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A la hora del almuerzo, somos mi tía, mi madre, mi abuela, Christopher y yo. Haile aun no llegaba de la preparatoria y papá regresa en la noche. Para mi mala suerte -bien que quiero- Christopher se ha colocado a mi lado, mientras yo trato de huir de cualquier tipo de contacto con él. Si bien estamos en familia, aun no tengo la confianza suficiente para decir que él no hará alguna locura.

— Chris, cariño ¿te han llamado ya de Londres? —Pregunta mi tía.

—Aún no. Y realmente espero que no lo hagan. —responde Christopher despreocupadamente— Antes de viajar he dejado muy en claro que no quiero ningún tipo de interrupción. A menos que sea un caso de emergencia; de vida o muerte, cosa que no creo que suceda.

—¿Y en qué trabajas exactamente, cariño? — pregunta la abuela.

Eso también me interesa.

—En estos momentos soy el representante financiero de un cliente con la bolsa de valores más alta en todo Europa. —me mira de reojo— Es un gran proyecto que trabajo en conjunto, con contadores de respaldo, pero no te preocupes abu, esta semana es solo para ti.

Y para mí.

Salgo de mis pensamientos al sentir una de sus manos en mi rodilla. ¡Algo se le ocurre, siempre!

Me volteo para mirarlo y despego su mano de mi pierna, por lo que Christopher hace un gesto de disgusto.

—La comida está deliciosa, extrañaba comer comida hecha en casa. —felicito a mi madre y a mi tía.

—Me alegra que te haya gustado, que les haya gustado. —corrige con una sonrisa mirando los platos vacíos— Pero como nosotras hemos cocinado, ahora ustedes deben recoger la mesa y dejar todo en orden.

Finaliza, señalándonos a Christopher y a mí. En fin, a lavar los platos.

No siempre, es color de rosa la vida.

—Yo también puedo ayudar, terroncito de azúcar—dice mi bu entusiasmada. Sonrío.

—Nada de eso, bu. —le tomo la mano sobre la mesa— Christopher y yo podemos hacernos cargo. Somos super polillas, ¿lo recuerdas?

Digo con entusiasmo ante el recuerdo, de cuando éramos niños y la abuela nos encomendaba algún trabajo, ella decía que éramos como mariposas dispuestas a explorar el mundo. Cosa que a Chris no le agradaba y así quedamos como super polillas.

—Aun lo recuerdas. — murmura Christopher a mi lado. Luce sorprendido y emocionado a la vez.

Sonrío y asiento disimuladamente.

—Fueron mis super polillas, hasta que crecieron y partieron a explorar el mundo. —dice melancólicamente. —Aun así, no estoy cansada y no quiero dormir aún.

— Vamos mamá, debes ir a descansar. —interviene mi tía— recuerda lo que dijo el doctor, el descanso es primordial.

—Ese señor como doctor es un bueno para nada, aunque no voy a negar que es muy guapo. Han visto esa mandíbula marcada y esos pectorales que deja debajo de esa fea bata de hospital. —sonríe descaradamente ante los recuerdos— Solo por eso dejo que me atienda.

—¡Mamá! —Chilla mi madre en conjunto con mi tía. Ambas rojas como el tomate.

—¿Qué? —dice a la defensiva— ¿Por qué están tan alarmadas?, bien que ustedes hacen lo mismo. Para eso sirven los ojos, ¿no? —

Comparto una mirada con Chris, antes de soltarnos en risas, las caras incómodas de mi tía y mi madre son un poema.

Después de las risas y de la mirada pícara de mi abuela, me levanto a recoger la mesa con Chris intentando seguirme el paso. Lavamos los platos y cubiertos entre los dos, disfrutando el momento junto con risas, bromas y porqué no; uno que otro beso robado.

MI PRIMO Y SUS JUEGOS ||C.V.|| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora