El cuadro de narcisos que hace de cabecero
Nunca fuiste de flores, besos o decir te quiero.
Aquellos azulejos de amapolas de color rosado
ahora me miran como si me hubieran ganado.
Es curioso como ese habitáculo de cuatro muros
se haya convertido en un agujero oscuro.
Y sobre la mesa un esqueje de jazmín marchito.
Me consuela pensar que no soy la única que se ha rendido.
Corre un leve escozor en el interior de mi pecho
que bien podría ser esa sensación de alivio
o esa quemazón que arde en mi interior cada vez que te recuerdo.
Pero te invoco sin querer cuando abro mi armario
y observo a un lado aquel vestido que me trae a la memoria aquel día de mayo;
Cuando me miro desnuda en el aquel espejo de color negro
y recapitulo donde fue tu último beso.
Ya sé que no te gusta que te piense
pero son esas cicatrices
y las malditas flores
las que no dejan de recordarme
el día que decidiste largarte.