Programación letal

Capítulo 1

Soy una Programada. No me hagas poner en una situación en la que pueda mostrarte lo sin corazón que puedo ser.

Fui entrenada para servir a La Fuerte, el servicio militar que es la mano derecha del tercer Estado. Nosotros nos encargamos de que la paz entre los Estados y sus ciudadanos se mantenga. Brindamos servicios de vigilancia y seguridad. Además de luchar contra los Soulless.

Soy la más letal de mi generación, así gané mi apellido entre mis pares: Letal. Fui premiada diez veces por mis disciplinas y quedé en primer lugar en mejor pelea ganada del año, sin contar mis exitosas misiones. Tengo más sangre en mis manos de la que debería. Gané la cicatriz de Programada. Una piel suave rosa pero sinuosa cortaba desde mi oreja hasta mi mandíbula. Cada vez que un General subía de rango, se le hacía ese corte para identificarnos en la sociedad.

Todo suena muy poderoso, ¿verdad?

Miro a la chica, cuyo nombre olvidé, que está acostada en su cama. Una General. Sus pechos tallados de manera perfecta y posee una piel morena que te hace querer tocarla hasta que tus yemas queden desgastadas. Sus rulos caen perfectamente en su rostro. Su respiración era lenta y relajada. Nadie nunca la folló como se lo merece, yo me ocupé de eso. Todavía recuerdo sus gemidos, como sus piernas temblaban cuando estaba entre sus piernas. En la Base no nos dejan tener relaciones amorosas entre nosotros. Es una debilidad. Una distracción. Pero mientras que nuestro corazón no lata en base de sentimientos y emociones, podemos tener sexo cuando queramos.

Tratando de no despertarla, recojo mi remera del suelo y mis zapatillas para salir de la habitación. Miro mi reloj y los números digitales marcan las cinco de la mañana. Sin perder tiempo, me dispuse a caminar. Los pasillos recién están empezando a cobrar vida. Generalmente las actividades comienzan a las cinco y media.

La Fuente siempre ha sido mi hogar. Como si pudiera recordar otra cosas similar a un hogar. Sé cada rincón y pasadizo secreto que hay en el edificio y todas las hectáreas privadas que ocupa. Todo el edificio se rige por colores blanquecinos y verdosos, hasta los mismos uniformes. Una seguridad de alta y última tecnología nos protege de pies a cabeza, algo que a veces me molesta al no tener privacidad. Aquí registran todo, hasta las veces que abres la puerta de tu habitación.

Mis pasos resuenan en el suelo de mármol brillante y veo mi reflejo en él con una sonrisa. Un brillo de reflejo de metal hizo que sonría aun más. Mis uñas están hechas de metal, sí, metal. Yo las hice colocar cuando me ascendieron a General. Son puntiagudas y de un largo considerado. Son mi mayor arma. Aprendí a controlarlas y a amigarme con ellas. Siento mayor satisfacción cuando veo la sangre de mis enemigos en ellas. Me da la oportunidad de sacar lenguas y ojos de un movimiento. Son fascinantes. Estoy conforme con mi figura aunque me gustaría tener menos caderas. A veces los trajes eran demasiado pegados al cuerpo y eran un desquicio ponérselos. Al menos que sea una misión y visitamos acorde a la situación.

Tengo media hora para llegar a mi habitación. Y, aunque me agrade ser el centro de atención, no quería que los Visionarios me vieran semidesnuda. Eso sería un error que no quiero cometer. No quiero consecuencias. Aunque recuerdo que un error no es lo mismo que una falla.

《Todos los que tenemos un pasado somos fallas. No quiero fallas en mi sistema.》Eso es lo que dicen los Visionarios.

Coloco mi audífono de trabajo en mi oreja y le doy dos leves golpes para activarlo.

—Buenos días, Verena. —La voz de mi asistente automática, que decidí llamarla Ximena, hace eco en mi oído —. ¿En qué puedo ayudarla en el día de hoy?

—Llama a Aaron —ordeno mientras me pierdo entre los pasillos de paredes blancas. Mis ojos se entrecierran por tanta claridad. Doblo para subirme al ascensor y cuando se cierran las puertas, mi compañero contesta la llamada.