El chico de las mariposas.
Molestia, esa era el sentimiento que sentía cuando veía que una persona en su familia no se divertía, porque todos en aquella casa deberían de ser felices, ¿cierto?, tenían una casa grande, una madre adorable, hermanos cariñosos, no les faltaba la comida, no había razón para ser infeliz en ese lugar, pero justamente había alguien que lo era.
—¡Ray!, ¡vamos a jugar! — Gritaba ella viéndolo enojada.
—Yo paso — Susurraba él, abriendo su libro.
—No pasa nada si juegas con nosotros una vez — Ella replicaba, pero solo obtenía que el pelinegro la ignorará.
Aquello le dolía, Ray era el único miembro de su familia con el cual no podía conectar ni acercarse, era extraño, con todos se llevaba bien, pero Ray se volvió distante, alejándose de todos, construyendo un muro que era no podía romper; ver a Ray apartado, solitario, solamente leyendo... no lograba entenderlo.
—Emma, no molestes más a Ray, déjalo ser, él disfruta leyendo — Norman se lo pedía con amabilidad y voz suave, tratando de hacerla ceder.
—Si, Emma, vamos a jugar a la pelota —
—Deja al amargado solo —
—Estudiar es aburrido —
—Él se lo pierde —
—No pierdas tu tarde de juegos por un amargado como él —
Y esos comentarios la hicieron finalmente desistir, Emma le dio una mirada de tristeza y se fue con sus hermanos a jugar a la pelota, ya no importaba mucho, pronto se acostumbró a ver a Ray a la distancia mientras leía.
Otro día paso, mientras Emma hacía las pruebas del examen, su puntuación era alta, pero no podía lograr un puntaje perfecto como Norman, ella miró hacía Ray que había estado extremadamente cerca de lograrlo, ¿era una especie de competencia?, se lo preguntaba con curiosidad sin entenderlo bien, no había alguna ganancia de sacar un puntaje perfecto en las pruebas a parte de la felicitación de mamá, pero Ray no era tan apegado a ella como para anhelar esas felicitaciones. La tarde llegó y de nuevo una tarde de diversión era lo que necesitaba, se acercó de nuevo hasta Ray, para invitarlo a jugar.
—Vamos Ray, juega conmigo a las atrapadas, tú eres bueno en este juego —
—No, yo paso —
—Pero... —
—Ya te dije que no, ¿por qué siempre insistes? — Él alzó una ceja, mientras se apretaba aún más a los libros.
Ella no tenía una respuesta clara para eso, solamente quería que Ray riera junto a ellos, pero no había forma de lograrlo.
—Esta bien, te dejaré en paz — Ella se levantó, mientras caminaba alejándose para ir a jugar con sus demás hermanos, el pecho le dolía y no sabía la razón.
—¿Qué sucede? — Su hermana mayor llegó hasta ella, mientras le sonreía.
—Ray no quiero jugar conmigo — Ella se quejó ante Susan —¿Por qué siempre es tan amargado?, ¡no lo entiendo! — Ella le miró inflando la mejilla, sin comprender la razón.
Susan la miró, y luego alzó su cabeza para mirar hacia Ray, mientras lo veía con nostalgia.
—A Ray le gusta leer, solo déjalo — Ella asintió levemente, eso le decían todos.
Emma fue a jugar con sus hermanos, mientras se divertía bastante, le gustaba jugar, era su parte favorita del día, estar con sus hermanos era lo mejor, correr, disfrutar del sol, evadir a Norman, trepar árboles. Todos y cada una de esas acciones le traían una gran felicidad. Aún así, cada vez que miraba hacía esa dirección, veía al solitario chico que leía sin descanso.