8. Bodorrio en Las Vegas

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La casa de Amanda Smith se encontraba bastante lejos de la mía, pero a pesar de no haber corrido en mi vida, hice prácticamente una maratón y llegué medio muerta. Literalmente. Quizás, por parecer en aquellos momentos una cerda, Amanda no quisiera besarme ni tener nada conmigo. Esperaba que no fuera así.

Me iría bien otra sesión de magdalenas y mejor aún si los padres no estaban en casa.

Llamé al timbre tremendamente emocionada y ante mí apareció Amanda, la más perra de todas las mujeres y mi futura novia.

Estaba tapada con una toalla.

—Gretchen... Justamente iba a ducharme.

—Oh.

Intenté disimular mi entusiasmo.

—Pasa, pasa y verás mi casa.

Hice lo que me pedía y quedé con la boca abierta al ver la mansión de Amanda Smith. Sin duda, sus padres eran ricos.

—Sí que tienes dinero en el banco.

—Mis padres, son los dos jefes de empresas con éxito. ¿El problema? Nunca están en casa.

Típico.

—Vaya... Lo siento mucho.

—No pasa nada. Estoy acostumbrada a montar fiestas.

Me guiñó el ojo y se sentó en el sofá, recordándome lo que había ocurrido con Winifred. Aquello sí que había sido de locos.

—¿Vienes? —me preguntó.

—Sí.

—Quería preguntarte... ¿Por qué te has ido corriendo de esa forma?

Sabía que le tendría que ofrecer explicaciones.

¿La verdad? Me las tendría que inventar, no se me ocurría ninguna.

—Digamos que me ha entrado el pánico y me he ido corriendo. Tú y yo hemos sido enemigas desde pequeñas y liarnos de esa forma... No lo sé, supongo que me ha chocado mucho.

Amanda sonrió y me cogió la mano con delicadeza.

—Lo suponía. Ahora, las imágenes de nuestro beso apasionante están corriendo por internet.

—¿Cómo?

No pude creer lo que me estaba diciendo. ¿Nuestro beso? ¿Por internet? No podía ser posible. No sabía quién podía haberlo grabado, a no ser que la Amanda misma para llamar la atención... No. No tenía ningún sentido.

—Te das cuenta de que nos dimos ese beso, o debería decir morreo, delante de toda la clase, ¿no?

Entonces lo recordé todo. Efectivamente, Amanda tenía razón.

Había sido en la clase de Winifred, cuando nos había juntado para el proyecto y de alguna forma, la chispa había saltado.

—Vaya... ¿Y qué dice la gente?

—Algunos dicen que es asqueroso. Otros que están calientes. Otros que lo hacemos para llamar la atención y una pequeña parte se muestra orgullosa de nosotras dos.

—¿Por darnos un morreo?

—Básicamente.

De repente, tuve miedo de que mi madre viera las imágenes. En teoría, aún no le había dicho que era lesbiana y como siempre en el mundo de wattpad, era cristiana y por lo tanto homofóbica. Todo el mundo sabe que un cristiano no puede ser de mente abierta. Simplemente es imposible.

Estaba segura de que me echaría de casa y no querría saber nada más de mí. Se quedaría sola para siempre, en su pequeña casa, sin un hombre a su lado y tan solo un perro. Pobre perro.

—¿Para qué has venido aquí, Gretchen?

Aquel era el momento de la verdad. Era el mejor, puesto que la Amanda misma había sacado el tema. Iba a confesarle mis sentimientos, a decirle lo mucho que la quería y deseaba. Lo mucho que la necesitaba a mi lado y ansiaba que fuera mi novia.

Quizás, si había suerte, nos casáramos en dos días y nos mudáramos juntas en uno.

—Es complicado. Bueno, en verdad no lo es, pero tardaré en decírtelo.

—¿Es algo malo?

—No, aunque lo pasaré mal si no aceptas.

Me miró sin entender nada. La curiosidad la estaba comiendo por dentro.

—Suéltalo de una vez.

—La nieve brilla esta noche aquí más, ni una huella queda ya. Soy la reina en un reino de aislamiento y soledad.

—¿Qué...?

—El viento aúlla y se cuela en mi interior. Lo quise contener pero se escapó.

—¡Deja de cantar Suéltalo!

—Vale, Vale... Perdón —hice una breve pausa—. Bueno, la cuestión es que me gustas. Ya lo he soltado. Quiero que seas mi novia y pasar el resto de mis días junto a ti. Cada vez que pienso en mi dulce Amanda, mi corazón empieza a latir con fuerza. Ayer te odiaba, hoy te deseo.

Amanda se llevó una mano a su corazón y segundos después me abrazó con fuerza.

—Tú también me gustas, Gretchen. Y sí, acepto ser tu novia.

Me besó con lentitud y justo cuando yo misma iba a profundizar el beso, se separó.

—Siempre pensé que iba a acabar con un hombre al ser bisexual, pero me alegra saber que...

Mi corazón dio un vuelco.

—Un momento... ¿Bisexual?

Amanda me miró como si estuviera loca, pero yo apenas podía pensar con claridad. ¿Qué estaba pasando?

—Soy bisexual, Gretchen. Espero que eso no sea un problema...

—No puedes ser bisexual. Me niego a creerlo.

—¿Pero qué...?

—No pienso dejar que me seas infiel. Tú y yo terminamos aquí.

No tardé ni dos segundos en salir de aquella casa. Todas las mujeres bisexuales tan solo querían captar la atención de los hombres y tenían una obsesión enfermiza con hacer magdalenas con tres personas.

Además de que eran unas perras infieles.

Y los hombres bisexuales directamente no existían. Todos eran gays.

Amanda y yo no nos volvimos a ver hasta que las dos cumplimos veintiocho años y viajé hasta Las Vegas para colarme en su boda.

Pero eso ya es una historia demasiado larga. Mejor la dejamos para otro día...

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THE END.

Ahora sí, la parodia ha llegado a su fin. Si has llegado hasta aquí, muchísimas gracias por darle una oportunidad a esta historia y decidir leerla. No sabes lo mucho que significa para mí y lo mucho que me alegra.

Ha sido muy divertido escribirla y espero verte en la parodia que le sigue. Sí, El peor libro gay del mundo. Tan solo voy a decir que habrán hombres lobo y alfas y todo ese mundo en el que por suerte, aún no me he adentrado. Sinceramente, tengo miedo. Será igual de divertida para mí escribirla y ya me estoy adentrando en la historia.

Si has disfrutado de este "libro", pásate por mi perfil para ver que otras cositas tengo y espero verte en alguna de mis otras historias.

¡Un enorme y último abrazo!

El peor libro lésbico del mundo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora