𝙻𝚊 𝙰𝚙𝚞𝚎𝚜𝚝𝚊 | 𝚂𝚎𝚟𝚖𝚒𝚘𝚗𝚎

Parte 1🔻

Hermione estaba furiosa. ¿Cómo se atrevía Draco a hacerle esto otra vez? No se había molestado en hacer planes con ella para salir el viernes por la noche, pero aun así eso no le impidió enviarle una lechuza solicitando su presencia de todos modos, o deberíamos decir exigiéndola. Tampoco era que le hubiera enviado una lechuza a primera hora de la tarde, no, esperó hasta casi la medianoche para hacerlo.

Hermione gruñó molesta mientras sacaba su varita para aparecerse en la Mansión Malfoy. "Seguramente quiere un polvo ahora que ha tenido su diversión por la noche haciendo Dios sabe qué. Como si hubiera una posibilidad en el infierno de que eso ocurriera".

Al llegar a su destino, repasó mentalmente el discurso en el que había estado trabajando toda la noche, uno que él tampoco sabía que iba a recibir. Cambió algunas palabras aquí y allá, ya que no servían para transmitir su punto de vista, al menos en su mente. Volvió a empezar el largo discurso mientras recorría el tedioso camino hacia la puerta principal.

Levantó la mano para llamar a la puerta, pero se detuvo lo suficiente para asegurarse de que su aspecto era el adecuado. No quería aparecer con el aspecto de una fulana al viento. Había trabajado mucho para que Narcissa Malfoy dejara de mirarla como si fuera una pagana mal educada y el hecho de que se presentara con un aspecto sucio y enmarañado sólo conseguiría que volvieran a lanzarle miradas gélidas y desdeñosas.

Llevaba el cabello recogido en un moño suelto que acentuaba la elegante línea de su cuello. La blusa gris pálido que llevaba era suave y delicada, pero con un corte alto que ocultaba sus pechos sin dejar de ser sexy con la espalda drapeada que mostraba la línea de su columna vertebral. Su falda lápiz negra, un regalo de Ginny, mostraba la curva de sus caderas pero recorría el largo de la pierna hasta las rodillas. Lo único que hacía que la falda fuera un poco atrevida era la larga cremallera plateada que iba desde la base de la falda hasta la cintura. Para rematar el conjunto, llevaba un par de zapatos negros con un modesto tacón cuadrado de cinco centímetros.

Al ver que todo seguía ordenado con su aspecto, levantó la mano por segunda vez y llamó a la puerta. La puerta se abrió instantes después y Hermione fue recibida por la arrugada criatura que hacía las veces de mayordomo de los Malfoy.

Entrando ante la insistencia del elfo, bajó la mirada mientras éste le hablaba. "Señorita Hermione, el señor Draco la espera en el estudio. Por aquí, por favor".

Hermione contuvo el gruñido que amenazaba con escaparse, todavía bastante enfadada por toda la situación vivida. En su lugar, siguió en silencio al pequeño elfo mientras la guiaba por los enormes pasillos de la manera hacia una de las muchas habitaciones que tenía la casa.

"Aquí señorita, el señor Draco estará con usted en breve". Dijo la elfo, abriendo la puerta y haciéndose a un lado para que ella pudiera entrar en la habitación.

Con el temperamento controlado, lo mejor que podía ser en ese momento, entró y agradeció al pequeño elfo antes de que éste cerrara la puerta tras ella. Hermione frunció ligeramente el ceño ante eso. La elfo ni siquiera se había molestado en preguntarle si necesitaba algo antes de irse. "Qué raro". Murmuró para sí misma antes de adentrarse más en la habitación.

Se descolgó el bolso del hombro y lo dejó en una mesa cercana mientras se acercaba a mirar las numerosas estanterías de libros que había en la habitación. Lo que siempre había notado y apreciado era la enorme colección de libros que tenía la mansión. Cada habitación tenía su propio rincón de lectura, aunque la Biblioteca Malfoy era también bastante amplia. Hasta ahora no había visto ni un solo ejemplar duplicado de ningún libro en la casa, independientemente de la habitación en la que entrara.