Martes 25 de febrero del 2020.
Los monos aullaron a coro de entre los árboles y el corazón de Leslie dió un salto. Los chillidos la tomaron por completa sorpresa y la arrancaron de las suaves manos del sueño de golpe.
Sin embargo, no tenía la fuerza para levantarse y tampoco quería hacerlo, su cabeza estaba recostada sobre algo muy blando y cómodo. Abrió los ojos apenas unos milímetros y se cegó por el verde intenso que había por todos lados. Las ramas se agitaban y la vegetación se movía, quizá, bajo el peso de la fauna de la zona. Minúsculas gotas de agua caían por entre las hojas, lo que significaba que la lluvia torrencial de anoche casi estaba extinta.
Exhaló y se removió en su lugar. Los monos seguían aullando y se escuchaba movimiento en la vegetación, pero Leslie solo tenía oídos para la suave respiración que le llegaba desde arriba. Giró la vista y descubrió a Venus con la espalda apoyada en el tronco del algarrobo y la cabeza levemente inclinada hacia abajo. Una cortina de cabello húmedo le cubría el rostro, pero aún así Leslie pudo ver, con mucha claridad en sus rasgos tranquilos, que estaba profundamente dormida. Siguió la trayectoria de su brazo —el otro yacía encima del lodo y la hierba— y descubrió que se dirigía hacia su propio cuerpo. Una mano blanca y delgada descansaba sobre su pecho, apenas había caído en cuenta.
Se relamió los labios y volvió la cabeza a su posición original con mucho cuidado. No quería despertar a Venus y tampoco quería abandonar la posición tan cómoda en la que se encontraba.
¿Qué hora sería? ¿Qué harían luego? ¿Cuántas horas de camino les faltaban para llegar a la montaña? Y, más importante que todo, ¿encontrarían algo de comer?
Moría de hambre, pero trato de no pensar en eso e intentó volverse a dormir. Tenía que guardar energías para luego, presentía que el camino sería largo y difícil para sus piernas inexpertas.
No se dio cuenta del momento en el que volvió a quedarse dormida. La despertó un gruñido y el sonido de músculos al estirarse, sumados a los chillidos que hacían los animales del bosque. No tuvo que abrir los ojos para saber que Venus había despertado y se preguntó —no pudo evitar hacerlo— cuánto tardaría ella en apartarla de su regazo.
Para su sorpresa, eso no sucedió. Al contrario, sintió que un par de dedos delgados le apretaban las mejillas. Apartó la mano de Venus con la suya propia, pero ella volvió a hincar la piel de su cara. Abrió los ojos y la miró con dureza. Sentía que sus mejillas se calentaban.
—Para.
Pero las manos de Venus no se detuvieron y continuaron examinando su rostro.
—Estaba comprobando que siguieras con vida —dijo ella.
Jalo la piel bajo sus ojos y la estudió con cuidado. Leslie sentía a su sonrojo crecer más y más.
—Pues ya ves que estoy viva. Hablo y me muevo, ¿te das cuenta? —Leslie levantó su mano y la agitó—. Todavía no vas a deshacerte de mí.
—No lo digas así, lo haces sonar horrible —contestó Venus apartando sus manos y haciéndole el gesto de que se levantará. Leslie la obedeció y se sentó en el suelo—. Servirías de alimento para los pumas. Seguro no te encuentran muy apetitosa, pero alguno debe estar lo suficientemente hambriento para resignarse a comerte.
Decidió que discutir sería una pérdida de tiempo, pero bufó para demostrar su descontento.
—¿Y qué vamos a comer nosotras?
Venus examinó a su alrededor con pereza y luego se estiró, extendiendo los brazos para sostener una vaina amarilla manchada por el lodo. Le presentó la algarroba a Leslie con la resignación —fingida o real, no tenía forma de saberlo— grabada en su rostro.
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El bosque de las brujas | GL
Mystery / Thriller🏆| Ganadora de los premios Wattys 2021. Leslie Valera ha regresado al pueblo de Los Limos después de diez años, decidida a aprovechar las vacaciones de verano y divertirse en compañía de su primo. Sin embargo, sus días de ocio son frustrados por la...