7. Una charla con una vampira

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Edwarda asintió, sabiendo que la cosa iba a ser seria. Las dos nos sentamos en mi cama y no pude evitar malpensar en aquel momento. Edwarda se acomodó mejor y de repente, la cama se partió en dos.

—¿Se puede saber que acaba de pasar?

—Tengo malas experiencias con las camas. Tiendo a romperlas todas -murmuró ella, con una expresión culpable.

Me encogí de hombros. Sinceramente, a aquellas alturas, me daba igual. Mi profesora acababa de confesarme que era la jefa de una mafia y a continuación, había intentado secuestrarme. Nada me iba a sorprender ahora.

—Vale... Edwarda, quizás me odies por lo que estoy a punto de contarte, pero debo hacerlo o me sentiré terriblemente culpable toda mi vida.

Mis palabras parecieron captar la atención de mi novia y me cogió de la mano, acariciándola suavemente. Seguía estando tan fría como siempre. Y mi culpa... acababa de incrementar considerablemente.

—Bueno, esto yo... ¿Conoces a Amanda Smith?

—He pasado poco tiempo aquí, pero todo el mundo conoce a Amanda.

—Sí, sí, exacto... Bueno, la cuestión es que... Puede que yo y ella... ¡Nos hemos liado! ¡Nos hemos liado y la quiero y me siento culpable por serte infiel!

Miré con atención las expresiones de Edwarda, intentando descifrar si le hacía gracia o no. Supuse que no.

Apartó su mano de la mía y se levantó de la cama partida, paseándose de un lado a otro en la habitación y demasiado dolida para hablarme.

—Creo que nos metimos en una relación demasiado rápido. Está claro que lo que tuvimos en esa fiesta fue un lío, nada más. Pero con Amanda... Nuestro lío se siente diferente.

—Podrías habérmelo dicho. Podrías haberme dicho que no sentías nada por mí en vez de romperme el corazón de esta forma.

—Ya lo sé. He sido muy tonta.

—¡Y después de salvarte de una psicópata! ¡Después de salvarte, me vienes con estas! ¡Ni siquiera me has dado las gracias!

Estaba perdiendo el control, justo como Winifred. Aunque estaba un poco asustada, dejé que gritara y que se desahogara. Edwarda no tenía la culpa de lo idiota que yo misma había sido.

—Gracias.

—Ahora no vale.

«Por supuesto que vale... Soy lesbiana, todo vale. Las lesbianas gobernarán este planeta algún día, así que sí que vale si yo lo digo.»

No le dije nada de lo que estaba pensando en aquellos momentos para no enfurecerla más aún.

—Escucha, Edwarda... Creo que tenemos que calmarnos y hablar.

—¿Cómo fue?

—¿Qué?

—¿Cómo estuvo?

—Fue... diferente —respondí, después de dudarlo durante unos segundos.

—¿Diferente cómo?

Parecía enfadada.

—¡No pienso protagonizar una escena de Friends si eso es lo que intentas hacer! —le grité, mi pánico yendo en aumento.

Edwarda asintió, calmándose ante mis palabras. Vi cómo respiraba varias veces y tuve unas ganas inmensas de abrazarla y de tranquilizarla aunque no sintiera nada por ella. Dios, aquello me estaba doliendo demasiado. Quizás pareciera que Edwarda fuera la víctima de aquella situación, pero no.

Era yo.

Edwarda había literalmente muerto y era ahora una vampira. Chupaba sangre y a saber cuántos años tenía. Podía soportar mucho más. Yo no. Yo era Gretchen Carson, una niñata que había estado tranquila toda su vida hasta que su sexy vecina había llegado y había desencadenado todos aquellos eventos.

Sin Winifred, Amanda y ella nunca se hubieran juntado para el proyecto y quizás nunca se hubieran liado. Aunque, bien pensado, Edwarda no tenía nada que ver con Winifred.

—¿Por qué lo has hecho, Gretchen?

—Ya lo he explicado... ¿Sabes lo que me iría bien ahora? Un buen lío. Necesito olvidarme de toda esta locura de la mafia, vampiros y perras populares que logran enamorarme. Y la única chica que veo aquí eres tú. ¿Qué me dices?

Al principio, Edwarda me miró como si estuviera loca.

Segundos después, estampó sus labios con los míos y se puso encima mío, besando cada parte de mi rostro y cuello.

Dios, la necesitaba.

—No sé si podré controlarme.

—Da igual si me dejas preñada con un bebé vampiro, Edwarda.

—¿Pero qué dices? Te das cuenta de que no soy un hombre, ¿no?

—Es verdad... Pues entonces no hay que preocuparse de nada.

***

Después de haber hecho magdalenas, Edwarda quiso aclarar unas cuantas cosas conmigo.

—Ya no estoy tan triste, Gretchen. De hecho, creo que me voy a reencontrar con mi antigua novia. Ella y yo tuvimos una historia apasionante y tremendamente lésbica.

—¿Se puede saber quién era?

—Bella Swan.

Aquel nombre me sonó vagamente y aunque lo tenía a la punta de la lengua, no me acudió al pensamiento. Edwarda me sonrió y señalando las escaleras, me preguntó:

—¿Qué quieres que haga con ella?

—¿Has comido algo?

—Sinceramente, no. Hoy no he podido desayunar nada y tengo bastante hambre.

—Pues cométela.

—¿Literalmente?

—Sí, esta vez sí.

Sorprendentemente, me hizo caso. Aunque tuve curiosidad de ver como mi exnovia se comía a mi profesora mafiosa, decidí que no quería vomitar y cogerle pánico a la sangre. Lo único que quería hacer era ver a Amanda, confesarle lo mucho que la quería e irme con ella a Las Vegas y casarnos borrachas después de haber perdido todo nuestro dinero en salas de billar y alcohol.

«Eso sí que sería vida...»

Cuando Edwarda terminó de chuparle la sangre a Winifred, decidió despedirse de mí.

—Ha sido un placer conocerte, Gretchen.

—Igualmente, Edwarda. Siempre serás mi novia vampira favorita.

—Ni que hayas tenido más.

Nos abrazamos durante unos segundos y cuando nos separamos, le señalé asqueada su barbilla.

—Tienes sangre.

Soltó una carcajada y se la limpió, con un brillo travieso en los ojos.

—Hasta la vista, Gretchen. Me voy a Italia.

—¿Italia? ¿Tú también eres de la mafia?

—Yo soy de la mafia vampírica. Hay una gran diferencia...

Dicho esto, saltó por la ventana y desapareció ante mi vista. Me arreglé para ir a ver a Amanda y tropecé con el cadáver de Winifred.

Me sentía bastante vaga, por lo que decidí no esconderlo y que lo guardara mi madre. Lo que iba a hacer sería mucho más importante...

Iba a ver a Amanda y a pedirle que fuera mi novia para siempre.

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¡El último capítulo se viene pronto!

Ahora no me voy a enrollar (ya me enrollaré en el siguiente). Tan solo espero que hayas disfrutado de la parodia y si hay suerte, nos vemos en el capítulo final.

¡Arrivederci y un enorme abrazo!

El peor libro lésbico del mundo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora