XX

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— ¡Sherlock! ¡Alison! ¿Dónde demonios estaban?— John exclamó con furia, y a la vez algo más. Lo que si te sorprendió fue verlo así de molesto, nunca te imaginaste que ese hombre, que tu imaginación asociaba con un amigable ser de nombre sin significado perteneciente a un mundo mágico, lleno de valentía y bondad, aunque también algo de temor, se pudiera transformar en el John Watson que tenías ante ti. — ¿Por qué nunca nadie responde el celular cuando deben hacerlo?

Debías aceptar que Sherlock y tú se habían quedado una muy buena parte de la tarde en el parque a pesar de la llovizna y luego habían vuelto a pie a casa, lo cual había sido incómodo, habían caminado a la par, mientras Sherlock cargaba tu mochila en una mano y tú llevabas su abrigo puesto (el cual te quedaba demasiado grande, pero aún así se sentía bien, la esencia del detective estaba impregnada en él y de vez en cuando el aroma llegaba a ti, y te hacía emocionarte de una forma extraña); y también había sido relajante y tranquilo mientras ambos se mantenían en un confortable silencio que habían creado ante la lluvia que jamás cesó desde que había comenzado. Ahora estaba oscureciendo, aunque no hubo una bonita puesta de sol digna de ser observada debido al torrente que consumió a la llovizna que habían disfrutado y por lo cual tuvieron que correr el último par de cuadras hasta Baker Street. Una vez dentro del edificio, antes de subir a su departamento, Sherlock y tú habían compartido una carcajada muy sonora al observarse ambos empapados y al recordarse corriendo por Londres como un par de adolescentes (locos), que hasta ahora, que habían encontrado a John con ese extraño semblante, había permanecido en sus rostros. 

Tu sonrisa y ojos brillantes se ensombrecieron, miraste a Sherlock por un segundo, cuya expresión jovial se había también desvanecido y dejó caer tu mochila sobre la alfombra, y decidiste que quizás, Sherlock no quería que John supiera de... lo que fuera que estaba pasando entre ustedes, y creíste también que por ahora era lo mejor. Cuando avanzó hacia John, te diste cuenta de que intentaba deducir que pasaba a su mejor amigo. 

— Además, están empapados. — John se llevó una mano a la frente como si ustedes representaran su peor castigo. 

— Eh, yo...—Te quitaste el abrigo, y lo dejaste sobre el sofa, dándole una mirada significativa a Sherlock que él no te devolvió, estaba demasiado absorto en sus pensamientos para prestarte atención, quizás no debiste tomarlo en cuenta, pero su indiferencia te dolía. Tomaste tu mochila de la alfombra.

— Sí, será mejor que te quites eso, que ambos se den un baño caliente y luego hablemos. Vamos.— No era una sugerencia, era una orden, y tuvo el tono severo de la misma. Algo grave debía estar pasando. 

Te apresuraste a subir a tu habitación, a darte un baño y una vez que estuviste con tus pijamas y pantuflas puestas, bajaste a la sala de estar, Sherlock estaba ahí, solo su sábana sobre su cuerpo. Te diste cuenta, de que esta vez te era mucho más incómoda esa acción de su parte y que no podías fácilmente mirar hacia otro lugar. 

— ¿Y qué es lo que ocurre?— Dijiste con un leve carraspeo al comienzo, a causa de la perdida de tu voz, que justificarías por la lluvia, pero era en buena parte, consecuencia de tus nervios. Te hiciste ovillo sobre el asiento de John, ya que el continuaba de pie y tomaste el té que la señora Hudson les había llevado a ambos para hacerlos entrar en calor. Aunque ciertamente, con mirar a Sherlock tus mejillas tenían ya bastante calor. 

— Escucha, Alison— John comenzó con cautela, lo que hizo que el corazón se te acelerara.— Encontraron a Emmeline. 

Tu cara mostró una pequeña sonrisa de felicidad, pero esta se disipó tan pronto como viste que ni Sherlock ni John se unían en tu dicha, un mal presagio te inundó la cabeza. 

— La encontraron muerta— Sherlock soltó al fin, al ver la imposibilidad de John por proseguir. 

Miraste a John con la esperanza de que desmintiera las palabras del detective, pero no fue así. ya que el hombre asintió mientras miraba al suelo. 

  — Lo siento, Alison.— John mencionó mientras comenzabas a sollozar. Hizo el intento de abrazarte, pero Sherlock lo miró con dureza, cosa que él no logró entender. 

— ¿Y qué es lo otro?— Sherlock continuó como si aquella primera noticia careciera de importancia.

— ¿Quién dijo algo sobre otra cosa?

— No estarías tan preocupado si solo fuera eso, si no hubiera una amenaza en el aire.— John resopló y se giró hacia él. 

 — Había una nota en el cadáver. Dirigida a ti. 

Sherlock abrió los ojos y levantó una ceja, mirando a John, esperando a que continuará mientras sus manos seguían entrelazadas. 

— Tu novia es la siguiente. 

La mirada de Holmes se endureció y no supiste que era lo que pasaba por su cabeza pero por la tuya solo pasaba una amarga sensación de peligro: terror. 

— Sé que es un malentendido, Sherlock, y que Alison no es tu novia— dijo como evitando que hiciera un berrinche— pero tú la pusiste en esta situación. Alison está en peligro. 

— ¿El cuerpo?

— En la morgue.

— Creo que es hora de que conozcas a Molly Hooper.— Sherlock dijo, dirigiéndose a ti.

— Por supuesto que eso no pasará. ¿Estás loco, Sherlock? — John se cruzó de brazos y continuó cuando vio a Sherlock dirigirle una mirada de cansancio y un medio rodar de ojos. —¿Sabes? No me respondas. No puedes hacer que vaya a ver el cadáver de su mejor amiga a la morgue. 

— ¿Por qué no?

— Porque...— el hombre bufó, molesto.— Tú no sabes nada Sherlock, pero la gente normalmente tiene sentimientos. A la gente normalmente le duele la idea de dejar de ver a alguien que quieres para siempre. Aunque claro, a ti no. Me lo has dejado claro muchas veces.

— John, no empieces por favor...

Te quedaste confundida viendo la escena sin saber de que hablaban.

— Lo hice para protegerte. 

— Claro, dos años, todo el mundo lo sabia, menos yo, que se suponía era tu único amigo, de acuerdo a tus propias palabras. No tengo amigos, solo tengo uno.— Notaste que John imitaba la voz de Sherlock recriminándole algo del pasado y te sentiste en medio de un matrimonio problemático, siendo la hija pequeña que lo ve todo y no entiende. — Por lo que Alison no sale de aquí, de eso me encargo yo. 

John se cruzó de brazos mientras Sherlock suspiraba. 

El defecto de la razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora