Capítulo 28 | Caos y separación

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Nairi estaba a la vuelta de la esquina del estudio, acechando, lista para seguir a alguno de los miembros del Consejo. La única señal de que habían salido fue el sonido de la puerta al abrirse y cerrarse.

—¿Podrían ir a armar el grupo que acompañará a la reina y todo lo necesario ustedes solos? —dijo Alden—. Quiero ir a mi habitación para tener todas mis cosas listas para la partida de mañana.

—¿Quieres algo de ayuda? —preguntó Donovan—. La caída de tu casa es un momento difícil, quizá algo de compañía no te haría mal.

Nairi paró su respiración unos segundos. Quería oír con atención y total claridad la respuesta del marqués.

—Muchas gracias, lo apreciaría mucho. Sería bueno distraerme un poco mientras empaco.

Nairi volvió a respirar.

—Y hasta terminamos antes —dijo Donovan, la sonrisa clara en su voz—. ¿Tienen algún problema, caballeros?

—En absoluto, somos más que capaces de alistar un pequeño grupo de hombres —respondió Joseph, indignado.

—Nunca dije que no —dijo Donovan un poco más bajito—, pero me alegra que me lo confirmes. Vámonos, Alden.

Alden y Donovan cruzaron la pequeña sala hasta el pasillo que llevaba a las escaleras, del otro lado de donde estaba Nairi. Los duques caminaron unos cuantos pasos hacia lo que Nairi supuso que era la misma dirección, pero con la intención de salir de la casa. Cuando dejó de escuchar sus pasos, dio la vuelta hasta el pasillo y se detuvo en la puerta del estudio. ¿Y si mejor no entraba y los seguía directamente? Aurora se enojaría. Suspiró y entró.

—Vámonos.

Aurora y ella salieron de la casa en cuanto calcularon que no serían vistas por los duques. Se pusieron las capuchas de sus capas.

—Pensé que te ibas a ir sin mí —dijo Aurora.

—No creas que no lo pensé. —Caminaban lado a lado apretando el paso lo suficiente para no perder a las dos figuras que caminaban a algunos metros de ellas por el pasto seco en dirección al campamento. Pese a ser mediodía, el sol no se alcanzaba a mostrar por entre las nubes grises—. Me hubiera quedado más tranquila.

—¿Y por qué no lo hiciste?

—Irías sola de todos modos, y estarías en más peligro así.

Nairi hubiera preferido que Aurora siguiera siendo vigilada y escoltada incluso cuando intentaba atrapar un espía, pero nadie se quería arriesgar a que algún guardia estuviera coludido con él y, mientras menos personas involucradas, mejor. Así que no le había quedado de otra más que estar ahí al pendiente de ella, esperando protegerla lo mejor posible.

—En eso tienes razón. No puedo solo quedarme esperando mientras ustedes descubren al traidor —dijo Aurora—. Siempre ha sido traición primero, descubrimiento después. Esta es mi primera oportunidad de participar en el descubrimiento antes de que suceda una verdadera tragedia.

—Ya tienen casi todo Eadburg.

—Casi tienen la mitad. Pero todavía podemos hacer algo al respecto. La guerra no está perdida.

Nairi la miró de soslayo y vio la seriedad y firmeza de sus facciones. Estaba convencida, pese a que estuvieran perdiendo. Su rostro le recordó a Yamin y lo decidido que estaba a ganar aunque no hubieran tenido una verdadera victoria en años. Sonrió con tristeza.

—Estoy segura de que lo único que nos está haciendo perder es el espía —dijo Aurora—. Y ahora, con la ayuda de Maléfica, lograremos nivelar un poco el campo de batalla.

La reina durmiente: el legado © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora