Capítulo 17

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Viernes, 16 de septiembre

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Viernes, 16 de septiembre

Le gustaba cuando todo salía de acuerdo a sus planes.

Matthew agradecía que miss Moire lo hubiera puesto en pareja con Anneliese, aunque claro, fue en parte ayuda de Miranda Pontmercy, quien no quiso trabajar con la chica y se ofreció a ser pareja de Fiorella.

En algún momento tendría que agradecerle a la chica de cabello verde, aunque todavía no sabía exactamente cómo hacerlo sin parecer un raro.

Hasta parecía que Pontmercy conocía su amor por Anneliese, lo cual lo hacía sentirse avergonzado. Esperaba que todo fuera solo parte de su imaginación.

Se miró una vez más en el espejo, se arregló uno que otro cabello rebelde y se acomodó la camisa rosa. Le gustaba como se veía, se sentía atractivo.

El reloj en su teléfono marcaba las 5:00 p.m., ella no tardaría en llegar para comenzar a trabajar.

Ya tenía planeado lo que harían. De hecho, tenía pensado adaptar en violín una canción rusa que siempre le había gustado por sentirse identificado con ella.

Trabajaba en la adaptación al francés de la canción, aunque le había dedicado varias tardes, apenas tenía una estrofa terminada.

Tomó la partitura que descansaba sobre el taburete al pie de su cama y tarareó. No dejaba de pensar en lo hermoso que sonaría en el violín de Anneliese, además, de acuerdo con la consigna, uno de los dos debía darle voz a la canción.

Anneliese se negó al instante, por lo que eso no sería problema, además se sentía afortunado. Su voz y el violín de ella se unirían por fin en una canción que significaba mucho para él y que siempre había deseado compartir con la persona que consideraba su alma gemela.

El único problema: ella también tenía una propuesta.

Temía que la canción que ella eligiera no funcionara, pero a la vez, se sentía culpable de pensar esas cosas.

Anneliese era la perfección personificada.

Nadie más que ella podía sentir la música de la misma manera en la que él lo hacía.

Sonrió al pensar en la extranjera, en el dulce sonido de su voz, la sedosidad de su cabellera castaña y en la belleza que irradiaba a través de esos ojos chocolate que lo traían completamente loco.

¿Tan difícil era aceptar que la chica era una diosa de la música?

El timbre sonó y él dejó caer las partituras en la alfombra. Sonrojado y maldiciendo se apresuró a recogerlas, arrugándolas en el acto.

Al ver las partituras maltratadas vociferó otra maldición, pero ahora debía ir y abrir la puerta, después pasaría su trabajo en limpio.

Bajó las escaleras, deteniéndose al ver a su hermano abrir la puerta. Se paralizó al escuchar a Anneliese balbucear. En su mente ya comenzaba a armarse historias alocadas sobre la impresión de su amada al ver a su hermano, pues, estaba consciente del atractivo de Everett y del efecto que causaba en las mujeres.

DoppelgängerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora