V

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— Sunoo ya no ha estado contigo.

— Lo sé.

— ¿Por qué no?

Jay miró a HeeSeung de reojo y siguió buscando su hitter el cuál, estaba seguro, había guardado en su pantalón. Tras levantar un poco su trasero del asiento, pudo buscar y encontrarlo finalmente. Del portavasos sacó su encendedor además de la pequeña bolsa con hierba y movió la cabeza indicándole a Lee que saliera del auto junto con él. Este lo hizo sin rechistar.

Se encontraban estacionados frente a un barranco asegurado con una valla de metal para evitar accidentes. La carretera era solitaria durante la noche, así que no se preocupaban en lo absoluto sobre algún peligro. Ese lugar ya era familiar para ellos.

Ambos chicos recargaron su espalda contra la puerta de el piloto y miraron al acantilado. La oscuridad dificultaba distinguir qué había exactamente en aquel vacío ya que era muy profundo.

— Sunoo y yo terminamos.

HeeSeung le miró un par de segundos con aquellos ojos curiosos que le caracterizaban, estos brillaban más de lo normal por la luz de los postes. Alzó la ceja e hizo una mueca.

— ¿Qué?

— Sí, me dejó hace unos días. Me lo merecía sinceramente, fui un idiota.

Extendió el encendedor barato hacia el mayor y este lo sostuvo sabiendo la rutina que llevaba Jay al fumar su jodida hierba.

JongSeong, nuevamente centrándose en lo suyo, tomó el tubo de metal y tras abrir la bolsa con hojas secas y molidas previamente, metió un par de gramos a la pipa en el otro extremo.

HeeSeung le pasó el encendedor y, tras acomodar el tubo en su boca, prendió fuego a este cuidando no quemar sus dedos. Dio una profunda calada al pequeño tubo. Cerró sus ojos escuchando cómo se quemaba la hierba y el humo se iba directamente a su boca. Lo mantuvo algunos segundos y finalmente lo dejó ir al aire.

Abrió los ojos y miró a su amigo mientras se recargaba en la valla, cosa que Lee había hecho segundos antes. Luego el mayor soltó una risita.

— Vaya que debiste haberlo sido. ¡Es Kim Sunoo! ¡Kim Sunoo te dejó! No puedo siquiera créemelo, hablo en serio.

— No hables como si fuera emocionante — se quejó el menor.

— ¿Es que no te das cuenta de lo que eso significa? Sunoo conoce a muchas personas, es tan cotizado, ¡se lo van a comer vivo!

— ¿Y?

— Tú lo cuidabas, cuando se volvieron novios, ninguno de esos idiotas se le volvió a acercar.

— Puede cuidarse solo, no es un niño, HeeSeung. ¿Te recuerdo dónde lo conocimos? — dijo Park con una mirada retadora.

— En un callejón, con Riki encima casi devorándolo — masculló HeeSeung bajando la voz, haciendo un mohín.

— Exacto, créeme que Sunoo sabe con quién se junta. Con el tiempo aprendió que personas como nosotros, como tú, como yo y como Riki en su momento, aunque no lo dañemos directamente, podemos joderlo mentalmente con nuestra simple presencia. Fue inteligente al terminarme.

Segundos de un silencio denso y grillos presentes se hicieron de esperar hasta que Lee hizo un ruido con la garganta.

— Comprendo... Y entonces, ¿ahora vivirás solo?

Jay sonrió y asintió, a veces HeeSeung era extraño desde su perspectiva. Parecía tomarse todo a la ligera pero a la vez tan en serio. Era un buen amigo pero tenía que explicarle las cosas como si fuera un niño de preescolar.

— Dame un poco — dijo Lee dirigiendo la mirada hacia las manos de Jay, que sostenían su one hitter. Jay le extendió el tubo. HeeSeung asintió en agradecimiento.

Esta vez JongSeong tomó pacientemente el encendedor mientras Lee ponía la hierba en la pipa de metal.

Debían seguir el mismo procedimiento a cada calada que quisieran dar, ya que la pipa debido a la discreción era pequeña y, por lo tanto, le cabía menos contenido.

Una vez el mayor terminó, Jay le pasó el encendedor y se acomodó mejor viendo el vacío de piedras caídas. Pudo oír como HeeSeung prendió un par de veces en aparato de fuego para poder quemar el extremo de la pipa, le dio paso al humo hacia su boca y lo soltó un par de segundos después por su nariz, cosa que el mismo Jay le había enseñado a hacer.

Tosió un poco y le regresó las cosas a Jay agradeciendo de nuevo. No solía fumar seguido, al menos no marihuana, así que no compraba lo necesario ya que JongSeong le daba de vez en cuando.

Ambos miraban al cielo en silencio, las estrellas se veían lindas así que decidieron quedarse ahí un poco más. Luego subieron al auto y Jay comenzó a conducir. Eran las 12:58 de la madrugada, por lo que en general la ciudad no estaba en movimiento.

— Vamos al West Coast, yo pago — dijo HeeSeung emocionado. Jay gruñó un poco.

— ¿No fuimos ayer?

— ¿En serio te negarás a ir? ¡Por favor!

— No lo sé... — el menor seguía sin ceder. Realmente HeeSeung parecía un niño pequeño con esos comportamientos.

— Además... — insistía el mayor —. ¿No era que el chico bonito que viste ayer se encontraba ahí? Ese que te estaba viendo.

Y Lee dio en su punto.

Lo supo en cuanto la mirada de Jay se inquietó y, luego de unos segundos, dio vuelta hacia el camino que llevaba hacia aquel bar.











west coast ☆ jaywonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora