≫ Paseaba por los pasillos de aquel edificio que visitaba diariamente por propia decisión. Tratando de recordar tareas y proyectos en una libreta mental para próximamente plasmarlo en papel. Se acercaban las épocas evaluativas y el calendario de una universitaria explota de entregas, exposiciones y más trabajos pre-examen.
Instintivamente me acerqué a una mesa para sacar la libreta y anotar las fechas, cuando alguien se sienta a mi derecha.
-Estoy hasta las manos- dice Jeongin, lo reconozco por su reconocible tono de voz-Estoy preparándome mentalmente para no dormir.
-Estoy igual- le contesté para seguir anotando.
-¡¿El viernes es la entrega?!-pregunta exaltado, a lo que procedo a asentirle, esta vez mirándolo. Él simplemente se toma de la cabeza y finge un llanto.
-Tranquilo, estoy a punto de terminarlo y te agregue en el grupo.
-¿Acaso eres Dios?- dice para tomarme de los hombros.
-No, pero soy una persona muy buena para este mundo. ¿Te sirve?
-Si, muchísimo.
Nos quedamos sentados en aquel lugar por unas dos horas más, ya que le mostré el proyecto, se lo expliqué y le indique en lo que me podría ayudar. De ser sincera le dije que no quería ayuda pero me insistió.
Una vez terminada la organización del trabajo fuimos a comprar algún aperitivo a la tienda del establecimiento.
The walking dead no era una buena buena comparación para el tumulto de gente que había frente al almacén. Mire a mi compañero y me asintió, sin más nos acercamos. En aquella fila infinita, Jeongin le agitaba la mano a alguien, queriendo llamar la atención de ésta. Se acercó un muchacho bastante alto de pelo castaño largo con una sonrisa encantadora, lo saludó y me miró para también saludarme. Creo que se llamaba Hyunjin, le devolví el saludo y seguí con lo mío que era avanzar si es que lo hacía la fila.
No participé en la conversación por el simple hecho de no conocerlo y de no saber de que hablaban, ¿antisocial? No, simplemente no sabía de que hablar. Tal vez en el futuro entone una conversación con el atractivo amigo de mi amigo. Solté una carcajada por aquel raro plan, ambos muchachos me miraron.
-¿Te ríes de que mi perrita se haya caído del balcón?- adiós a entonar una conversación con el atractivo amigo de mi amigo.
-No, no-dije rápidamente- me reía de las estupideces que decía mi cerebro, lo siento mucho- me disculpe haciendo una reverencia bastante inclinada de la vergüenza.
-Tranquila, nadie se callo del balcón- me aclaro mi amigo mientra se reía de mi.
-¿En que pensabas?- mi mente se hizo una laguna ante la pregunta. ¿Que se supone que le responda? No puedo ser tan directa, no lo conozco.
-En que voy a comprar.
-¿Te rias de las opciones?
-Que carajos jajajaj- río él acuariano. Mi mente se tildó por la falta de ideas para la justificación de mi anterior respuesta que no pude sostenerme del empujón que me dio mi amigo. Perdí el equilibrio golpeando al muchacho que estaba frente a mi.
Este se gira para mirarme, se notaba la molestia en sus ojos. Una nariz respingada y unos ojos rasgados color marrón fueron lo primero que vi.
-Lo siento mucho- me disculpe mientras apreciaba lo atractiva que me parecía su mirada y esa expresión de molestia.
-Fue mi culpa, yo la empuje- aclaró.
-La próxima empujala para otra dirección- respondió mirándolo.
Esa fue la primera vez que lo vi.