El Día era un poco más difícil de encontrar para una criatura de las sombras, pues él solo aparecía en los prados alejados de la vida humana cuando da comienzo el día.
El monstruo decidió que como era de noche podía llegar al prado sin problemas y esconderse detrás de un árbol hasta que apareciera, y entonces le pediría hablar.
Así lo hico el monstruo, y mientras el día comenzaba a asomar y los pájaros a cantar, él se encontraba detrás de un gran tronco revisando todo el perímetro. Esperando.
Aguardando.
Hasta que lo vio.
¿Cómo no? Era imposible no desviar los ojos para darle un vistazo a ese chico de sonrisa deslumbrante cuyos cabellos rubios resplandecían con la luz. Llevaba una polera blanca holgada y unos jeans claros que se veían sumamente cómodos.
Corría por el pasto verde descalzo como si la vida no estuviera llena de preocupaciones ni tormentos.
Verlo, era una satisfacción y un anhelo terrible a la vez.
El monstruo inspiró fuerte, contra hasta tres, exhaló y lo llamó.
El chico se acercó a él sin perder la sonrisa.
Al llegar al lado del monstro, lo examino de pies a cabeza y silbo sorprendido de su transformación. Hacía mucho que no veía una de las obras de La Noche. Tanto, que pensó que ya las personas ni siquiera buscaban la salvación, sino que se perdían sin siquiera intentar redimirse.
No había salvación para ellos.
El monstruo bajó la cabeza con tristeza.
El Día ahora lo vio con mayor detenimiento, sumamente interesado.
Este monstruo había llegado hasta él, ni más ni menos, y sus ojos transmitían una tristeza que decía "basta".
Nunca había visto tanta tristeza en unos ojos que un día fueron vacíos.
Nunca vio tanto arrepentimiento ni deseos de hacer algo bien.
Y el monstruo le suplica entonces que no quiere ser un monstruo.
Le suplica. Le dice que no quiere volver a asustar a su familia. Que no quiere que lo recuerden así, y lágrimas silenciosas comenzaron a deslizarse nuevamente por sus mejillas, pero el monstruo continúa hablando, pues ya no tiene más que perder, pero si algo por ganar.
Le pide ser cualquier cosa... cualquier cosa menos lo que es ahora, pues no necesitaba ser un humano: sabe ya que ha fallado como tal. Solo no quería ver a su familia correr y gritar por su presencia. Solo no quería ser la fuente de sus pesadillas.
El Día lo observo en silencio. Una sonrisa cálida y tranquilizadora cruzaba su rostro.
Vio la vida del monstruo antes de ser un monstruo.
Vio a un hombre borracho saliendo de un bar y llegando a altas horas de la noche a su casa, despertando a su esposa e hijo con el desastre que dejaba al avanzar.
Vio la forma en la que su hijo lo miraba desde las escaleras, como si fuera un animal atrapado en una jaula en uno de esos zoológicos en los que trabajaba su padre antes de que quebrara y lo echaran.
Antes de que todo se viniera abajo.
Ve como la esposa le dice al hijo que se vuelva a la cama mientras ella reta a su marido por gastar el poco dinero que les queda emborrachándose en vez de conseguir trabajo.
Pero no hay trabajos para él, le responde el hombre. No hay trabajos para alguien que trabajó toda su vida en un zoológico. Por tanto, no hay trabajo y no hay trabajo y no hay trabajo.
Pero hay alcohol.
Y eso está bien. Eso ayuda con el dolor. Hasta que deja de hacerlo.
Hasta que su esposa lo hecha de la casa y se obliga a vagar solo y borracho por las calles.
Hasta que va al bar equivocado.
Hasta que se ve a sí mismo en el reflejo de un charco, agonizando luego de una paliza.
Demasiado borracho para cualquier cosa.
Hasta que, por supuesto, aparece ella.
Ve como el hombre, ahora monstruo, ve su reflejo sin creer que es su reflejo.
Ve como corre a su casa.
Ve como su esposa y su hijo corren de él y le pide que no los mate. Que no le haga nada a su niño.
Ve como el monstruo trata de explicar que jamás les haría daño.
Ve como ella aparece en una esquina en las sombras de la casa y le recuerda que el daño ya se los hizo con esa sonrisa de suficiencia que tanto lo irrita antes de desaparecer.
Y el niño llora y la mujer grita, y ninguno jamás podrá olvidar esa noche.
Ellos, por las pesadillas que protagoniza un monstruo.
Él, por los recuerdos de su familia gritando por su culpa.
Ve el cansancio en sus ojos.
La tristeza nuevamente...
Y posa su mano en el hombro del monstruo y le susurra que no se preocupe, que todo estará bien.
Y el monstruo levanta la cabeza sin querer creer lo que el chico le esta insinuando, hasta que le sonríe, y entonces el monstruo les permite a sus ojos brillar con esperanza.
Se permite sentirla. Porque el sol le está sonriendo.
Porque El Día le está diciendo que todo estará bien.
Y quiere creerle.
Así que lo hace.
Y todo desaparece a su alrededor.
Y hay paz... paz por todos lados... y solo quiere desaparecer él también...
Pero antes de desaparecer, como una brisa pasa por la ventana de un niño que mira las últimas estrellas de la noche con la cabeza afuera, como esperando algo, mientras el poco viento que hay le acaricia el pelo.
Y hay un cambio en el aire.
Y el niño lo siente.
Y esa brisa le rosa con suavidad el pelo y le da un beso casi imperceptible en la mejilla
y se aleja tan rápido como se acercó.
Pero el niño lo siente. Y él lo sabe, claro. Es un niño.
Lo sabe perfectamente.
Y le sonríe como hace mucho tiempo no le sonreía, y solo entonces... solo entonces el viento se permite irse. Se permite desaparecer.
Y el niño jamás volverá a tener esas horribles pesadillas.
Ni mirará por la ventana en las noches preguntándose donde estará su padre.
Ni volverá a ver los monstruos como antes.
Y La Noche sonrió, pues uno de sus prisioneros había encontrado el camino hacia la libertad.
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Terrores de La Noche
Cerita PendekHay un monstruo caminando por las calles de noche, solo. Su única compañía es una molesta sombra que no hace más que decirle sus verdades y todos los arrepentimientos que lleva como cadenas en sus pies. Hay un monstruo cansado de ser un monstruo cam...