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59.

Puede que no me creas, pero la primera vez que fui a la empresa de Xue Yaozu, todos sus secuaces, ya sea que los conociera o no, me tomaron por la pareja de Xue Yaozu. En realidad, más que una pareja, incluso.

¡Un tipo que llevaba una gran cadena de oro le dio una palmada en el hombro a Xue Yaozu con un sonoro golpe!

—¡No está mal! ¡Tienes que invitarnos a la ceremonia! ¡Un banquete Liu Shui*! ¡En un mes realízalo!

Xue Yaozu con frialdad, de una manera presumida, dijo: —No.

El tipo de la gran cadena de oro preguntó: —¿Por qué no?

Xue Yaozu dijo: —Cállate.

Nos presentó: —Él es m-i amigo, se llama, Da Jin.

Da Jin dijo: —Entonces deberías presentarme a tu Dios masculino también.

Xue Yaozu dijo: —No lo h-haré.

60.

Xue Yaozu me llevó a su oficina y dejó fuera a la multitud de entrometidos.

Explicó: —M-me han e-escuchado hablar de t-ti.

Oh, no es necesario que me expliques, yo podría decirlo (con solo mirar).

Noté las fotos mías en marcos en el escritorio de Xue Yaozu. Fueron tomadas en secreto de nuestro tiempo en la escuela secundaria.

Él se está volviendo cada vez más aterrador.

Xue Yaozu parecía un poco avergonzado. —L-lo siento.

—No te recuerdo.

—E- espera un momento.

Buscó en su teléfono durante un rato, luego me mostró la pantalla y dijo: —Mira, es-este era yo.

La persona de la foto tenía un flequillo grueso que le cubría completamente los ojos. Es más, usaba un par de lentes con montura negra, por lo que aproximadamente la mitad de su rostro parecía casi abstracto.

Ahora lo recuerdo. Este era el compañero de clase con el que me había emparejado, básicamente hablaba menos de tres palabras cada vez que abría la boca y se le veía muy triste.

Pero recuerdo que su nombre no era Xue Yaozu.

Xue Yaozu explicó: —La maestra se olvidó c-c-cambiar los nombres. Y-yo no lo expliqué.

—Escuché que empujaste a la persona original, ¿por qué hiciste eso?

Xue Yaozu se quedó en silencio por un momento, luego dijo: —N-no me acuerdo.

No parece que no lo recuerdes.

Sea lo que sea, preguntar es una pérdida de tiempo.

—Si no te acuerdas, entonces no importa.

—No t-te haré da-daño. Me g-gustas.

Ya me ha dicho un millón de veces que le gusto, estoy empezando a sospechar que ese es su eslogan.

61.

Recuerdo que si en ese entonces no lo hubiera escuchado responder ocasionalmente, habría pensado que este compañero de clase con el que me había emparejado era mudo.

Xue Yaozu dijo: —T-tartamudeo, a-así que mis compañeros de clase, a me-menudo se burlaban, de, mí. Así que yo, n-no ha-hablaba.

Asentí.

Continuó: —Di-dijiste que ha-hablara más.

Eso no lo recuerdo bien. Desde que era joven fui un charlatán.

El Relajado Ren YiguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora