Prólogo

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¿Te acuerdas cuando nos conocimos?
Esa tarde de verano, tu caminando y yo escribiendo.
Nuestros caminos no tenían porque cruzarse pero aún así se cruzaron.
Siempre estuviste ahí, siempre fuiste tú.

Hacia calor, tu con una polera azul cielo y yo una de color negro azabache. Ni siquiera sé porque nuestras miradas se cruzaron, no tenían porque hacerlo. Nuestras poleras eran reflejo de lo que éramos;
polos opuestos.

¿Recuerdas cuando te sentaste a mi lado?
Me saludaste, pero yo no respondí.
Solo éramos mis poemas y yo.
No me acuerdo cuantas veces tuviste que repetirlo antes de que me diera cuenta que me hablabas.

¿O te acuerdas cuando casi me morí de vergüenza por no haberte respondido?
Me sacaste del espiral de letras en el que estaba metida,
me salvaste de ese mar de palabras en el que me ahogaba pero a la vez me refugiaba.
Me mostraste esa otra cara del mundo que yo no quería ver, que no me atrevía a ver.

¿Te imaginaste que algún día nos volveríamos a encontrar?
Puedo asegurarte que nunca se me pasó por la cabeza
volver a ver esos ojos de color miel que se habían vuelto mi mundo
sin quererlo, sin desearlo, sin necesitarlo.

Antes de partirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora