Capítulo 1

20 1 0
                                    

Llevo mirando el reloj de la pared como si la vida me fuese en ello durante hace aproximadamente 3 horas.
Faltan cinco minutos para que la aguja más corta marque las 4 de la mañana y aún nadie ha venido a buscarme, sorprendentemente, ya que mi padre suele estar muy encima de mis hermanas y de mi.

<<Deben de estar durmiendo y aún no se han enterado de que estoy aquí, en la maldita comisaría de Rexford, manchándome el vestido rosa pastel Valentino con la mugre del banquillo de piedra de dentro de la celda, probablemente la más asquerosa y apestosa de todo el condado de Los Ángeles.>>
<<Se les ha estropeado el coche mientras venían hacia aquí y una grúa a tenido que ir de inmediato en su encuentro para llevar el coche a un mecánico y así finalmente poder venir a buscarme>>
<<Han entrado unos ladrones a casa para robar la herencia que nos dejó la abuela Anastasia y están escondidos en el búnker del desván.>>

Mi mente no deja de procesar pensamientos y motivos y razones y de nuevo más motivos sobre el tiempo que llevo perdido aquí y no en mi habitación como de costumbre, tumbada en mi asiento bajo el sobresaliente ventanal blanco, escuchando mi álbum favorito de los Rolling Stones con mis auriculares puestos mientras cierro los ojos y me imagino nuevos momentos por vivir, nuevas aventuras, una nueva vida fuera de Los Ángeles.

Siempre me hubiese gustado ser Británica como la abuela, ella era de Gran Bretaña, Escocia. Su acento era tan bonito que recuerdo haber estado veranos enteros entablando conversaciones con ella con la esperanza de que se me pegara aunque solo fuera un poco de él.
Solo deseaba ser como ella, una mujer libre, independiente, con las ideas claras y un futuro prometedor por delante.

No me quejo de mi actual vida, vivo en la ciudad donde todos los deseos se cumplen, salvo el mío por supuesto. No tengo claro que mi objetivo en la vida sea el que mis padres han considerado prácticamente desde que nací. Ellos siempre dicen que unos buenos estudios acompañados de una buena carrera te solucionan la vida, y en parte puede que sea cierto, pero, ¿Y que hay de los artistas como DaVinci o Bangkok?
¿A caso ellos dedicaron toda su vida a una misma cosa? Ambos eran escultores y filósofos además de pintores entre otros y eso les hacía felices aún sin ganar un dólar, al principio claro, luego se forraron.
Pero el tema es que yo no quiero ser solo una cosa, no quiero estudiar una simple carrera para programar mi futuro. ¡Soy una niña por dios! ¡No pueden pretender que quiera un futuro así si ni siquiera se lo que voy a querer comer mañana!

En mi caso no es el dinero lo que me falta. Lo tengo absolutamente todo, tengo una familia maravillosa que me apoya en todo, una mejor amiga increíble con la comparto momentos geniales y únicos, un casa con las medidas de una mansión con todas las riquezas y servicios que uno se puede llegar a imaginar, todos los caprichos que se me cruzan por la mente y más...
Y aún así siento que hay algo que no cuadra, simplemente no encaja. Es como si mi vida entera fuese un puzzle que mis padres han ido montando desde que nací pero que la última pieza estuviese perdida en mi yo interior y fuese mi responsabilidad encontrarla.

Definitivamente tener tanto tiempo para pensar es agotador.

Cada vez que la puerta de la comisaría se abre, mis ojos se desvían hacia esta con la esperanza de por fin irme de este infierno de una vez por todas.
Yo no debo de estar aquí, esto es ridículo.

Como si el mismísimo dios me hubiese escuchado, justo por la puerta aparece papá con un semblante verdaderamente preocupado. En cuanto le veo me pongo en pie de un salto y rápidamente me acerco hacia la puerta de la celda deseosa en salir.

—¡Papá!—los sigo con la mirada mientras un policía me mira con recelo por encima de su hombro y lo conduce hasta una sala al otro lado de la habitación, que queda fuera de mi campo de visión.

—¡Eh!—El guardia de seguridad me llama la atención por mil enésima vez des de que he pisado la comisaría, empiezo a pensar que se toma demasiado enserio lo de respetar las horas de silencio. Un tajante golpe a la puerta de mi celda hace que  retroceda del susto.

—¡¿Pero que demonios haces?!—vuelvo a colocarme donde estaba anteriormente para enfrentarme a él.

—Mejor no hables bonita, ya tendrás tiempo de hacerlo ante la señoría.

—¿Perdón?- pregunto desconcertada por un instante. <<¿A que ha venido ese comentario?>>—¿Que tengo que hablar yo con la señoría?—decide ignorarme y camina pasillo abajo.—¡Si sueltas tal comentario no puedes pretender que no te pregunte sobre él!- retrocede de nuevo hasta quedar en frente mío, encarándome como si pensase que así me intimida lo más mínimo.

—Cierra el pico niña.—ahora la conversación es más bien un duelo de miradas. <<Lo tiene crudo si se piensa que voy a dejar pasar el tema>>.

—¿A la señoría a que?- suelta todo el aire que parece que llevaba reteniendo hace segundos y a continuación niega con la cabeza mientras se ríe.

—No te lo tomes personalmente, pero una niñita de 17 años no va a hablarle así a un agente de policía.—ahora soy yo la que ríe.

—Por favor, ¡Eres agente de seguridad! Ni te creas que eres tan importante.—deja de reírse y me mira con rabia.

—¿Sabes? Una vez me topé con un chico parecido a ti que solo hacía que faltar el respeto, pero no se vio venir las consecuencias que eso le conllevaría.—su mano recorre el cinturón que lleva puesto y agarra una pistola.

—¡¿Que haces?!— <<¡¿Esta loco?!>>— ¡¿Es que has perdido el juicio?!—retrocedo en la celda hasta quedar acorralada en un rincón como si eso sirviese de algo. Me repito a mi misma <<No me puede disparar, iría a la cárcel>> <<No me puede disparar, iría a la cárcel>> <<No me puede disparar, iría a la cárcel>> <<No me puede disparar, iría a la cárcel>>, como si eso se le estuviese pasando por la mente ahora mismo al psicópata de enfrente.

—Para la próxima sabrás estar más calladita.—aprieta el gatillo haciéndome soltar un chillido de pánico.

Remeber MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora