Capítulo 02

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Bastien

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Bastien.

Miro a Rosette quien duerme a mi lado; mi mano deja pequeñas y lentas caricias en su espalda desnuda. Miro su rostro y sonrío cuando sus ojos verdes comienzan a abrirse lentamente.

—Vas a desgastarme de tanto mirarme —habla somnolienta aunque aún así puedo captar el tono de burla en su voz. Besa mi mejilla mientras roza su nariz con la mía, se recompone un poco y recuesta su cabeza sobre mi pecho desnudo.

—¿Has pensado en lo que te dije? —pregunto, escucho como suelta una pequeña risa.

—Bastien, cariño —se recompone apoyando su barbilla en mi pecho, sus ojos coinciden con los míos—. Me encantaría ir contigo, pero —las yemas de sus dedos trazan los tatuajes que adornan mi piel— debo admitir que tu familia me asusta.

Soy yo quien ríe ahora.

—¿Mi familia te asusta? —pregunto con una ceja elevada y cierto tono de incredulidad.

—Son los Salvatore —responde como si fuera obvio—. Son los reyes de Francia, en cualquier lugar resuena el apellido Salvatore —añade, como si yo no supiera ya lo importante que es mi familia en Francia—. Es imposible que alguien aquí los pase desapercibidos.

—¿Qué tiene que ver eso? —mi ceño se frunce sin entender lo que quiere decir—. Quiero que te conozcan, quiero que conozcan a la mujer que me enloquece.

Sonríe.

—Tu hermana y tu madre me asustan —confiesa finalmente.

Vuelvo a soltar una carcajada.

Quiero que Rosette conozca a mi familia, quiero que mi familia conozca a Rosette, mi novia.

—Mi madre es la mujer más amable y carismática que puedas conocer —respondo—. Sophie —pienso por algunos segundos, buscando las palabras adecuadas—. Bueno, Soph puede llegar a ser algo siniestra pero es una buena mujer.

Miro la preocupación instantánea en su rostro, se mantiene en silencio.

—Tampoco voy a obligarte si no quieres hacerlo, Ross —rompo el silencio que se creó—, entiendo que aún no estás lista, solo debes saber que quiero que todos sepan que estamos juntos.

Estoy con Rosette desde hace ya un buen tiempo.

Ella tiene veintitrés años, es estudiante de literatura y la conocí en una reunión con amigos, tenemos algunos amigos en común.

—Voy a pensarlo, ¿vale? —se coloca a horcajadas sobre mí, sonrío mientras asiento y tomo su cintura.

—¿Salimos a cenar? —pregunto con la esperanza de que no arruine mi sorpresa, sonríe de aquella manera que tanto me encanta. Sus ojos verdes brillan tenuemente y acomoda unos mechones de su cabello detrás de sus orejas.

Herederos: InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora