4. Edwarda Cullen

148 16 20
                                    

De repente, la chica saltó hacia la pared con rapidez, quedando cogida de ella como una araña.

Empecé a respirar con dificultad y parece ser que me estaba atragantando. Miraba de un lado a otro, siguiéndola con la mirada.

—¿No tienes miedo de mí? —preguntó.

A pesar de que la acababa de conocer, era imposible tenerle miedo. En unos segundos, había descubierto su psicología compleja y sabía que nunca me tocaría para hacerme daño.

Lo sentía... en mis genitales.

—No —le respondí.

—Soy una asesina, Gretchen. Puedo romper un tronco con facilidad. Soy un monstruo.

—No eres un monstruo.

—Sí, lo soy.

Se bajó de la pared y avanzó hacia mí. Ni pude retroceder, ni quise hacerlo. Su aliento me llegaba con facilidad.

Olor a menta.

Como Hardin cuando besa a Tessa y la pobre es lo único en lo que puede pensar. Menta, menta, menta, menta.

Y seguramente alcohol. Ya todos sabemos el chunguito de mucho cuidado que era Hardin.

Fijé mi vista en sus labios y quise besarlos con desesperación. Lo necesitaba inmediatamente. Era como una droga. Y de las más fuertes.

—Deberías de tenerme miedo. Soy una asesina.

—No me importa.

—He matado a personas.

—Da igual.

De repente, sin ninguna anticipación, sus labios chocaron contra los míos y me fundí en un agradable beso, notando con mayor profundidad su sabor. Abrí un poco la boca y le di permiso para que su lengua entrara y recorriera la mía por completo.

Mi espalda dio contra la pared y ahogué un pequeño gemido mientras acariciaba sus cabellos dorados con ansias.

Se despegó casi inmediatamente, aunque ya había pasado media hora.

—El león se enamoró de la oveja.

—Que oveja más estúpida -murmuré.

—Que león más masoquista.

Volvió a besarme, esta vez quizás con más desesperación y me empujó hacia la cama. Supe inmediatamente a lo que se refería y me tumbé encima, dejándome hacer. Sus labios besaron cada parte de mi cuello, mientras gemía su nombre sin parar, el cuál no sabía.

—Eres increíble, chica sin nombre... Sí, ahí está perfecto, chica sin nombre... Dios, no puedo creer que esto sea real. ¡Chica sin nombre!

—Me llamo Edwarda Cullen —me susurró con una sonrisa.

Sin dejar de besarme, me bajó los pantalones con los dedos de los pies, ya que mi escritora, al tener apenas seis años, no tenía ni idea de cómo funcionaban las relaciones sexuales y tan solo aprendía leyendo fanfiction, lo cual no era una fuente muy adecuada, que digamos...

Y ahora que pienso... ¿No se suponía que tan solo llevaba un vestido y después una camiseta ancha?

Desde nuestra habitación, se podía escuchar el sonido de la música y el hecho de que cualquiera pudiera entrar y pillarnos logró calentarme aún más.

De nuevo, las hormonas.

¿Qué se le va a hacer?

Sin previo aviso, se apartó de mí y se puso a la otra punta de la habitación. 

—¿Qué ocurre?

—Yo... No debería haber hecho eso. Todo sobre ti me atrae y no debo perder el control. No podemos hacerlo.

—Edwarda... Lo necesito. Estoy estresada y lo necesito. Tengo una vida que flipas de dramática, aunque verdaderamente, no es para tanto. El sexo, es la distracción perfecta.

—Tienes razón. Yo pensaba que solo los hombres disfrutaban del sexo.

—Sí y aparte están las lesbianas, que son básicamente hombres disfrazados.

—Ah. Pues adelante entonces...

Volvió a besarme y esta vez sí que no se apartó.

***

A la mañana siguiente, me desperté en una cama que no era la mía.

Sé lo que estarás pensando ahora mismo...

Dichosas estrellitas.

Nos han robado la escena del sexo.

Necesitamos detalles.

Bla, bla, bla.

Tampoco debería de decir esto, pero a estas alturas, los secretos dejan de ser secretos. Pues bien, cuando se ponen estrellitas, no significa que esté ocurriendo en ese exacto momento una escena de sexo.

No.

Están cocinando magdalenas de chocolate para las abuelas, pero los adolescentes lectores son tan malpensados, que solamente piensan en eso.

Son tontos, ¿verdad? Ya lo creo.

A mi lado, no veo a nadie. Me doy cuenta de que Edwarda se ha marchado y me pongo a llorar como una desesperada.

Me ha utilizado. Tan solo quería una noche de placer. Comprendo que yo le dije que tan solo quería tener sexo con ella como distracción, pero al final, entre besos y magdalenas, pillé sentimientos por ella.

Y ahora, me había dejado tirada.

Me prometí a mi misma no volver a confiar en las mujeres. Eran seres malévolos que iban causando la destrucción con cada paso que daban. Las odiaba con todo mi corazón.

Me vestí completamente rota, sin querer pensar en nada. Tan solo quería llorar, llorar y llorar.

En situaciones como estas, te prometes a ti misma pegarle una buena bofetada en cuanto la veas. ¿Qué es lo primero que terminas haciendo? Magdalenas de nuevo. Y así hasta que mágicamente, ella se da cuenta de que también siento lo mismo y os vais juntas de una vez a Las Vegas para casaros después de una borrachera.

Ah, no. Eso era para Winifred, no Edwarda.

De repente, escuché el sonido de una cadena estirarse y me sequé las lágrimas con rapidez, aunque aún se notaba con facilidad que había estado llorando. Unos pasos se acercaron y me congelé en mi sitio, soltando ese aliento que no me había dado cuenta de que había retenido.

La puerta se abrió y pude ver a Edwarda de nuevo.

—Te das cuenta de que tan solo me había ido al baño, ¿no?

---

Hora de que escojan sus favoritas, señoras y señores.

Aún no sabemos con quién se quedará Gretchen al final. Sí, lo has adivinado. El clásico triángulo amoroso aunque esta vez es de cuatro.

Winifred, Amanda o Edwarda. ¿Quién es su favorita y con quién quieres que Gretchen se quede y asente la cabeza de una vez?

Sí, yo también estoy de acuerdo con esa.

Como siempre, gracias por seguir aquí y nos veremos en la próxima entrega de dos nuevos capítulos mañana. Y si me encuentro con ánimos, quizás tres ya que este libro tan solo tendrá diez capítulos en total.

Y después... Se vendrá "El peor libro gay del mundo".

¡Un enorme abrazo!

El peor libro lésbico del mundo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora