6. El sabor del drama

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Me despegué de los labios de Amanda y corrí hacia mi casa, asustada y desesperada y sin poder comprender lo que acababa de ocurrir. Nunca me había pasado algo así ni había participado en tanta actividad lésbica de repente. Edwarda, Amanda y Winifred. ¿Cómo podía estar ocurriendo? ¡Pero si era feísima!

Me miré en el espejo de mi casa y vi con una mueca de repugnancia mis ojos turquesa. Mis labios se veían perfectos y rosados y mi cabello estaba recién duchado y perfectamente cuidado.

¿Por qué había nacido tan fea? Teniendo ese aspecto, no le gustaría a nadie nunca. Aún así, me había besado con una de las chicas más guapas y populares de todo el instituto y estaba prácticamente hiperventilando.

Amanda Smith, la más perra de todas las mujeres había logrado conquistarme. ¿En qué momento? No tengo ni idea.

Resulta que a mi escritora le gustan mucho las relaciones de odio al amor, pero no sabe conducirlas bien y fíjate, que ni siquiera comprendo yo misma como esto ha ocurrido. Entonces, ¿cómo lo entenderán los lectores?

Me encerré en mi habitación y empecé a llorar.

Estaba hecha polvo e incluso me estaba forzando a mí misma para llorar y que los lectores consiguieran el drama que tanto deseaban.

«¿Por qué? Eso es lo que me pregunto... ¿Por qué Amanda?»

Me incorporé de repente al escuchar un sonido extraño y me dio tiempo a ver un objeto que acababa de chocar contra mi ventana.

Me acerqué a ella y la abrí, sin comprender lo que estaba ocurriendo.

—Por fin abres la ventana... ¿Sabes que he tenido que perder un peine por tu culpa?

Winifred me miraba enfadada, pero en el fondo, supe que probablemente se estaba divirtiendo. Me limpié las lágrimas, aunque estaba segura de que se había dado cuenta de que había estado llorando.

—Lo siento, Winifred, pero no creo que sea un buen momento.

—¿Qué ha pasado? Te he escuchado llorar.

—¿Tan alto lloro?

—Pareces un cerdo siendo asesinado.

Intenté que aquello no me ofendiera.

—Sinceramente, Winifred, no es un buen momento.

Cerré la ventana y me dirigí hacia la cama, donde me desplomé dispuesta a seguir llorando. Mi vida era una mierda y la odiaba.

Otro sonido en la ventana y me levanté enseguida. Ahora había una grieta en el cristal.

—¿Qué mosca te ha picado? —le grité, terriblemente enfurecida.

—Te das cuenta de que nadie habla así, ¿no? —me respondió.

—¡Ya lo sé, pero esto es wattpad!

Paré de gritar durante unos segundos para recobrar el aliento y lograr así calmarme.

Miré hacia abajo y vi un secador roto.

—¿Enserio? ¿Un secador?

—Se me están terminando los recursos.

Me llevé una mano a la frente y con voz cansada le pregunté:

—¿Qué quieres de mí?

«Espero que diga algo guarro.»

—Ir a tu casa.

—¿Para qué?

—Hablar. Sólo hablar.

Cinco minutos después, Winifred llamó a la puerta. Aprovechando que mi madre no estaba, la dejé entrar, sabiendo que nadie se entraría si hacíamos algo más que hablar.

El peor libro lésbico del mundo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora