Prólogo

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Mi cumpleaños número dieciséis y mi primera salida desde la cirugía.

La brisa se siente extraña en mi nueva piel, como si estuviera recordando la sensación. Es todo nuevo para mí. Las calles, las personas caminando por allí, las casas, las señales de tránsito. Todo.

Camino por las calles del Estado con mucha precaución. Me aferro al collar que cuelga de mi cuello cuando veo un bar desbordando de personas bebiendo. Muchas de ellas apenas pueden mantener el equilibro de sus piernas. Muerdo mi labio inferior con  curiosidad. Nos tienen prohibido beber alcohol por nuestro entrenamiento estricto. Tengo entendido de que el alcohol te deja en un estado bastante vulnerable y débil. Además te deshidrata y le hace mal a los riñones.

Pero una copa no me iba a hacer nada.

Aaron me dejó venir sola y no lo pude odiar más por eso. El maldito bastardo había metido la pata dos veces faltando a los entrenamientos y a la tercera lo castigaban. No dejé que se arriesgue a tanto solo por mi cumpleaños. Era una fecha que ya no carga con ningún significado.

Cuando abro la puerta del bar, las personas hablando tan alto y la música que parece hecha para romperte los tímpanos, me hacen dudar de mi decisión. Demasiados cuerpos sudados y agitados se pegan a mis costados. Dudo por su estado de conciencia que sepan lo mucho que empujan. Con ganas de mandar mi idea al carajo, llego a la barra de bebidas. Mide más de lo creía. Sin suerte de encontrar un asiento libre, me tengo que conformar con estar parada a un costado de la barra. Por arriba de mi cabeza cuelgan copas de vidrio y un par de botellas vacías. Luces de colores chocan contra el vidrio dejando un reflejo de luz muy impresionante. Las luces rojas del bar son tan fuertes que apenas puedo distinguir más de cuatro colores en el ambiente.

Un golpe en la mesa de la barra me sobresalta. Giro mi cabeza hacia la persona responsable de que mi corazón golpee contra mi pecho con fuerza.

Su edad no pasa de la mía y si lo hace, no lo aparenta. Lleva una camisa con el nombre del bar y un trapo manchado sobre su hombro. Una de sus cejas trepa por su frente y una sonrisa ladina hace que se marque un hoyuelo en su mejilla derecha. Su altura me impresiona. Sin esfuerzo en calcular, estoy segura de que me lleva una cabeza de alto. Un tatuaje trepa por un lado de su rostro terminando justo en su mandíbula. No puedo evitar sentir curiosidad por el color de sus ojos que, por culpa de la luz, no puedo distinguirlos.

—No hay muchos ojos rojos dando vueltas por aquí —dice con cierta sorpresa en su voz.

Yo también estoy sorprendida por estar aquí. Pero decido mantener esa información para mí.

—Es verdad, solemos elegir lugares más... espaciados —respondí al mismo tiempo que alguien pasa por mi lado y me choca el hombro. Tengo que reunir más autocontrol para no dejarme llevar por la ira.

—Pensé que les gustaba el cuerpo a cuerpo —bromea con tono seductor y apoya sus codos en la barra, así quedando más cerca de mi rostro.

Ladeo un poco mi cabeza entendiendo el doble sentido de sus palabras. Esta vez la sonrisa de su rostro se hace más notoria dejando a la vista unos perfectos dientes blancos.

Fingiendo una noche de libertad y pensando en las tareas administrativas que me esperan mañana, me dejo llevar por el juego de seducción. Igualo su pose dejando que mis brazos aplasten un poco mis pechos y los haga resaltar por el escote de mi vestido negro. Mi cabello va atado a una coleta tirante dejando expuesto mi cuello y clavículas. Sus ojos repasan todos mis atributos deteniéndose en mis labios.

—Te sorprendería en las otras áreas en las que nos especializamos, incluyendo el cuerpo a cuerpo.

—Me encantaría aprender sobre esas áreas.

Programación letalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora