Capítulo 1

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NARRA HANNA

Me pasé la mano por la frente, las gotas de sudor caían como chorros alrededor de mi cara, los pelitos que sobresalían de mi rubia y blanquecina trenza se me estaban pegando a la cara. Era realmente molesto.

Miré mis manos analizando si hacer algo más con ellas las destrozaría más o si era aguantable. Estaban rojas, arañadas, heridas, me quemaban, incluso tenía una fila línea de sangre que se deslizaba por mi muñeca.

El resto de mi cuerpo no iba por otro camino, en realidad. Mi cuello tenía rasguños, al igual que mis piernas y mis brazos, además de moratones por partes que ni siquiera sabía que eran tan sensibles, mi pantalón de deporte estaba hecho polvo, el material en definitiva no estaba preparado para esto. Eran unos simples leggings, ¿en qué pensaba? Por suerte la camiseta de tirantes seguía intacta, empapada, pero sin un solo rasguño.

Aún llevando ropa ligera, me estaba asfixiando, pues estábamos en un lugar cerrado, humedo, pegajoso, y pequeño.

Me agaché doblando las rodillas y descansando las manos en mis muslos. Apostaría que tenía la cara roja.

Levanté la mirada y observé a la oponente delante de mí, pues parecía estar aún en peor estado que yo, estaba haciéndose una coleta alta mientras respiraba muy alto.

Después de unos segundos de intentar recobrar las energías, decidí pillarla in fraganti al crear un arma, ya que hacía poco había podido conseguir crear una, tenía que aprovechar  mi ventaja en cuanto a poder. Pronto comencé a sentir una fuerte presión en la palma de mi mano y energía salir de ella en forma de una luz radiactiva azul y fosforescente. La chica, Dina, aún estando exhausta, se dio cuenta de mis intenciones cuando aún se estaba acabando de formar mi arma, pues era imposible no notar ese brillo tan cegador en aquella especie de habitación tan oscura. Pronto aquel brillo tan intenso disipo quedando un leve fulgor que salía de la espada azul que acababa de crear.

Sí, bueno, apenas estoy experimentando, lo único que sé crear es una espada, ¿vale?

Cuando ya estuvo lista en mis manos intenté agarrarla de la mejor manera que podía, es decir, igual que en las películas ambientadas en la época medieval humana. Cuando estuve en mi intento de posición de "ataque" ella agarró una de las armas que había tiradas por el suelo, que no eran muchas, pero a nosotras nos bastaban. El arma era un kusari fundo de mangos a largados, al contrario de la espada creada por mí, este era de un negro opaco pintado sobre metal, no de muy buena calidad cabe recalcar, ya que se lo habíamos comprado a un deambulante de las afueras de la isla. Cuando lo hubo cogido, comenzó a darle vueltas a su arma, dando por terminado el tiempo muerto para descansar.

Con determinación decidí atacarle yo pimero, nada muy elaborado, estaba cansada y quería ir con calma para empezar esta ronda, pensé que un simple espadazo bastaba, pero cuando corrí hacia ella lo apartó de un golpe del kusari fundo.

Su semblante era de alerta, pero en sus ojos se podía apreciar un poco el miedo, algo así como la expectación de qué movimiento voy a seguir o parar de hacer. Nunca dejó de darle vueltas a su arma.

Intenté regodearme de mis prácticas con la espada girándola y dando dos espadazos a mis costados, acto seguido corrí y salté pasando por encima de ella, pasando la espada por su mano izquierda, que es donde tenía su arma, para tirársela al suelo, pero ella fue más rápida enredando su kusari fundo por mi espada, tirando de él y haciendo que se me escurriera de las manos, hiciera que me desorientase un poco mientras aún seguía en el aire, haciendo que me cayese al suelo, raspandome la mejilla contra la superficie dura y rugosa. Cuando me levanté sentí un poco de sangre pasar por mis labios, así que la escupí.

𝐈𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐆𝐮𝐚𝐫𝐝𝐢𝐚𝐧𝐞𝐬 © [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora