya era lo suficientemente tarde, pues Zenin Maki les abría la puerta de su casa.

—Pasen ineptos. —De forma cómica la chica les cedió el paso a la gran casa. —Itadori, mantente lejos del alcohol. Megumi, quita tu cara de culo. Nobara, sígueme.

Tal y como la chica dijo, Kugisaki Nobara no tardó en seguirla. Megumi echó un vistazo a la casa, no era la primera vez que estaba ahí, pero si era la primera vez en que la hermana de Maki estaba ahí. Ella no le agradaba, pues era como Maki, pero aún más detestable.

Decidió pasar de ella y del resto, yendo directamente al área de bebidas con Itadori pisándole los talones.

—Hoy hay gente nueva, ¿No crees Fushiguro? —El brazo de Itadori se colgó de su cuello, pero Megumi ya estaba acostumbrado a ello así que no dijo nada.

—Supongo, tampoco me interesa.

—Tienes razón, aunque quizás ande Arabella por aquí.

—¿Arabella? —Preguntó con el vaso cubriendo sus labios, el fuerte aroma a licor no tardó en meterse por sus fosas nasales.

—Sí, escuché que la hermana de Maki la invitó.

Megumi pensó cuán patético era eso. A simple vista Arabella y Mai parecían ser como el agua y el aceite, era imposible que alguna interacción surgiera entre ellas.

—No lo creo.

—Tú nunca crees nada. —La forma cómica en que Itadori dijo aquello casi lo hace reír, y fue un casi porque en realidad el de cabello rosado tenía razón.

La música sonaba de manera agradable, no era un sonido insoportable, lo que les permitía conversar sin tener la necesidad de desgarrarse las cuerdas vocales en el proceso. Mediante el tiempo transcurría más y más personas llegaban, y aunque Megumi sabía que era casi imposible que ella estuviera ahí, de forma inevitable la buscaba con la mirada.

Porque se había vuelto adicto a hacerlo que terminó convirtiéndose en parte de su rutina. Observarla. Amaba observarla. Arabella era alguien digno de admirar y se sentía tan prohibido el hacerlo que por eso mismo era tan incitante, casi cual voz en tu cerebro guiándote a pecar, como una señal de advertencia en medio de la carretera o como un cigarrillo entre tus labios con un mechero a pocos centímetros.

𝑨𝒓𝒂𝒃𝒆𝒍𝒍𝒂 • 𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊𝒈𝒖𝒓𝒐 𝑴𝒆𝒈𝒖𝒎𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora