El monstruo miró su reflejo en un charco más o menos limpio en la calle.
Su semblante oscuro estaba igual de oscuro que la última vez que lo chequeo, hace tres charcos atrás.
Sus dientes puntiagudos sobresalían de su boca, y sus ojos... sus grandes ojos estaban más oscuros que nunca.
Si alguien se tomara el tiempo de verlos bien, se daría cuenta de la tristeza que reflejan esos ojos negros. Se darían cuenta de lo cerca que estaban de llorar.
Pero eso era imposible ¡cómo no!
En sus oídos aún retumbaban los gritos de la última persona con la que se topó.
Había sido un accidente, claro. El monstruo prefería estar en las sombras para no asustar a la gente, pues cada vez que una persona salía despavorida gritando que no lo matara algo en él se rompía.
A veces, un poquito de su corazón.
A veces, un poquito de su alma.
Suspiró, y siguió adelante. No había fuerza alguna en sus movimientos. No había fuerza alguna para crear ondas en el charco y dejar que su reflejo se distorsionara, como lo hico las primeras veces.
No, ya no había fuerzas para eso.
Comenzó a caminar nuevamente por las calles, lo más pegado posible de las paredes, pero su cuerpo era demasiado grande. Demasiado alto.
Todo en él destacaba.
Y, aun así... aun así, solo unos pocos transeúntes eran capaces de verlo.
El monstruo tenía algunas teorías con respecto a eso, pero no había fuerzas para que le importara realmente. Su cara era una máscara de desolación que solo era perturbada cuando sus ojos encantaban por accidente su sombra.
La sombra en cuestión era muy curiosa, pues no reflejaba el cuerpo físico del monstruo, sino el cuerpo de un hombre que rondaba los cuarenta.
Pero era su sombra, de eso no había duda: se movían juntos. Actuaban como uno solo.
Excepto cuando hablaban, pues, si bien por la boca del monstruo no salía palabra alguna, se notaba claramente que la sombra estaba hablando, y, por su manera de fruncir el ceño, podía decirse que no era nada agradable lo que salía de su boca.
En efecto, no tenía para el monstruo palabras de aliento o de reflexión, sino críticas y quejas por lo feo y grandulón que era, como una madre sumamente exigente criticando a ese hijo que considera un desastre.
"Que la gente obviamente corre porque no te limas esas uñas horribles", "que si te bañaras en el río podrías ver si se arregla esa cara de amargado que llevas", que esto y que lo otro que esto y que lo otro.
Toda la noche y todo el día mientras se esconden hasta que el sol se escondía.
El monstruo había aprendido a acallar esa molesta voz, más no podía hacer nada con ese sentimiento de resignación que le asaltaba cada vez que veía la forma de su sombra.
"¡Qué fácil sería todo si fuera un hombre!, o cualquier cosa... cualquier cosa con tal de no asustar más.
Había una forma... eso sí. Siempre hay una forma de revertir estas cosas. De una segunda oportunidad.
Pero al monstruo le daba demasiado miedo optar por esa alternativa.
No era un monstruo de los que se dicen monstruos: no le gustaba asustar y se consideraba un cobrarte.
Y por eso era sumamente infeliz.
Pero si no lo fuera...
Ahh si no lo fuera, hace mucho que hubiera ido a hablar con Ella.
Si no lo fuera, hace mucho quizás hubiera dejado de ser esa abominación en la que se había convertido.
Pero eso significaba tener esperanza...
"Que es algo mejor que lo que haces ahora" –le recordó su sombra.
"¿O acaso no quieres volver a verlos?".
Y esa era la cuestión de todo. ¿No? Volver a verlos...
Hace mucho, el monstruo había vuelto donde ellos para suplicar perdón. Había ido en son de paz.
Pero no causo más que revuelto y confusión.
Gritos y llantos.
Solo consiguió romper aún más su corazón.
Y, ¿Cómo no iba a causar eso?
Ellos solo vieron al monstruo que era por fuera.
Siempre habían visto al monstruo.
Y era su culpa, por supuesto.
Todo era su culpa. E, intentarlo una vez más para volver a recibir esa descarga de tristeza y desesperación...
No. No podría aguantarlo otra vez.
"Pero –susurro la sombra con una sonrisa alentadora- si tuvieras por fin el valor suficiente y dejaras de ser un cobarde podrías rogarle a Ella".
El monstruo frenó despacio, cansado, y volvió a mirar su reflejo en otro charco que ahora se encontraba a sus pies.
Esperó que las ondas se calmaran y el agua se volviera transparente.
Esperó hasta que sus rasgos comenzaron a atormentarlo otra vez
Como siempre, todo estaba ahí. Nada había cambiado. Solo les agregaba más cansancio a sus ojos envueltos en ojeras, negros como la misma...
...como la misma Noche.
La voz de un niño lo sacó de su ensoñación. Iba caminando al lado de su padre por la acera del frente, feliz, saltando de charco en charco.
Ajeno al monstruo que se encontraba en las sombras observándolo.
Ajeno al sufrimiento de su rostro al verlo.
Ajeno a los recuerdos de un niño no mucho mayor que él pasando por su mente.
Y ese algo que había en el que se rompía cada vez más, se hico añicos, y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas suavemente.
Silenciosas pero constantes. Igual que su sufrimiento.
Y decidió que tenía que verlo al menos una vez más.
Solo una vez más, eso era todo lo que quería.
Todo lo que necesitaba.
Pero se negaba a verlo en esas condiciones.
No, si lo veía, debía volver a ser él.
La sombra sonrió, y juntos fueron a su encuentro.
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Terrores de La Noche
Historia CortaHay un monstruo caminando por las calles de noche, solo. Su única compañía es una molesta sombra que no hace más que decirle sus verdades y todos los arrepentimientos que lleva como cadenas en sus pies. Hay un monstruo cansado de ser un monstruo cam...