• Prólogo •

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Para mí es todo un placer volver a tener contacto contigo Adam.

Mi sobrino. Uno de los que habría dicho mi mayor orgullo. Pero no es así.

¿Qué creíste? ¿Qué se habían deshecho de mí?

Tu aún no existías y yo ya mataba hijo, nunca podrás ponerte por encima de mi. Serás ahora el Alfa Supremo, pero eso no significa que serás mejor que yo.

Cometiste un gran error al pensar en que seríamos una familia que jamás existió.
Y cometiste otro peor al dejar que esa Loba se metiera entré nosotros y nos
destruyera desde dentro.

No te preocupes; pronto te liberare de
su presencia y destruiré todo lo que te atrae de ella. Irás a un mundo mejor donde ella ya no pueda molestarte y dónde puedas estar en paz.

A ella no le esperan cosas buenas, menos a tu hija. Esas bastardas morirán lenta y dolorosamente para enseñarle a los lobos que ellos nunca estarán a la altura suficiente para medirse contra nosotros los Tigres.

Dime, ¿Hace cuánto que se fue corriendo al bosque? ¿Ya debió regresar verdad?

L A U R A

Corro a todo lo que me dan mis pies y piernas. Las ramas y hojas golpean mi rostro con fuerza a cada paso que doy.

No siento el aroma de mi hija, tampoco el olor de Arkior.

¿Qué tiene que ver mi hija en todo esto?
¿Ella de que tiene la culpa?

Adam y yo somos los responsables de todo lo malo que le pasó a ese ser despreciable. Tiene que irse en contra nuestra.

—¡Aranea! —volteo a todas las direcciones —¡Aranea!, ¡¿Dónde estás?!

No está ni ella ni Arkior.

—¡Aranea! —lagrimas bañan mi rostro. ¿Hija dónde estás?.

—¿Mami? —asustada volteo tras de mi.

Ahí están los dos. Ambos están bien.

Camino hasta ellos rápido con los ojos llorosos. Me tiro de rodillas al suelo y me aferro a mi hija. Gracias Diosa Luna.

—Mamá ¿Qué ocurre? —la confusión en su voz es alta. Sin darme cuenta la estoy asustando.

Niego sin separarme de ella.

—Nada hija, nada —me alejo un poco y la tomo de las mejillas —Dime algo, ¿Cómo era el hombre que te dió la carta? —trago saliva con miedo. No quiero, pero debo escuchar esto.

—No lo recuerdo muy bien —mira a Arkior y con la mirada le pide que se acerque a nosotras —¿Recuerdas como era?.

No tenía un brazo

Un golpe de terror azota contra mi pecho. Mi cuerpo comienza a temblar de una manera notoria.

—¿No tenía un brazo? —le pregunto, aunque fue más como para repetirme a mi misma que era el.

No había dudas.

—Mamá, ¿Estás bien?...

Niego con la cabeza varias veces alejando los malos pensamientos de mi.

—Si hija estoy bien —sonrio para tranquilizarla —Volvamos. Hay que ir con tu padre y tu tío —los tomo a los dos de las manos.

—Pero mamá, aún no vamos al lago —hace pucheros Aranea.

—Hay que ir con ellos para que nos ... —me detengo, estuve a punto de decir para que nos protejan—... Porque les tienen una enorme sorpresa —asiento —¿Si? Andén vamos

Me giro sobre mis talones y me detengo en seco.

—Mira mamá, el me dió la carta.

Comienzo a respirar con la boca, con la nariz no recibía el aire suficiente. Todos los días, y todas las torturas; cada corte, cada gota de sangre, y todo el dolor que el provocó sobre mi golpean mi mente una y otra vez sin clemencia.

Tiemblo más que nunca, varios espasmos recorren mi columna vertebral y se esparcen por mi cuerpo.

Manuel.

Gran Estreno
¡Mañana!

Corrigiendo el Pasado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora